Tensión política y racial en EEUU

El deporte, último campo de batalla de Trump

Los jugadores de los Baltimore Ravens, arrodillados antes de un partido contra los Jacksonville Jaguars.

Los jugadores de los Baltimore Ravens, arrodillados antes de un partido contra los Jacksonville Jaguars. / periodico

Idoya Noain / Nueva York

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La historia pudo haber cambiado en 2014. Aquel año, tras tres décadas intentando infructuosamente entrar en la NFLDonald Trump hizo su último asalto a la poderosa Liga Nacional de Fútbol americano con una oferta por los Buffalo Bills de cerca de 1.000 millones de dólares. Se quedó 400 millones corto (aunque él asegura que fueron 200). Nueve meses después, Trump anunciaba su candidatura a presidente de Estados Unidos. “Si hubiera comprado aquel equipo no estaría haciendo lo que estoy haciendo”, confesó en febrero de 2016, en plena campaña, en una entrevista con AP. “Esto es más emocionante. Y es mucho más barato”.

Emociones, sin duda, no han faltado con su irrupción en política, su victoria y su mandato. Y su tantas veces probada capacidad de alterar los ánimos ha estallado en el mundo del deporte ahora que Trump ha decidido convertir en asunto prioritario de su agenda las protestas de jugadores, mayoritariamente negros, contra la injusticia racial y la brutalidad policial contra las minorías.

En el país de Jackie Robinson y Muhammed Ali, de Tommie Smith y John Carlos o de Billie Jean King política y deporte han estado siempre inextricablemente unidas, especialmente en cuestiones de raza”, como explica en una entrevista telefónica el historiador deportivo y autor Rob Ruck, profesor en la Universidad de Pittsburg. Pero con Trump esa mezcla se ha hecho más explosiva.

Respuesta sin precedentes

Trump ha llamado a quienes protestan “hijos de puta”, ha manifestado su ignorancia o desprecio por derechos como la libertad de expresión y ha llamado a boicots. Ha incendiado de nuevo la llama de la división racial con una antorcha enmascarada como defensa de “bandera, himno y país”, Y su brutal asalto, con claros intentos electoralistas dirigidos a su base más radical y que no se puede separar de las tensiones raciales disparadas en Charlottesville, ha hecho que buena parte de la élite de la NFL y la NBA (jugadores, técnicos y propietarios) se haya unido en respuesta.

La protesta que el año empezó el entonces quarterback de los San Francisco 49ers Colin Kaepernick, quedándose sentado o hincando en el campo la rodilla mientras sonaba el himno de las barras y estrellas, nunca alcanzó en la NFL ni fuera la solidaridad que se ha visto desde que Trump prendió la mecha el viernes de la semana pasada. De hecho, Kaepernick había sido castigado y pese a contarse entre los 50 mejores en su posición no ha sido fichado por ningún equipo, una condena que había empezado a movilizar llamadas de asociaciones políticas y religiosas negras al boicot de la liga.

Trump ha dado la vuelta a las cosas. Más de 200 jugadores, entrenadores y, por primera vez, algunos de los propietarios de los 32 equipos de la NFL (incluso donantes y votantes de Trump), se han sumado a la protesta en el himno con gestos y declaraciones. Hasta el comisionado, Roger Goodell, al frente de la más mastodóntica y poderosa liga deportiva de EEUU, que genera anualmente 14.000 millones de dólares y donde el 70% de los jugadores son negros, ha denunciado los “comentarios divisivos” y la “desafortunada falta de respeto” del presidente.

En la NBA, donde destacados jugadores como LeBron James, Stephen Curry, Chris Paul, Kobe Bryant, Carmelo Anthony y James Wade pasaron los años de presidencia de Barack Obama dando muchos más pasos que los de fútbol hacia un activismo abierto, las cosas ya estaban caldeadas. Algunos equipos habían decidido no alojarse en hoteles de Trump, cuestionaban su capacidad de trabajar con un presidente que ha mantenido siempre un discurso xenófobo y racista o incluso de participar en actos protocolarios. Y la gota de la paciencia en una liga que ya trasladó el All-Star de este año de Carolina del Sur a Nueva Orleans para protestar una ley discriminatoria contra los transgénero se colmó el sábado, cuando Trump tuiteó un mensaje crítico con Curry, la estrella de los campeones Golden State Warriors.

Incluso en la liga de béisbol, cuyo histórico papel en la lucha desde el deporte por la igualdad racial ha ido desapareciendo (y eso que ahora el 27% de sus jugadores son hispanos), ha habido respuesta a Trump. El pasado sábado Bruce Maxwell, un 'rookie' de los Athletics de Oakland, negro e hijo de militar, se convirtió en el primer jugador de la MLB que protestaba durante el himno.

Las audiencias

Trump no se ha amedrentado. De hecho, ha redoblado su campaña, y estratégicamente. En la última semana ha centrado casi exclusivamente sus ataques en la NFL. Sabe que los seguidores de esa liga (como los del NASCAR o la Liga Nacional de Hockey, a quienes ha hecho también guiños en los últimos días) son más conservadores que los de la NBA. Y con su obsesión con las audiencias, sabe bien de los problemas que está enfrentando la NFL, que el año pasado perdió el 8% de su espectadores en televisión.

Además de presumir de que la atención a su campaña y a su presidencia ha robado audiencia al fútbol americano (“les gusta ver lo que está pasando conmigo”, ha dicho), Trump ha atribuido la caída a las protestas que arrancaron el año pasado y a que el juego se ha hecho “blando” (algo que ya hizo cuando perdió la puja por los Bills).

Ruck, como otros expertos y analistas, no le da la razón. “La NFL ha perdido espectadores porque saturaron las televisiones con partidos y además enfrentan un mercado fracturado”, explica. “Han negado los demostrados problemas de encefalopatías traumáticas crónicas, no han abordado bien múltiples casos de violencia doméstica cuando las mujeres son casi la mitad de la audiencia y además ahora los jóvenes ya no se suscriben a la televisión por cable”.

Trump ha presumido también de que en la última semana se ha notado ya el rechazo de muchos fans a las protestas, ha criticado a los propietarios diciendo que “tienen miedo a sus jugadores” y ha vaticinado que si no hacen cambios en las reglas “el negocio se va a ir al infierno”. Pero no todo el mundo está de acuerdo. “Los propietarios de la NFL no son más que hombres de negocios así que hasta la asistencia caiga en picado o se pueda determinar que las protestas han llevado directamente a un declive en las audiencias de televisión es improbable que las repriman”, se leía en un análisis de 'The New York Times'.

Otro elemento, además, juega en contra del razonamiento de Trump. El lunes Ford y Nike, dos de los grandes esponsors de la NFL, emitieron comunicados apoyando el derecho de los jugadores a protestar. El dinero aún manda.