Javier Fernández: "He perseguido un sueño, y no me arrepiento"

El campeón del mundo de patinaje artístico sobre hielo conversa con EL PERIÓDICO a una semana de la final barcelonesa del ISU Grand Prix

Javier Fernández, de flamenco hacia el oro

El campeón del mundo de patinaje sobre hielo , Javier Fernández, reinterpreta su programa corto con la 'malagueña' de Plácido Domingo sobre el escenario de Casa Camarón / periodico

JOAN CARLES ARMENGOL / BARCELONA

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Es uno de esos rara avis del deporte español que ha conseguido incrustarse en la élite de especialidades con escasa tradición en el país. Ese país de sol, playa y mar tiene al actual campeón del mundo, y tres veces campeón de Europa, de patinaje artístico sobre hielo. El próximo fin de semana, Javier Fernández (Madrid, 1991) asaltará uno de los pocos títulos que le falta, el de la final del ISU Grand Prix, que por segundo año consecutivo recala en Barcelona (10-13 de diciembre). Desde el escenario del restaurante Casa Camarón, donde recreó para este diario su programa corto a los sones de Malagueña , de Paco de Lucía y Plácido DomingoMalagueña, el patinador repasa su actualidad, su pasado y su futuro.

-Llega a Barcelona como campeón del mundo, y el año pasado le ganó el campeón del mundo de entonces, el japonés Yuzuru Hanyu. ¿Le podrá devolver la jugada?

—Espero que sí y mejorar así mi plata del año pasado, pero tengo claro que no ganaré por ser el actual campeón del mundo. Tendré que salir ahí y hacer mi trabajo y clavar el programa ese día [Javier patina al programa corto el día 10 y el largo el día 12, siempre por la noche]. Por supuesto que puedo ganar, pero debo tener la cabeza en mi sitio y controlar los nervios de patinar en casa y ante tanta afición local. Debo saber gestionar esa energía y esa adrenalina extra que me dará el público.

-¿Llega bien? ¿Cómo digirió el Mundial logrado en Shanghái?

-Estoy bien, muy bien. Llego a la final con dos oros en los torneos clasificatorios, en Pekín y Moscú, y pocos pueden decirlo. Pasé un verano muy ajetreado, con muchas celebraciones y compromisos, y empecé a entrenarme más tarde que otros patinadores. Me costó, pero enseguida cogí el ritmo y he podido conseguir el objetivo de esta primera parte de la temporada, que era estar en la final de Barcelona. He sido el patinador más fuerte en esta parte del año y eso me da fuerzas para el resto de la temporada, en que lucharé por revalidar los títulos de campeón de Europa y del mundo. Sé que en Barcelona tendré más presión por este título mundial que ya he conseguido porque ahora, si fallo, falla el campeón del mundo, no solo un patinador español. Pero me gusta tener toda esa expectación puesta en mí.

-¿Ya ha superado esa cuarta plaza de los Juegos Olímpicos del 2014?

-Totalmente, eso ya pertenece al pasado. Algunos fallos tontos me quitaron de la medalla, pero todas las cosas tienen su parte buena, y a lo mejor eso me va a dar más fuerzas para seguir cuatro años más e intentarlo en los siguientes Juegos, en el 2018 en Pyeongchang.

-¿Serán esos Juegos de Corea de Sur su última parada como deportista?

-Soy incapaz ahora de mirar más allá. Pocos patinadores llegan a los 30 o 31 años, es muy raro, y yo llevo desde los 15 en la categoría absoluta. En ese momento, quizá me apetezca hacer shows o quizá prepararme para ser entrenador, lo que seguramente me obligaría a quedarme unos cuantos años más en Canadá para aprender del mío. Pero, a la larga, quiero volver a vivir en España.

-Se fue muy joven, a los 18 años, a EEUU, y a los 20 se instaló en Toronto con el grupo de su actual entrenador, Brian Orser...

-Tuve momentos duros, por supuesto, pero cualquier reto que te propongas se hace un poco duro, al tener que dejar a la familia y los amigos. Pero no me arrepiento de haber perseguido un sueño. Creo que perseguir un sueño es siempre mejor que no hacerlo. Da igual que salga bien o mal, lo importante es intentar conseguir lo que realmente quieres. Yo, además, he tenido la suerte de que la gente que hay alrededor mío en Canadá se preocupa por mí.  Tengo una segunda familia allí, comenzando por Orser, que es realmente como parte de mi familia.

-Alguien dijo que su caso en el patinaje artístico es como si Messi hubiera nacido en Indonesia. Su caso, además, es como el de Carolina Marín, la mejor del mundo en bádminton.

-Estoy muy orgulloso del trabajo que estoy haciendo en un deporte sin tradición en mi país. Es algo para sentirse orgulloso. Hay que trabajar mucho para intentar que deportistas como yo, Carolina Marín o Mireia Belmonte no seamos los únicos que lleguemos tan lejos en nuestros respectivos deportes. Los tres nos hemos hecho fuertes para intentar tener nuestro hueco mediático en España. Con Carolina, además, íbamos a la misma clase en el CAR de Madrid y he seguido con interés su trayectoria. Tenemos en común que nuestras aficiones, mayoritariamente, están en los países asiáticos.

-Claro. Es que usted, si fuera japonés, estaría forrado, ¿no?

-Sí, pero aún así siempre me ha gustado competir por España. Mi novia [Miki Ando] es japonesa y, aunque hace años que ya ha dejado de patinar profesionalmente -sigue haciendo exhibiciones-, es una estrella en los programas de televisión, a los que la invitan muy a menudo. No hace falta que me expliquen cómo es la fama de un patinador allí y cómo es aquí, porque lo veo. La diferencia es muy grande, y en seguida se ve que en España no tenemos esa tradición y que hablamos de un deporte minoritario. Debemos conseguir que se construyan más pistas de hielo, ese es el primer paso.