ÉXITO EN LA PRUEBA BARCELONESA

Un triatlón que mola

Los participantes en el Triatlón de Barcelona se lanzan al mar, con trajes de neopreno

Los participantes en el Triatlón de Barcelona se lanzan al mar, con trajes de neopreno / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por delante, Mario Mola, el vencedor, corría (en bici o a pie) en la soledad de las primeras horas de la mañana, con menos calor, de público y de temperatura, que, por ejemplo, Julián Hurtado, experto maratoniano, 49 años, que debutaba en el Triatlón de Barcelona, en la disciplina de esprint, más corta y más intensa que la olímpica, pero que moló igual y que cautivó, en la hora del aperitivo y el baño en la playa, a turistas y barceloneses que se citaron en los territorios de la Vila Olímpica por donde discurrió buena parte de la prueba.

A Mónica Valenzuela (clasificada a mitad de tabla) poco le importó el tiempo de Carol Routier, la ganadadora femenina y novia de Mario Mola. Todo quedó en la pareja. Y Mónica, entretanto, se había apuntado al triatlón barcelonés para disfrutar del espectáculo, para sentirse deportista y para comprobar que el esfuerzo y los entrenamientos con sus compañeros del Polo no habían caído en vía muerta. "Al llegar a meta solo pensé una cosa: tengo que correr otro triatlón". Porque ella debutaba, sin apenas experiencia, sobre todo, en el sector de ciclismo, donde es mejor pedalear en solitario que en grupo, porque si no se controla la bici, mantenerse en el grupo y no perder la rueda es un oficio de lo más complicado y que merece horas de entrenamiento.

Pero Mónica se alquiló una bici de carbono, de las buenas, con la que ya había entrenado y se lanzó sin temores para enfrentarse a los 20 kilómetros de los que constaba la prueba de ciclismo. Y, mucho más acostumbrada al impacto de las zapatillas con el asfalto, esperó y deseó que el atletismo, o mejor dicho el 'running', como ya se denomina, sustituyese a la tortura sobre la bicicleta. Llegó feliz a meta. Y acordándose de sus dos hijos, de 2 y 5 años.

El lío de las transiciones

Público, lo que se dice público, no hubo la muchedumbre que desbordó las previsiones en el último maratón, entre otras cosas porque el triatlón barcelonés no se desplazó al centro de la ciudad. "Cuando ibas en bici, o ya corriendo paralelos al mar, te dabas cuenta de que la gente que nos miraba eran principalmente bañistas camino de la playa", explicó Hurtado. Y muchos familiares --él mismo fue recibido en la meta por su hija--. Hasta el punto de que buena parte de los participantes cogían a sus hijos pequeños para recorrer con ellos la alfombra azul que conducía hacia el arco de la meta.

Los más expertos, Mola, a la cabeza, practican y hacen de las transiciones una auténtica carrera para ver quién va más rápido, casi como cambiar neumáticos en las carreras de fórmula 1. Los debutantes, los más inexpertos, ni se quitan las zapatillas sin soltarlas de los pedales automáticos poco antes de bajarse de la bici, ni se aceleran a la hora de desprenderse del traje de neopreno para transformarse de nadadores a ciclistas. Se toman su tiempo, se ponen los calcetines, se ajustan el casco, un respiro, beben un trago del botellín y se lanzan al ruedo ciclista (en la hora más popular, al final del triatlón, algunos participantes iban hasta con bicis de paseo) para disfrutar de los paisajes barceloneses. Acabaron casi 3.000 con una frase en la cabeza, tal cual, el triatlón de Barcelona mola. Y mucho.