LA LUCHA CONTRA EL OLVIDO

Los Juegos Olímpicos de Hitler

El conflicto estalló un día antes del previsto inicio de la Olimpiada Popular, réplica barcelonesa a los Juegos oficiales

Jesse Owens, entre el japonés Naoto Tajima y el alemán Luz Long, en el podio de la final de longitud de los Juegos de Berlín 1936.

Jesse Owens, entre el japonés Naoto Tajima y el alemán Luz Long, en el podio de la final de longitud de los Juegos de Berlín 1936. / periodico

JOAN CARLES ARMENGOL / BARCELONA

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Eran tiempos convulsos, no solo en España, sino también en Europa. Para un día después del alzamiento del 18 de julio de 1936 estaba previsto  en Barcelona el inicio de la Olimpiada Popular, un acontecimiento creado no como alternativa, sino como protesta por los Juegos Olímpicos oficiales organizados en Berlín por una Alemania que desde 1933 había caído en manos del Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler.

Muchos de los 3.000 participantes de 23 representaciones (no se hablaba de Estados en aquella organización voluntarista y popular) durmieron al amparo de las gradas del Estadi de Montjuïc (otros lo hicieron en el Hotel Olimpia, en la plaza de España) pero, nada más levantarse, el fuego de los cañones y de la artillería ligera les advirtió de que la contienda había empezado. La Olimpiada Popular debía celebrarse del 19 al 26 de julio y precisamente en Barcelona, la ciudad que en 1931 había perdido en una votación por correo de los miembros del Comité Olímpico Internacional la organización de los Juegos. La llegada de la Segunda República suspendió la votación presencial en la reunión de Barcelona y Berlín ganó por 39 votos a 19.

La llegada del Hitler al poder y la promulgación de las leyes racistas de Nuremberg, en 1935, que consagraba sobre el papel la supuesta superioridad de la raza aria, incitó a un intento de boicot a los Juegos de 1936 (1 al 16 de agosto), pero finalmente EEUU acudió y, con ella, otros 48 países. Algunos de ellos, eso sí, se negaron a levantar la mano para efectuar el saludo nazi al pasar los deportistas por delante del Führer Führeren la ceremonia inaugural.

OWENS, HÉROE A LA CONTRA

Más allá de la polémica de la negación del saludo de Hitler al héroe, Jesse Owens (el propio COI recordó a Hitler que no se felicitaba personalmente a todos los campeones), aquellos Juegos fueron una perfecta herramienta de propaganda del nazismo, lo que paradójicamente  redundó en una perfecta organización y brillantes actuaciones, sobre todo en el magnífico y marmóreo Estadio Olímpico, donde Owens fue el primero (hasta la aparición de Carl Lewis en 1984) capaz de ganar el oro en cuatro pruebas: 100, 200, 4x100 y longitud. Fueron los primeros Juegos con antorcha olímpica, retransmisión televisiva y película oficial, la Olimpia

España, obviamente, no acudió. Tampoco lo hubiera hecho en caso de permanecer en paz, porque había sido de los países alineados con el boicot. Sus opciones, en cualquier caso, hubieran sido escasas. El deporte había llegado con retraso, si bien en Catalunya, al inicio de los años 30, se vivía un florecimiento: con la democratización y el nuevo marco legal asociativo, más de 400 clubs se crearon entre 1931 y 1936, y el protagonismo de la mujer se normalizaba, gracias en buena parte al papel del Club Femení i d'Esports.

FÚTBOL, BOXEO Y CICLISMO

El deporte como espectáculo también florecía, y el fútbol, el boxeo y el ciclismo arrastraban masas. En 1930, el vasco Paulino Uzcudun llevó a 71.000 espectadores a su combate con la mole italiana Primo Carnera en el Estadi de Montuïc, construido (como las piscinas) para la Exposición Universal de 1929 con vistas a la candidatura olímpica. En la Liga de futbol triunfaba el Athletic Club, aunque el pichichi era Lángara, del Oviedo; en ciclismo, Mariano Cañardo quedaba segundo en la Vuelta inaugural de 1935 (por detrás del belga Gustaaf  Deloor, ganador también en 1936), Gino Bartali triunfaba en el Giro y el belga Sylvére Maes en el Tour. Y un tal Fred J. Perry se hacía con el torneo de tenis de Wimbledon.