Análisis

Aquiles está herido

MARTÍ PERARNAU

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Hay causas objetivas y causas azarosas en la lesión de Messi. Y como en muchas de las lesiones musculares de un deportista, ni siquiera la ciencia médica puede dictaminar con rotundidad absoluta las razones auténticas del problema. Se logran aproximaciones, pero no la verdad absoluta, de ahí que el afectado siempre padezca un periodo de confusión: ¿por qué ha sucedido? El jugador ha vivido ocho episodios en el 2013: el partido de ida de la Champions ante el París Saint Germain, el de vuelta; el del Bayern, en la ida; ante el Athletic, la gira asiática, el Atlético de Madrid, Almería y Betis. Los ocho episodios están estrechamente relacionados.

En unos casos, una cicatriz tierna se reabrió; en otros, el episodio se reprodujo en zonas limítrofes que habían sujetado el músculo herido. Algunos episodios se resolvieron con éxito pleno; otros se gestionaron bajo tal urgencia (por ejemplo, en la pasada Champions) que agravaron el problema.

La relación causa-efecto no es tan obvia como se pretende desde la frivolidad. Es indiscutible que Messi ha incurrido en demasiados factores de riesgo, como descansar poco en verano, viajar mucho y forzar el cuerpo en la Champions. Pero no puede asegurarse que estas sean las razones auténticas de tanta recaída, ni cabe atribuirle a Guardiola ninguna receta mágica. Con Messi, Pep hizo lo que con todos y un punto más: implantar una metodología espartana de trabajo y cuidados. Pero ni siquiera semejante política puede garantizar que no se produzcan este tipo de sucesos. El azar también influye en el cuerpo del deportista.

Messi se le cuidó con la obsesión tradicional en Guardiola, vigilando hasta el mínimo detalle. Hoy sabemos con certeza que el último año y medio en el vestuario del Barça no ha sido, precisamente, de continuidad en la extrema exigencia que impuso Pep, pero a Messi no le ha ocurrido nada que no hubiera podido suceder también en tiempos de Guardiola, aunque parece evidente que se habría gestionado con más claridad de ideas que en estos últimos meses, si bien a Tata Martino y sus colaboradores poco se les puede reprochar: han medido los esfuerzos de Messi con prudencia, sin exigirle sobreesfuerzos.

El problema muscular de Messi tiene solución. Podría ocurrir que la recuperación se enturbiara por exceso de propuestas y metodologías o por las prisas, pero si hubo un largo tramo de cuatro años sin episodios ni roturas, no es concebible que no pueda reencontrarse dicho rumbo. La lucidez mental del propio Messi será clave, pues un exceso de ansiedad sería tan nefasto como instalarse en el temor perpetuo a la recaída. Aunque la ciencia médica no pueda afirmar con rotundidad las causas ciertas del problema, sí posee las vías para sanarlo.

Messi ha sido el pilar fundamental de los éxitos incesantes del último lustro y su ausencia no es una más. Interpretar que no sucede nada grave porque hay sustituto para la estrella argentina, por bueno que sea Neymar, sería peor que cualquier herida muscular. Guste a todos o no, Messi es el Aquiles del Barça y minimizar esto supondría otro error en la gestión de la herencia recibida.