NUEVA ETAPA DE UNA LEYENDA DE LA MONTAÑA

La liberación de Cadiach

«Me he quitado el peso de los 14 ochomiles que me había propuesto. Ya los tengo y estoy vivo», dice este himalayista catalán de 64 años que sigue en plena actividad

Óscar Cadiach

Óscar Cadiach / periodico

Jordi Tió / Barcelona

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Hace una semana que recibió el homenaje de sus amigos y conciudadanos en Tarragona, en un acto en el que pudo saborear con tranquilidad las imágenes todavía inéditas de sus pasos finales en la cima del Broad Peak (8.047 metros), el último de los 14 ochomiles que faltaba en su brillante palmarés, donde desde el pasado 27 de julio consta en letras mayúsculas que Òscar Cadiach es ya el primer catalán que ha ascendido a todas las grandes cumbres del planeta sin la ayuda de oxígeno artificial.

Cadiach, que en octubre cumplirá 65 años, engrosando de esta forma la lista de legendarios montañeros que se mantienen activos y en plena forma en edad de jubilación (el mejor exponente de todos es Carlos Soria, que a sus 78 años sigue dando guerra para hollar los dos que le faltan: Dhaulagiri y Shisha Pangma), se quitó una enorme losa de encima tras su última gesta. «Sí, me he liberado de las 14 cimas de 8.000 que me había propuesto hacer y que ahora ya tengo en el bolsillo. Y, sobre todo y lo más importante, sigo vivo», reflexionó el mismo día de su llegada a Barcelona, donde le esperaban su familia y decenas de amigos.

El recuerdo de 1985

No fue, ni de lejos, el recibimiento que tuvo en 1985 en el mismo aeropuerto de El Prat, donde miles de aficionados agasajaron a los héroes del Everest. Una expedición catalana acababa de coronar el techo del mundo (8.848 metros), logrando poner a tres alpinistas en la cumbre: Toni Sors, Carles Vallès y Cadiach, convertidos en leyenda desde ese mismo instante.

El alpinismo
sigue estando
en sus 
proyectos,
así como otras «aventuras más humanas y sociales»

«Sí, las sensaciones son parecidas a las de aquel año», confiesa este himalayista, que admite que empezó a liberarse de esa presión desde el momento en que pisó la cumbre del Broad Peak, junto al pakistaní Mohammed Ali Sadpara, el turco Tunç Findik y Yosuf, un porteador baltí. «Recuerdo que bajé muy tranquilo y relajado, saboreando cada paso y cada rincón de la montaña».

A la cuarta, la vencida

Y eso que el Broad Peak no se lo puso nada fácil a Cadiach, un montaña que había intentado en tres ocasiones anteriores y que finalmente logró al tercer ataque en esta última expedición. «Tenía muy claro que no tiraría hacia atrás pasara lo que pasara. Lo dimos todo y salió muy bien».

Por eso se abrazó emocionado a Sadpara en lo alto del Broad Peak, mientras arrodillado intentaba respirar como podía, agotado tras 15 horas de ascenso ininterrumpido. Y por eso sus primeras palabras nada más ver a sus amigos en Barcelona fueron: «Estic sencer, estic sencer».

Sí, llegó entero pero tuvo suerte. O quizá los dioses de las montañas le echaron una mano agradecidos por las banderas de oraciones tibetanas que colgó en lo alto del monumento a Sant Magí, en Tarragona, antes de partir. Quién sabe si esto le salvó en los momentos críticos, que los hubo, como la dura caída que sufrió justo al partir del campo base hacia la cumbre –«pensé que me había roto un brazo», recuerda– o cuando cayó dentro de una grieta llegando al campo tres, en el primer intento a la cima.

Nuevos proyectos

Cadiach, que sigue de lleno con su actividad alpinística (este agosto ha estado en los Alpes, escalando el Mont Blanc y el Cervino), tiene claro que la etapa de los ochomiles se ha terminado, cerrando un círculo vital particular. «Pienso que también hay otras montañas muy hermosas por escalar», explica el montañero, con varios proyectos en mente: «Serán aventuras más humanas y sociales. A veces no hace falta subir tan arriba para encontrar la dureza, la vida aquí abajo ya es muy dura», explica sin querer desvelar de lo que se trata todavía pero dejando entrever que algunas de estas propuestas pueden acabar tomando forma de libro.

«Hasta ahora me lo he pasado muy bien y espero seguir disfrutando de la suerte que he tenido», desea Cadiach, que deja para la historia su particular huella en cada ochomil del Himalaya.