La ronda española

Implacable Contador

El ciclista madrileño destroza a Purito con un ataque que entra en las páginas de oro de la Vuelta

Contador atraviesa exultante la meta de Fuente Dé, consciente de su golpe al liderato.

Contador atraviesa exultante la meta de Fuente Dé, consciente de su golpe al liderato.

SERGI LÓPEZ-EGEA

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Alberto Contador se puso en la piel del mejor Bernard Hinault y tal como hizo el ciclista francés en la memorable Vuelta de 1983 destrozó a sus rivales con un ataque, en aquella ocasión en Ávila, que entró en las páginas de oro de la ronda española.

El ciclista madrileño se convirtió en el gran Pedro Delgado cuando en 1985, camino de Segovia, sepultó a David Millar con una ofensiva que le convirtió en un mito de este deporte. Ni entonces ni ahora aquellas etapas estaban marcadas en rojo. Desde ayer, se recordará que un 5 de septiembre del 2012, Contador, herido en su orgullo, azotó con crueldad, a un catalán altivo, vivo, imaginario, pero humano, como Purito Rodríguez, fiel a esa imagen de «diablo pegado a la oreja» del que hablaba el líder desbancado. Contador se apropió así de jersey rojo de la ronda española para convertir a Fuente Dé, una cima corriente, en una cumbre de leyenda. Solo, como Louison Bobet o Fausto Coppi, sin nadie en el camino, como Eddy Merckx. Sí, ayer Contador fue un poco de todos ellos. Y así Purito no tuvo otra opción que levantar el pie y entregar su suerte al mejor corredor del mundo.

Contador comenzó a ganar ayer la Vuelta que lo escogió como principal favorito, la ronda de su regreso tras la rocambolesca sanción del solomillo, la carrera que creyó Purito que tenía controlada porque la Bola del Mundo es una trampa de hormigón que parece conducir hacia el cielo en escalera. Ese era su territorio. Jamás pensó que en una etapa de supuesta transición, en un puerto de segunda categoría, que no es nada, por donde el coche sube fácilmente a 80 kilómetros por hora y en sexta velocidad, y donde se esperaba una escapada consentida, Contador iba a ser el fugado y mucho menos que el madrileño atacaría a 55 kilómetros de meta. ¡Si eso está pasado de moda! ¡Si eso es ciclismo pretérito, en blanco y negro! Pero Contador solo hay uno. Qué distinto habría sido el Tour de este año con el madrileño en escena. Bradley Wiggins, sin duda, no lo habría tenido tan fácil.

LA 'TACHUELA' DE LA HOZ / El Collado de la Hoz era un puerto insignificante, una tachuela, un granito en la cara de una Vuelta que ha subido cuestas por donde saltarían las cabras. ¿Qué hacía el director del Katusha? ¿Dónde estaba, por ejemplo, Denis Menchov, llamado a ser el gregario de oro de Purito con dos Vueltas y un Giro a la espalda? El Saxo Bank, idea de Bjarne Riis, lanzó hasta tres gregarios por delante. El Katusha debió entender que no era normal que el equipo del principal rival, en una etapa sin color, sacara a las tropas de la trinchera. Tenían que haber puesto un ritmo endemoniado por detrás, anular el movimiento. Con una velocidad de vértigo Contador no se habría podido mover. «Pero ví una curva a la derecha y me dije: 'Alberto, a tope'». Abrió 16 segundos en un abrir y cerrar de ojos. Purito solo tenía a Albert Losada. Un gigante contra un trozo de pan. Contador voló, primero con sus compañeros que lo esperaron, y después solo.

Valverde, al que pilló el demarraje de Contador retrasado en el paquete, reaccionó al final y casi lo cogió. Le valió para ser ahora segundo y el rival más peligroso de un madrileño universal, que chilló de alegría al cruzar la meta de Fuentes Dé... Contador. Le había costado conseguir una etapa pero ganó la justa y necesaria para acabar con la ilusión de un corredor alegre, Purito, que también hizo grande su derrota.