Un Río de aguas turbias

El escenario de las pruebas de vela es una cloaca fétida que amenaza la salud de los regatistas y está siendo limpiada a marchas forzadas

Un operario trabaja en la limpieza del río Meriti, que desemboca en la Bahía de Guanabara, sede de las pruebas olímpicas de vela.

Un operario trabaja en la limpieza del río Meriti, que desemboca en la Bahía de Guanabara, sede de las pruebas olímpicas de vela. / periodico

EDU SOTOS / RÍO DE JANEIRO

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Lo primero que percibirán los 500.000 turistas que en los próximos días lleguen para disfrutar de los Juegos Olímpicos de Río 2016 es el mal olor. Nada más atravesar las puertas del aeropuerto internacional Tom Jobim camino a un taxi, el olor penetrante de las aguas de la bahía de Guanabara les dará la bienvenida.

Durante el trayecto de unos 40 minutos hasta los hoteles de los lujosos barrios de Copacabana Ipanema, podrán admirar, más allá del océano de favelas, las miles de toneladas de basura que se acumulan en los márgenes de los 337 km2 de bahía. Una inmensa letrina al aire libre que recibe las aguas sin procesar de 9 millones de habitantes y 1.400 industrias, entre ellas 700 petroleras, a un ritmo de 18.000 litros por segundo. Un lugar que, por increíble que pueda parecer, será el escenario de las cinco modalidades masculinas, cuatro femeninas y una mixta de las competiciones de vela en Río 2016. Allí, en medio de unas aguas 1,7 millones de veces más contaminadas del limite establecido para el baño en Europa y Estados Unidos, será donde 1.400 atletas, 14 de ellos españoles, lucharán por el oro olímpico. 

UN PAR DE VALIENTES

Bajo un sol de justicia, un par de valientes se preparan para zarpar. "Hoy vamos muy bien de tiempo, pero hace unos días estuvimos varias horas limpiando el casco del catamarán con gasolina. De vez en cuando a los petroleros les da por limpiar las bodegas y el agua se llena de chapapote", explica a EL PERIÓDICO el medallista español en Pekín 2008 Fernando Echávarri.

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Junto a su compañera Tara Pacheco y su entrenador Santi López-Vázquez, estos intrépidos regatistas se afanan por montar la estructura de la embarcación que emplearán para competir en la novedosa categoría olímpica de Nacra 17, la única mixta de Río 2016. Es día de regata en mar abierto en uno de los campos frente a la playa de Copacabana y no hay tiempo que perder. "Es un buen día para observar las maniobras de los rivales", comenta Santi, cámara en mano, quien acompañará las regatas a bordo de una lancha neumática. "El espionaje en la vela es clave para conocer a los adversarios", confiesa.

Desde mediados del 2014, el equipo montó su base de operaciones en unos contenedores marítimos ubicados en la Marina de Glória, centro neurálgico de la vela en Río 2016. A pesar de los problemas logísticos y el pésimo estado de las aguas, patrón y tripulante han logrado mantener entrenamientos regulares en el campo de regatas de la bahía.

"Parte del equipo ha tomado precauciones vacunándose de diferentes enfermedades. Desde la fiebre tifoidea o la fiebre amarilla a la hepatitis o el tétanos. El agua es una gran problema tanto por los agentes químicos y bacteriológicos como los víricos. Si te caes al agua y tragas puedes coger cualquier cosa", reconoce el cántabro Echávarri quien, sin embargo, ha optado por 'aclimatarse' a la polución al estilo de los cariocas, es decir, exponiéndose poco a poco y desarrollando anticuerpos contra las enfermedades.

ANÁLISIS MUY INQUIETANTES

Toda cautela es poca. Según unos análisis realizados por la agencia Associated Press (AP), todo atleta que ingiera 16 mililitros de agua, el equivalente a tres cucharaditas y mucho menos de lo que se suele ingerir en plena regata, tendrá unas probabilidades del 99% de sufrir una infección por virus o bacteria.

Un problema mayúsculo al que las autoridades de la ciudad, en especial su alcalde, Eduardo Paes, han hecho oídos sordos. "Para mí la bahía de Guanabara no es un asunto olímpico, sino municipal. Fue un desafío que no supimos resolver pero ya tuvimos dos tests y no hubo problemas", declaró Paes quien después de gastar más de cinco millones de euros de dinero público en las labores de limpieza apenas consiguió alcanzar un 40% de descontaminación frente al 80% exigido por el Comité Olímpico Internacional (COI).

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Una mentira más de un político que también hizo oídos sordos a un polémico informe de la Federación Internacional de Vela en el que se denunció que más de 7% de los 567 regatistas que participaron en el evento preolímpico de agosto acabaron enfermando o con infecciones. Algo que ya ocurrió en el caso del catalán Joan Herp, competidor de la clase 470, quien tras sufrir un corte en el tobillo tuvo que regresar a España para tratar la infección. "Yo misma he sufrido fiebre y diarreas después de estar aquí compitiendo. Es un riesgo más que asumo pero lo que más preocupa es la basura que flota en el agua", reconoce Tara Pacheco. La tripulante del equipo español de Nacra 17 ya sabe lo que es accidentarse en plena competición.

"La última vez que vinimos encontramos un perro flotando, el otro día un trozo enorme de una cama y casi chocamos con un madero lleno de clavos. Imagínate si a la velocidad a la que navegamos el madero te golpea", se lamenta la canaria, que no duda en atribuir a la suerte de chocar o no con un obstáculo imprevisto el posible éxito o derrota en Río 2016.

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Por su parte, el patrón Echávarri se muestra optimista con las posibilidades de la pareja. Ni siquiera el susto sufrido el pasado mes de mayo, cuando el equipo fue atracado a punta de pistola en el barrio turístico de Santa Teresa, le borra su ambiciosa sonrisa. "Al final lo único que nos va a hacer ganar la medalla es sacar la cabeza por fuera del barco y regatear", resume este lobo de mar al que las polémicas de la inseguridad, la contaminación o la desorganización no le hacen olvidar que su único objetivo es el oro olímpico.

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