LA PRIMERA DÉCADA DEL 2000
Mi visita preferida al Bernabéu (y 6): Puyol, el gol de la temporada
El capitán solo marcó en el inolvidable clásico del 2-6 retratado con su icónica fotografía
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
JOAN DOMÈNECH / BARCELONA
Hay imágenes que remiten indefectiblemente a un instante, a una acción, a un acontecimiento. Sin lugar a equívoco. Una de ellas es la de Carles Puyol besando el brazalete de capitán. Aunque lo llevara durante más de diez años y centenares de partidos. Solo se lo quitó una vez. La fotografía icónica de una de las más grandes victorias del Barça jamás vistas, pese a que durante una época exhibiciones como aquella fueran frecuentes.
Ningún resultado, sin embargo, puede equipararse al 2-6, por mucho que el Barça de Guardiola lograra palizas más abultadas a otros rivales. Al Madrid le cayeron cinco en el Camp Nou. Pero meterle seis en su estadio, en la última oportunidad de los blancos para engancharse a la pugna por el título del 2009, ha quedado inscrito de forma indeleble en la historia de los clásicos.
Con premeditación
La foto certifica que Puyol marcó un gol. No era el primero ni fue el último de los apenas 18 que anotó durante 14 años. Fue el único de aquella temporada. «Lo que se te pasa por la cabeza no se puede explicar. Si un gol es una alegría inmensa, hacerlo en el Bernabéu y en aquel momento...», recuerda Puyol de una situación inolvidable que las cámaras convirtieron en imperecedera. Una circunstancia que no fue del todo fortuita. Ni improvisada.
Hubo preparación y premeditación. En primer lugar, en la jugada estratégica, prevista para un córner o para una falta lateral, como fue el caso. Uno de los presuntos rematadores hacía un bloqueo habitual del baloncesto al marcador de un compañero para que este tuviera unos metros libres para rematar. Estaba hablado con Tito Vilanova, entonces segundo de Pep Guardiola y encargado de las acciones a balón parado. «Era Xavi quien debía marcar la jugada. Yo la veía clarísima y levanté el brazo. Él no me veía y yo mantenía el brazo levantado mientras hablaba con Piqué. Hasta que Xavi no me miró y me vio, no me quedé tranquilo», cuenta Puyol. La misma acción se repitió un año más tarde para que España venciera a Alemania en la semifinal del Mundial 2010. Idénticos protagonistas y desenlace semejante.
Idea compartida
Ensayada estaba la jugada y preparada la celebración. Tal vez fuera por la premonición que tuvo un amigo de Puyol cuando fue a recoger unas entradas al hotel azulgrana. «Me dijo que había soñado que les metíamos seis. No sé si le contesté si estaba loco o estaba borracho», explicó el central azulgrana, que nada más ver el balón en la red salió disparado a abrazar a Xavi, mientras se quitaba el brazalete, lo blandía al viento y lo besaba. «El festejo iba dedicado a un amigo porque la idea, en parte, era suya».
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El gol de Puyol significaba el 1-2 y el inicio de una remontada desmedida. El Barça se había presentado en el Bernabéu -en medio de la semifinal de la Champions con el Chelsea- con cuatro puntos de ventaja. Aunque perdiera, se marcharía preservando el liderato a cuatro jornadas del final. A principios de semana, Guardiola anunció al vestuario: «Saldremos a ganar, porque si pensamos que seguiremos siendo líderes, perderemos». El equipo siguió la consigna, incluso cuando el Madrid abrió el marcador. «Nunca aflojamos, ni en aquel partido ni en toda la Liga; con el tercer gol quisimos el cuarto, el quinto....», recita Puyol, que se detiene en el recuerdo. Piqué no se detuvo al seguir una jugada de ataque para anotar el sexto. Los culés recordaban el 4-1 de la visita anterior y se prometieron a sí mismos que no habría indulgencia. Lo que hubo, 25 días más tarde, fue el triplete. El primer triplete.
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