LOS PRÓXIMOS JUEGOS OLÍMPICOS

Los sueños de oro de Lucas Eguibar

El subcampeón mundial de snowboardcros encara con ambición los Juegos de Invierno de Pyeongchang

Lucas Eguibar.

Lucas Eguibar. / periodico

Joan Carles Armengol

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"Llevo desde muy pequeño soñando. Yo eso lo hago fácil; menos mal que es gratis". Lucas Eguibar quiere resarcirse en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang (9 al 25 de febrero) de la caída que le apartó de la lucha por las medallas olímpicas hace cuatro años en Sochi (Rusia). "Recuerdo que me sentía bien. Pero nos juntamos muchos y estuvimos tocándonos todo el rato. Me fui al suelo muy fácil. Tenía 20 años y poca experiencia. Ahora tengo mucha más y voy a intentar utilizarla", explica este donostiarra de 23 años (cumplirá 24 precisamente el día de la inauguración de los JJOO) de su debut olímpico en el 2014, que se saldó con un séptimo puesto que ahora quiere mejorar ampliamente en su segunda presencia olímpica.

Mucho ha llovido (y nevado) desde entonces. Y, en general, bastante bien, aunque el destino no le ha ahorrado tragos amargos. La especialidad que cultiva, el snowboardcros, contribuye muchas veces a ello. Es esa espectacular modalidad con tabla de nieve en la que seis 'riders' salen a la vez para negociar un recorrido repleto de saltos, curvas peraltadas y obstáculos variados, con el peligro evidente de roces, choques y caídas. "Cabrearme no, porque me metí en este deporte precisamente porque me encantaba y sé lo que es. Pero a veces acabas con mucha rabia porque sientes que te has preparado muy bien y, no sabes si por 'hache' o por 'be', acabas el 30º, y otro que ha entrenado menos, acaba el 10º".

Eguibar ya fue campeón mundial júnior en el 2013, y tras su debut olímpico, ganó la Copa del Mundo del 2015, fue tercero en la del 2016 y, en este 2017, se lució en los Mundiales de Sierra Nevada con dos medallas de plata, una en la prueba individual y otra en la de equipos junto al ceutí afincado en Málaga Regino Hernández.

Pero casi cada uno de esos éxitos o momentos clave en su carrera estuvieron marcados por otras experiencias que no hubiera deseado vivir. Cinco meses antes de Sochi, la familia Eguibar su vio golpeada por el accidente de moto que sufrió el hermano mayor de Lucas, Nico, que le sumió en coma durante dos meses y al que sobrevivió milagrosamente.

Su recuperación paulatina y la actitud posterior del hermano mayor, que lucha cada día por tener mayor movilidad y expresarse mejor, es un ejemplo vívido para Lucas. "Hoy sigo alimentándome de eso. Pese a los problemas, mi hermano se supera cada día a sí mismo, y ver que se pone unos objetivos a mí también me ayuda. Nos retroalimentamos. Ahora dice que quiere volver a esquiar, y me hace mucha ilusión poder estar otra vez juntos en la nieve", cuenta Lucas de su inspiración con patas. Ambos reflejaron perfectamente su sintonía y empatía en un precioso cortometraje dirigido por Lucas Sáez: 'Gigantes Paralelos'.

Un palo muy duro

Y unos días después de sus jornadas más felices, con el doble subcampeonato mundial en Sierra Nevada, el pasado mes de marzo, llegó un segundo mazazo: la muerte de su entrenador y amigo, el catalán Israel Planas, de un infarto cerebral, con solo 41 años. "Eso fue aún más duro –confiesa el snowboarder–. Yo sigo con mi hermano y la familia está junta, pero con Israel fue más duro porque ya no está con nosotros".

"Pasé de conocerlo de oídas a vivir seis años día a día conmigo. Y de ganar dos medallas en los Mundiales a no verle más. Eso sí que fue un palo", recuerda Lucas, que ha llegado a lo más alto gracias a su trabajo con Planas. "No era el mejor en snowboard, pero sí el que más sabía de snowboard en este país. Nos machacaba muchísimo y nos llevó a nuestros límites, pero nos enseñó muchísimo. Pensaba 24 horas al día en el snowboard y buscaba soluciones. A veces, si no había medios, nos hacía simular una bajada encima de una cama, y cosas de este tipo".

Una medalla en Corea del Sur dentro de tres meses sería un buen homenaje para Israel y una gran recompensa para este gran soñador que es Lucas Eguibar. "Me veo con una medalla, pero también la veía en Sochi y pasó lo que pasó. Ahora tengo más experiencia y esa mente fría que se necesita para alejarte de los líos cuando bajamos juntos. Hay momentos en que hay que quedarse atrás para ver mejor la situación, pero noto que mis rivales me respetan mucho porque saben que puedo aparecer en cualquier momento, que nunca pueden darme por vencido", explica este vasco que, pese a vivir al lado de la playa, creció en la nieve de Candanchú desde los dos años y que, a los 15, dejó el esquí tradicional 'palillero' para ser un fenómeno del snowboard.

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