EL CAMPEÓN QUE NO SE CANSA DE GANAR

Una escalera de 18 peldaños

«No colecciono títulos, solo busco pasármelo bien», dice Toni Bou, que los acapara de 9 en 9

Subiendo 8 Toni Bou no piensa detenerse en el 18º peldaño.

Subiendo 8 Toni Bou no piensa detenerse en el 18º peldaño.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Toni Bou (Piera, Barcelona, 1986) suele entrenarse por esas montañas de Dios, ocultas, recónditas, con un mecánico de Montesa-Honda y su mochilero Joan Cordón. Uno perfecciona su sofisticada, ligera y potente Cota ART260 y el otro cuida de su cuerpo, le evita caídas, le señala las zonas peligrosas, resbaladizas y le ayuda, esto ya es más difícil, a mejorar su técnica.

El trial, según los expertos sensatos y, también, los fabricantes de motos, se ha convertido en un deporte de vértigo, con zonas increíbles, saltos inauditos, paredes inaccesibles, dificultades supinas. Ya hay quien intenta bajar el nivel de dificultad, más que nada para vender alguna moto pues los padres se asustan y piensan: «Eso nunca podrá hacerlo mi hijo».

Practicar lo imposible

Pero los campeones siempre quieren más. Más pared, más altura, más dificultad. «Yo veo las virguerías que hace Messi con la pelota cosida a su pie y ¡quiero intentarlo! Veo cómo se pliega mi amigo Marc (Márquez) en las curvas, tocando casi con la oreja en el asfalto y ¡me gustaría hacerlo! Veo, y flipo, con el triple Backflip de Travis Pastrana, dando volteretas en el aire con su moto ¡y quiero imitarlo! Y, sí, lo que yo hago es difícil, pero ¡debe ser difícil! Los campeones son los supervivientes de la dificultad», explica Bou, que acaba de sumar su noveno título mundial de trial al aire libre. Ya son 9+9, pues posee otros tantos indoor.

Pero aquel día, Miquel Cirera, su segundo apellido, el hombre que hace que todo en el equipo Montesa-Repsol de Bou funcione como un reloj, tenía la mosca detrás de la oreja. Toni le fue a ver a su despachito en Montesa y le pidió refuerzos. Solo por un día. «Miquel, mañana deberías prestarme un ayudante más». Cirera preguntó por qué sin querer preguntar. «Verás, es que voy a un sitio nuevo, algo más difícil que los que voy habitualmente y es para estar más tranquilo», respondió el más campeón.

Pero, claro, semejante explicación fue peor que querer saber. Así que Cirera le designó otro de sus hombres, aunque averiguó dónde iban. Y, a la mañana siguiente, se presentó en el monte, en la zona. No podía creer lo que vieron sus ojos. Aquello no tenía sentido. Mientras Bou se entrenaba en una zona escarpada, inaccesible, con paredes de asombro, saltos de trapecista del Cirque du Soleil, el tercer hombre sobrevolaba la figura de Toni, sujetado por varios arneses, colgado de los árboles, para cazar al vuelo al campeón en caso de que perdiera el equilibrio.

Aquel día Cirera se asustó. Bou le juró que era la primera vez que se entrenaba así, que no sufriera, que normalmente no peligraba tanto. Que quería probarlo, vamos. Como Messi, como Márquez, como Pastrana. Solo alguien que aspira, que persigue, que considera que la perfección se entrena así. «Si ganas es porque eres capaz de controlarlo todo. Y, en ese sentido, la cabeza es vital».

Una cuestión de carácter

«Yo no colecciono títulos. ¡Nadie colecciona títulos! Ni Messi ni Valentino Rossi, ¡nadie! Yo quiero pasármelo bien, disfrutar, divertirme. Mejorar día a día, trabajar mucho, ver a los demás, soportar la presión de Adam (Raga), un piloto admirable, ver cómo son los jóvenes que llegan para desbancarnos. Cuando llegan esos chicos, no me fijo en su depurada técnica, sino en su carácter. Hay que temer a los que tienen carácter, hambre, ganas de aprender, a esos no les pierdo ojo».

Le hablo del bache de Rafa Nadal, otro que no paró de ganar. «Todos los que ganamos tememos que un día nos ocurra algo así. Da cierto miedo, sí. Trabajas para que no ocurra, pero no está en tu mano. Yo, si me llega, quiero tener el coraje, las ganas, la fuerza, que tiene Rafa que, seguro, saldrá de esta y volverá a ganar. Los luchadores siempre encuentran un resquicio para sobresalir de nuevo».