La pelea del siglo

Puños de oro en Las Vegas

Floyd Mayweather y Manny Pacquiao podrían repartirse más de 300 millones por los ingresos de televisión

Floyd Mayweather y Manny Pacquiao sostienen el cinturón del campeón del peso welter, en Las Vegas

Floyd Mayweather y Manny Pacquiao sostienen el cinturón del campeón del peso welter, en Las Vegas / periodico

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Cuando Floyd Mayweather y Manny Pacquiao salten al cuadrilátero en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas ante los ojos de 16.800 espectadores en vivo y millones más pegados a pantallas de televisión de todo el planeta, más de uno se planteará preguntas como las que se leían en 'Del boxeo', el brillante y emblemático ensayo que publicó hace casi tres décadas la escritora estadounidense Joyce Carol Oates. "¿Qué está pasando? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué significa esto? ¿No se puede detener?".

Muchos -como acostumbra a ocurrir con el boxeo, tan incomprendido para unos como incomprensible para otros- nunca encontrarán respuestas, tampoco en esta ocasión. Sin embargo, las hay, y muchas, en el enfrentamiento entre los dos mejores púgiles de la última generación, un combate con el que un deporte generalmente visto en declive cultural trata de mostrar su vigencia y, de momento, ya demuestra su poder.

Desde que en el 2009 no llegaron a buen puerto las conversaciones previas para un combate entre Mayweather y Pacquiao se ha ido alimentando la ansiedad por esa pelea. La espera de cinco años y medio les mide ahora a los 38 y 36 años respectivos, quizá ya no en su momento pletórico, deportivamente hablando. No importa. Por fin se encuentran entre las cuerdas dos estilos, dos personalidades encontradas.

El agresor y el juerguista

En una esquina, 'Money Pretty boy', el estadounidense exuberante, invicto como profesional (47-0) pero perseguido en lo personal por la sombra de siete acusaciones de violencia doméstica de cinco mujeres distintas (se declaró culpable dos veces y fue sentenciado a breves periodos de cárcel en ambas). En la otra 'Pacman', con otro currículo memorable en el cuadrilátero (57-5-2) y una polifacética carrera fuera de él, que va de la política al baloncesto y que ha dejado atrás tiempos de juego, alcohol y mujeres. Ahora es un cristiano renacido y el héroe nacional de Filipinas, donde se acaba de emitir un sello con su imagen y donde cuando él salta al ring bajan los índices de criminalidad y hasta Gobierno y rebeldes declaran una tregua.

Quizá en el 2009 habría habido mejor boxeo, pero no tanta expectación. Como decía el miércoles en la última comparecencia de los púgiles ante cerca de 600 periodistas Leonard Ellerbe, el consejero delegado de Mayweather Promotions, "esta es la pelea que el mundo ha estado esperando a ver". Y aunque son habituales frases como "la pelea del siglo" o "del milenio" (o incluso según Mayweather "de la historia"), sobre todo saliendo de boca de promotores como Bob Arum -que gestiona la carrera de Pacquiao como antes hizo con Muhammad Ali- en este caso no son del todo una exageración.

Gratis en México

Los récords de este fin de semana caen como puñetazos en 12 asaltos, al menos en términos de negocio. Se espera que solo en el sistema de retransmisión de pago por televisión en los 13 territorios internacionales en que se ofrece el combate se apriete el botón de compra más de tres millones de veces, superando la marca de 2,5 millones que Mayweather estableció en su pelea con Óscar de La Hoya en el 2007. En México, cuya oficina de turismo es uno de los patrocinadores de la pelea, se verá gratis; en otros países como España se podrá seguir por 12 euros. En Estados Unidos el coste también hace historia: 89,95 dólares o 99,95 si se quieren ver en alta definición (entre 80 y 90 euros). Y eso antes de impuestos.

Ni el elevado precio ni la generosa oferta de otros acontecimientos deportivos (desde tres partidos de la liga de béisbol, incluyendo un Yankees-Red Sox, hasta el Derby de Kentucky) hacen sombra al duelo en la ciudad del pecado. Y se anticipan beneficios de televisión de más de 300 millones de dólares (doblando los 150 millones del actual récord, que también logró Mayweather contra Saul 'Canelo' Álvarez en 2013), un cofre del tesoro que principalmente se repartirán los dos púgiles con una división 60-40 a favor del estadounidense porque recientemente sus peleas tuvieron mejores audiencias.

Si en la tele se augura éxito, lo que está ya comprobado es el ansia por ser testigo directo del combate. O de cualquier cosa relacionada con él. En Las Vegas el índice de ocupación hotelera este fin de semana se mueve entre el 94 y el 98% y eso que el coste de las habitaciones se ha cuadruplicado de media.

Si algo exhiben Mayweather y Pacquiao es su efecto imán. Cuando se pusieron a la venta las únicas 500 entradas disponibles para el público se agotaron en 60 segundos, y aunque el precio oficial era de entre 1.500 y 10.000 dólares, en el mercado secundario todo se ha ido a la estratosfera. Sentarse en los asientos donde cabe la opción de ser salpicado por el sudor y la sangre de Mayweather y Pacquiao puede ser en reventa cuestión de hasta 300.000 dólares. Incluso la sesión de pesaje, que se puede ver gratis por ley en el estado de Nevada, se convirtió en fenómeno. Para evitar aglomeraciones, y con los beneficios destinados a dos organizaciones benéficas elegidas por los púgiles, se pusieron a la venta entradas a 10 dólares. En 90 minutos se vendieron más de 10.000. La inflación fue porcentualmente mayor que para la pelea. Hubo quien pagó 400 dólares para ver a dos hombres de torso desnudo comprobando que estaban en el máximo de 66,7 kilos del peso welter.

Como Woodstock

Famosos del mundo del espectáculo, de la política y de otros deportes han ayudado también estos días al revival del boxeo, mostrando su preferencia o sus apuestas por un púgil u otro, resucitando recuerdos como los de aquel Frank Sinatra que se ofreció a hacer fotos para la revista Life del combate de Ali y Joe Frazier en el Madison Square Garden a cambio de una de las entradas tan difíciles de conseguir en el 1971 como las de esta noche. No parece desencaminado Ken Hershman, el jefe de HBO Sports (la cadena de cable que tiene los derechos de las peleas de Pacquiao y que ha posibilitado la pelea gracias a un acuerdo con Showtime, que tiene los de Mayweather), cuando dice: "Este combate es un acontecimiento cultural. Puede ser un poco como el festival de Woodstock, donde dice que estuvo el triple de gente de la que de verdad acudió".

La música – o en este caso el baile sobre la lona, el esfuerzo y el dolor– lo pondrán los dos artistas de los puños, que están dejando en manos de otros los tradicionales ataques retóricos y los gestos teatrales de enemistad. Como ha dicho Mayweather explicando su inusual moderación, "esta pelea se vende sola".

Anticipándose a qué pasará después, expertos como Greg Bishop, de Sports Illustrated (una revista que ha hecho lo que solo hace con su número de biquinis y ha dado a los púgiles la portada y contraportada), creen que el único paso posible de futuro es una segunda pelea entre ambos. Mayweather, no obstante, parece descartarlo. Le queda solo un combate en su contrato con Showtime y ha dado pistas de que podría dejarlo. "Ya no lo disfruto realmente como lo hacía. Es un negocio ahora –le decía esta semana a The Washington Post–. Fue divertido pero he llegado a un punto en que he superado todo esto".

Esos debates y elucubraciones quedan para otro día. Porque ahora toca saltar al ring, dar espectáculo y boxear.