Enric Gómez: "Ir descalzo no es un reto"
El maratoniano afronta por quinta vez la larga distancia con los pies desnudos
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
S. L- E ./ BARCELONA
No se sorprendan mañana si entre los 20.000 participantes, si entre los que correrán para bajar de cuatro horas, aunque para él eso es lo menos importante, descubren a un participante corriendo descalzo. Sí. Es él. Es Enric Gómez Pàmies, de Sant Cugat, convencido de que el pie humano es tan perfecto, es una ingenieria de una señora naturaleza que no lo ha diseñado para ir calzado, por mucha amortiguación y técnica que tengan las más modernas zapatillas deportivas. Enric afronta su quinto maratón descalzo, después de tres veces corriendo sin zapatos por Barcelona, a la que hay que sumar otra experiencia idéntica en Palma.
La pregunta es obvia. «¿Por qué corre descalzo?». Y, claro está, no le sorprende a Enric. «Ir descalzo no es ningún reto. Lo que ocurre es que antes, cuando corría con zapatillas, siempre tenía problemas y lesiones, hasta que decidí prepararme para ir descalzo. Debo cuidar, por ejemplo, si hace mucho calor, como se prevé, no quemarme con el asfalto, evitar que me pisen, pero la verdad es que no acostumbro a sufrir percances. Las calles están menos sucias de lo que la gente cree. Si hay un cristal lo ves y, por ejemplo, entrenando, evito pisar la hierba porque, aunque es un terreno más blando y cómodo, nunca sabes lo que te encuentras debajo». Ahora hasta está comenzando a experimentar y ya ha efectuado algunas pequeñas pruebas para correr descalzo pruebas de montaña.
EN EL POLO NORTE, PERO CALZADO
«Llevo 25 maratones, entre los que figuran Nueva York y Berlín. El último que corrí calzado fue el del Polo Norte, sobre el hielo y a 26 grados bajo cero. Comenzaba a las diez de la noche, a finales del mes de abril, pero como allí no oscurece en esa época del año, no hubo el problema de quedarnos sin luz». Allí parecía más bien que afrontaba un ochomil que una prueba de poco más de 42 kilómetros. Allí, además, habría sido imposible trotar sin calzado sobre compactos bloques de hielo y temblando de frío.
Los zapatos no son los amigos de Enric, aunque debe asumir las normas sociales. Con 51 años, este comercial de telecomunicaciones iría siempre con los pies al desnudo. «Se ensucian, nadie lo va a negar, pero no hay nada que no remedie una buena ducha. Ir descalzo es muy saludable. ¿Alguien se imagina qué pasaría si las normas sociales nos obligasen siempre a llevar guantes, a ir siempre con las manos cubiertas?». Seguro que las grandes marcas de zapatillas del sector no piensan así
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