Plaza alcanza la gloria al pie de los Alpes

El alicantino, de 35 años, logra el tercer triunfo español en una carrera bajo control de Froome

Rubén Plaza celebra el triunfo de etapa, ayer.

Rubén Plaza celebra el triunfo de etapa, ayer.

SERGI
López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¡A cazar etapas! Es la consigna que reciben los ciclistas de equipos que han perdido a sus líderes por caída o agotamiento. El Lampre, la única escuadra italiana que participa en el Tour, llegó con la esperanza de que Rui Costa, portugués y excampeón del mundo, destacara en la general. Pero ya está en su casa de Montecarlo. Así que ayer fue la ocasión para su amigo Rubén Plaza, de 35 años, que sumó la tercera victoria de etapa española tras las dos de Purito Rodríguez.

Plaza, después de tantas temporadas en el Movistar, criado en el Kelme, como si fuera una herida, por la oscuridad de las formas en aquel equipo, vivió su día grande. Fuga consentida de 23 ciclistas, que por el calor y el cansancio se van disgregando, y cuando los carteles anuncian la llegada de Manse, el último puerto, famoso porque su descenso se conoce como la ruta de La Rochette, testimonio de la caída de Joseba Beloki en el 2003, Plaza demarra, el ataque de su vida, todo o nada. Lo explicó así: «Escapado solo sabía que lo único que contaba era la victoria, pero no la vi clara hasta el final, porque desde el coche me avisaban de que Sagan me comía terreno».

SAGAN, OTRA VEZ SEGUNDO / Pero Peter Sagan, de nuevo, solo pudo ser segundo. Sirva como ejemplo lo que ocurrió 18 minutos después de cruzar la meta este alicantino nacido un 29 de febrero, con «solo siete cumpleaños oficiales hasta ahora». Alberto Contador, que atacó en el mismo lugar del 2013, sin que le permitieran el movimiento, como hace dos años, nada sabía del resultado de la etapa. Y preguntó: «¿Ha ganado Sagan?», que corre en su equipo. «Ha sido segundo», le aclararon. «Sin comentarios», respondió.

Plaza, el mismo corredor que estuvo a punto de dejar el ciclismo cuando se cayó en el descenso del Collado Bermejo, en la Vuelta a Murcia del 2011, con doble fractura de tibia y peroné, se había distinguido estos últimos años como uno de los fieles gregarios de Alejandro Valverde en el Movistar. Por el Tour anduvo, aunque frenado por las caídas.

«Sabía que el descenso de la Rochette era muy peligroso, por lo que decidí bajar rápido, pero sin arriesgar», dijo. Y aún así se le fue la rueda trasera en una curva. Sucedió instantes antes de que Sagan, que bajaba como un loco, arriesgando demasiado para ser tan solo segundo, también derrapara. Y minutos antes de que los favoritos, que descendían al compás de la velocidad de Valverde, se dieran un buen susto cuando Warren Barguil chocó contra Geraint Thomas, el último gregario de Chris Froome en la montaña, para lanzarlo al precipicio.

Solo fueron arañazos y menos de un minuto de pérdida. Pero todos aminoraron la marcha para dejar la batalla aplazada hasta mañana (hoy toca descanso) con la llamada de la primera de las cuatro etapas alpinas, en otro día controlado por Froome. «Yo ya he cumplido. He logrado el triunfo soñado, a una edad en que las victorias se viven de forma diferente». Ganó en la plaza del Tour. Otros jamás lo podrán decir.