Toni Bou, el campeón que jamás pierde

El piloto de Montesa no cesa de coleccionar títulos mundiales y españoles

Toni Bou, el campeonísimo de Montesa-Honda, practica en una de sus zonas preferidas de entrenamiento.

Toni Bou, el campeonísimo de Montesa-Honda, practica en una de sus zonas preferidas de entrenamiento.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS
BARCELONA

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La mascota de Toni Bou debería ser la mascota de Marc Márquez. Es Bou quien tendría que lucir en su casco, en su medio casco de trialero empedernido, la hormiguita trabajadora, ahorradora, incansable, meticulosa, perfeccionista. Los dos se merecen ser apadrinados por ese animalito, ejemplo de constancia, oficio y bien hacer, porque los dos, con botitas de gamuza, con paso silencioso, «carrera a carrera», como suelen confesar, se han convertido en los más grandes campeones de su especialidad.

Lo de Bou es histórico, poco menos que irrepetible, sobre todo para aquellos que ya tenemos unos años, y crecimos en el trial de la mano del británico Dougie Lampkin, poseedor de 12 títulos mundiales, y el popular Jordi Tarrés, ganador de siete cetros. De ahí que los 14 de Bou, siete bajo el sol y otros siete bajo los focos en recintos cubiertos, sean ya una marca digna de un campeón que no parece dispuesto, no solo a ceder el trono, sino a dejar de entrenarse («el único secreto de todo es entrenar más que los demás y no bajar jamás la guardia») y a seguir persiguiendo títulos. El último, el pasado domingo al revalidar el campeonato de España al aire libre.

Equipo, moto, lazarillo

Bou empezó montando en bici y, sí, también en bici lo ganó casi todo en las categorías promesa, benjamín, minime y cadete, que ya es ganar. Y asegura que al truco de entrenar más que nadie, «aunque alguna mañana te dé pereza levantarte», hay que añadir una fábrica como Montesa detrás, un imperio como el de Honda a tus espaldas, una moto como la suya, y unos técnicos y mecánicos que no duermen si hay que encontrar alguna solución a cierto problema que aparezca, sea pequeño o grande. Todo con la colaboración, inestimable e imprescindible, de su inseparable Dídac Cercós, sus ojos, las yemas de sus manos y su tacto sobre el terreno. Es decir, lo que antes se llamaba el mochilero y ahora es más bien un guía o lazarillo.

«Si no empiezas la primera zona de cada trial, sea indoor o outdoor, sea campeonato de España o Mundial, con el mismo espíritu e ilusión que cuando empezabas a correr, no ganas, te llames Toni Bou o te llames como te llames», afirma el campeonísimo de Montesa, que elogia la presencia en cada prueba de pilotos, algunos de ellos campeones de todo o de buena parte de lo que él ha ganado, como Albert Cabestany (Sherco), Adam Raga (Gas Gas), el japonés Takahisa Fujinami (Montesa) y Jeroni Fajardo (Beta). «Aquí, como en cualquier deporte, nadie te regala nada e, insisto, si te presentas chuleando de palmarés, pero sin haberte preparado, te borran de la clasificación de un soplido».

Bou, de 27 años, ha tenido la suerte de no lesionarse gravemente nunca. Y tiene la suerte de que le gusta entrenarse y ver vídeos de los demás, y acudir a la montaña si una zona se le ha atragantado un día. «Voy, y voy, y voy, y hasta que no la hago bien, no paro». Y cuando ve que alguien hace un movimiento nuevo o que él interpreta que es novedoso, lo analiza y, si le va bien, lo copia. «Entre nosotros hay muy buen rollo pero, evidentemente, no como para explicarnos las cosas que hacemos, los trucos que ideamos o cómo nos sale lo que al otro le cuesta. No, pero estudiarnos, nos estudiamos un montón. La única manera de seguir ganando es ser un poquito mejor cada día», dice el piloto de Piera, donde ya tiene su rotonda con estatua incluida.

Moto y piloto, todo uno

Bou asegura que el trial es un deporte muy técnico, muchísimo «y demasiado perfeccionista»«El truco -según este hombre que no pierde nunca- consiste en convertir la moto en otra parte más de tu cuerpo, en una prolongación de ti, en tu tercera pierna o tu tercer brazo. Hay que moverla, trasladarla, deslizarla, transportarla con la menor fuerza posible, con la mayor facilidad». Y por eso hay que entrenar y probar y probar. Jugar con el recorrido de la suspensión, aprovechar que la suspensión se encoge y salta, apretar las rodillas, hacer fuerza con los brazos, brincar al mismo tiempo que la moto, hacer fuerza con el manillar. «Hay que tener feeling con la moto, tener tacto con el embrague, manejar con suavidad el gas, hay que sentir que la moto y tú sois lo mismo. Todo es coordinación, absolutamente todo».

Y hay que meter muchas horas en el gimnasio porque hay que estar cachas para cuando se ideen zonas con contenedores y troncos en los pabellones o se busque barro y rocas resbaladizas en las montañas ser capaz de superarlas. Y, eso sí, hay que confiar ciegamente en Dídac Cercós, de ahí que sea su lazarillo. «Él me marca la salida, él me coloca, él sabe que detrás de la roca hay un precipicio, él me dice 'tercera a tope' y yo ¡tercera a tope!, sin pensar». Y así lleva un montón de años, enlazando títulos y más títulos. Como una hormiguita. Silenciosa. Sin aparentar. Cuidando su despensa, repleta de trofeos. Muchos. Los mejores. Todos.