El Girona hunde al Espanyol (0-1)

Un derbi que nunca olvidará el Girona. Ni, por supuesto, el Espanyol. Un derbi que se llevó el equipo de Pablo Machín tras una excelente primera mitad, que le obligó a protegerse en la segunda tras el tesoro que suponía el gol de Timor, escamados como estaban por la durísima derrota con el Alavés. Un derbi que no olvidará el equipo blanquiazul porque desató una crisis imprevisible. Cansado de ver a un Espanyol sin alma ni pasión, el perico dejó mensajes rotundos. No quiere al entrenador: "¡Quique vete ya! ¡Quique vete ya!", gritó en varias ocasiones el aficionado porque asistía impotente al derrumbe de su obra.

No fue el único mensaje de los pericos. "¡Queremos 11 Stuanis!", gritaron luego ovacionando la salida del ahora delantero del Girona. Del campo al palco pasando antes por los jugadores. "¡No merecéis esta camiseta, no la merecéis!". Y luego mirada a quien manda porque Míster Chen estaba viendo tan estrepitoso y cruel caída. "¡Estamos hasta los huevos!", proclamó indignado todo el estadio, mientras el Girona se reencontraba con el triunfo.

Gran personalidad

Parecía que el equipo castigado por las bajas era el Espanyol y no el Girona. En un derbi histórico, nunca antes se habían enfrentado en Primera División, el equipo de Machín demostró una gran personalidad. Dominó de tal manera en la primera parte que el pueblo perico que acudió en un frío lunes otoñal a su casa decidió dedicarle, y con toda la razón del mundo, un par de sonoras broncas al conjunto de Quique. Plano, gris, insípido, horizontal y, sobre todo, sin imaginación alguna. Lo peor llegó, sin embargo, después.

El Espanyol estaba despistado, mientras el Girona, con una línea de tres centrales totalmente nueva (Ramalho, Juanpe y Timor, una solución de emergencia), entendió que el partido era suyo. ¿Cómo lo hizo entonces? De forma sencilla. Tenía un plan para someter al triste Espanyol que se ganó la enemistad, momentánea y justa, de su gente.

Había pasado media hora de partido y ni rastro del grupo de Quique. Solo la dignidad de Darder y un par de acciones consecutivas, siempre a balón parado, demostraron que el Espanyol había salido al campo. Y una jugada made in Girona –una excelente diagonal de Hermoso que no supo resolver Gerard– quedó como prueba de su estéril juego ofensivo, mientras el Girona llenaba las bandas con astucia. Más activo y profundo Mojica que Maffeo, pero siempre con las ideas muy claras.

Y eso que el conjunto blanquiazul se sostuvo hasta el último suspiro de pie gracias a las poderosas manos de Pau. Felino en dos lejanos disparos, uno de Borja García y otro de Pere Pons. Felino y certero con un par de parada espectaculares, prólogo la última del gol de Timor, a la salida del córner.

Segunda parte caótica

Obtenido el premio del gol, el Girona decidió que en la segunda parte no podía cometer los errores de la pasada semana. El Espanyol, además, contribuyó porque no tuvo en ningún momento el control del partido. Más dramática resultó su imagen cuando debía remontar el tanto de Timor.

Entonces, se descubrieron las profundas fracturas que tiene el equipo de Quique. Fracturas que afectan, además, a la estructura del club. Después de ganar al Madrid en su estreno en Primera y resistir ante el Atlético, Machín obtuvo la recompensa a un trabajo bien hecho. Tenía una idea y le salió de maravilla.

El Espanyol no tenía idea ni tampoco fútbol. Por no tener, no tenía ni el honor necesario para levantar un partido que les confinaba a sus peores épocas. Y no solo por estar a cuatro puntos del descenso sino porque le han salido todos los fantasmas. El perico ya no quiere a Quique.