ANÁLISIS
Ganó el solista
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
RAMÓN LOBO
No fue el Barça de París, ni el de Turín. La diferencia estuvo en un imperial Lionel Messi, un mago. Cuando está enchufado, y lo estuvo, intimida a todo el estadio. Es de los que ganan los partidos. El único misterio es su intermitencia: averiguar qué le desconecta. Fue un partido de 10 contra 1. Venció el solista.
El Barça tiene opciones para ganar la Liga si no le estalla otro malagonazo. El Real Madrid se mantiene con los mismos puntos y un partido menos. No es una garantía. Jugó bien, pero no suficiente. La expulsión de Ramos no es excusa: fue justa.
El Barça puede aferrarse al espejismo del clásico, como otras veces se agarra a los árbitros. Los espejismos no dejan ver los problemas de fondo y el Barcelona tiene unos cuantos. Está Messi, pero faltan Xavi Hernández, que hacía girar el reloj, y Carles Puyol, el guardián de los valores, del seny. También le falta saber adónde quiere ir. El casting periodístico de entrenadores es significativo: Sampaoli, Valverde, Blanc, como si todos fueran lo mismo.
Perdieron peso los Iniesta y lo ganaron los Robert Fernández. Se fue Pep Guardiola y se quedaron los Bartomeu. El Barça está atrapado en una confusión general que va más allá de fútbol. La tensión emocional permanente no permite la sutileza.
El entrenador Johan Cruyff le cambió la mentalidad. Lo arrancó del nuñismo llorón para convertirlo en un equipo alegre, con flor, pero grande en lo futbolístico. Dejó un manual de instrucciones de la escuela de Rinus Michels. Tras algún desvarío con Venables y Robson, Pep perfeccionó el estilo que había recuperado Rijkaard.
Es difícil superar lo logrado estos años, y más mantenerlo. Al Barça le espera una travesía compleja con Gerard Piqué de pirómano-bombero. No hay buenos mimbres en la directiva ni dinero en las arcas si no median ventas. Solo está Messi. Y Neymar.
Zidane se parece a Cruyff. Tiene flor, casi un jardín completo. Tampoco parece dotado para inventar sistemas. Copia a sus mejores entrenadores. Tiene credibilidad ante los jugadores. No solo fue uno de los más grandes, como el holandés, sino que trata de ser justo. Y si no lo es con Isco y Marco Asensio, que no lo suele ser, lo dice. Ha relegado a James, uno de los niños mimados del presidente, en favor de Casemiro. Benítez no se atrevió en el célebre 0-4 y lo pagó con el despido.
El Real Madrid podrá ganar la Liga y la duodécima, pero no transmite fluidez. No termina de ser constante. Se mueve a impulsos con despistes en defensa. Le salva la pegada y su espíritu de lucha, ese no rendirse jamás. Es el ADN del club, algo que temen los rivales. El Real Madrid consigue crear la sensación de que todo es posible.
Para ser un mejor equipo tendría que deshacerse de una letra de la BBC. Con Bale, Benzema y Cristiano es vulnerable en los grandes envites como el del clásico. Es más sólido y juega mejor con un cuarto centrocampista. Cristiano es invendible y Benzema es un nueve y medio que mejora todo lo que pasa por sus botas excepto el último chut. Solo sobra Bale.
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