Claudia Prat: "Estuve interna, pero prefiero dormir fuera de Barcelona"

Se lo pregunta a Guillem Villa, el entrenador, porque ella ha perdido la cuenta. «¿Cuántas veces he sido campeona de España?». Y es que se olvida la suma en los últimos años, con la mejor saltadora de trampolín crecida al sur de los Pirineos. Tan buena es que, en un deporte minoritario como el suyo, donde ganarse la vida es casi un imposible, los franceses le han echado el ojo. Un club cercano a París la tiene como su gimnasta preferida, una pieza esencial para luchar por el título. Así que algún fin de semana, cuando no hay competición internacional, los aeropuertos de Orly o Charles de Gaulle son el destino de Claudia Prat, mientras sueña con Río.

Porque hace casi cuatro años se quedó a las puertas de Londres, y aquello no lo olvida. «Fue por una plaza, tan solo por un puesto me quedé sin poder competir en los Juegos». Ahora no quiere que se repita la situación, en un deporte que requiere una memorización especial, una coordinación extrema de los saltos y los movimientos, una actuación corta, dinámica, donde el mínimo error se paga. Y Claudia lo sabe. Y repite, minuto a minuto, hora a hora, semana a semana, mes a mes, año a año, el ejercicio, el que deberá darle en abril una plaza para Sudamérica, el todo o nada, cuatro años de intensidad, el día a día en el gimnasio del CAR de Sant  Cugat.

Claudia fue una vez interna. «Pero eran tantas horas aquí, con Barcelona, mi casa, tan cerca... Por eso prefiero dormir fuera, coger el tren y acercarme cada día a entrenar». Sacar al perro, pasear con él, es como una liberación tras un intenso día de entrenamiento.

«Mi deporte es muy sacrificado y, además, hay un riesgo muy elevado de lesiones por culpa de las caídas, sin olvidar que no es una especialidad mediática, pero requiere mucho esfuerzo y no siempre es reconocido, sin patrocinios, sin apenas ayudas. Yo cobro al mes 300 euros de la federación. Y es porque soy la campeona de España». Este es el amor por un deporte.