La ronda ciclista francesa
Un ciclista llamado De la Cruz
El joven corredor de Sabadell debuta con la montaña como objetivo
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA/ LEEDS
En Canillo, principado de Andorra, los ciclistas y cicloturistas siempre paran a tomar el café con leche, el cruasán o el refresco en la misma pastelería, frente al palacio de hielo. Lo hace Purito Rodríguez, desde hace años, en un establecimiento donde se parió la ascensión al Coll de la Gallina, dos veces ya coronada por los corredores en la Vuelta.
David de la Cruz, 25 años recién cumplidos, debutante en el Tour, integrante del conjunto alemán Netapp, se pasó buena parte del mes de junio concentrado en altitud, en Soldeu, entrenando por los parajes y los puertos de Purito, casi siempre en solitario, a la busca y captura también, aunque fuera necesaria la ayuda del coche para reducir kilometraje, de los templos del Tour, del Tourmalet, de Hautacam, donde se decide la prueba en la lejana tercera semana.
Hasta la pastelería de Canillo, salón de té, aire francés, apareció De la Cruz, un soleado domingo de junio, en su único día de descanso, de recuperación. Con sus gafas graduadas, delgado, espigado, con tejanos y un jersey de algodón, parecía más bien un universitario que un corredor, dispuesto a ofrecer sus sueños en el Tour, uno de los dos únicos catalanes de la carrera, dirigido en el Netapp por otro barcelonés, Àlex Sans, que fue técnico de Carlos Sastre en el desaparecido Cervélo.
El 'maillot' de lunares
De la Cruz, en Andorra, explicaba sus retos y enumeraba su espartana vida en los Pirineos, entrenamiento y descanso, masaje y comida, internet y siesta, lectura y paseo. Hablaba de la libertad que va a tener en el Tour, de la dureza que le espera, pero también de los objetivos de un debutante que va para figura, que escala y destaca como contrarrelojista desde que salió de la cantera del Club Ciclista Sant Boi.
«¿Y si no es una locura luchar por el jersey de lunares?». Ante tal cuestión era necesario sorprenderse, de forma agradable, porque cuando un corredor debutante habla de pelear por la clasificación de la montaña es porque sabe que está llamado a hacer cosas grandes en este deporte, necesitado de cantera, mientras las grandes figuras locales van envejeciendo poco a poco.
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