El partido del Camp Nou

Un póquer de Messi abre la manita

El gol inicial de Piatti desató la furia del Barça, que vapuleó al Valencia con un vendaval de fútbol y mereció una goleada mayor

Xavi agradece a Messi la asistencia en el quinto gol.

Xavi agradece a Messi la asistencia en el quinto gol.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con apenas 11 días transcurridos desde el último enfrentamiento era muy difícil que el Barça-Valencia fuera muy distinto al último. Hubo detalles diferentes, como que el once levantino se adelantara en el marcador, que Messi marcara -¡como si eso fuera una novedad!- pero el duelo repitió a grandes trazos los precedentes. El Barça fue muy superior, ganó con solvencia y mereció una goleada estratosférica que Diego Alves pudo mantener como convencional. Y, fiel a la tradición, Albelda vio una tarjeta.

Si Unai Emery confiaba en el guiño del destino, después de que Mendilibar consiguiera su primera victoria ante Guardiola el sábado pasado en Pamplona, pronto se dio cuenta de que las intervenciones extraterrenales se dan muy de tanto en tanto. Apenas 20 minutos duraron sus esperanzas. Hasta que hubo una aparición celestial; de un humano, sí, pero que no parece de este mundo. Messi despertó a Emery de ese sueño onírico que el técnico alimentó artificialmente gracias a su portero y la alianza de los postes. Le zarandeó cuatro veces y Xavi completó la mano de la bofetada.

LA EXCEPCIONALIDAD / Precisamente Emery debió darse cuenta de la excepcionalidad que agració a Mendilibar. Solo una vez se ha visto un Bar-ça (parcialmente) vulgar, en un patatal y sometido a unas condiciones tan terribles de meteorología. El Barça ya reaccionó en Alemania y ayer acreditó que lo de Pamplona fue un accidente. Grave, eso sí, porque le alejó del Madrid a una distancia tal vez decisiva.

Messi no le había marcado ningún gol al Valencia y anoche le endosó cuatro. Uno por partido, como inclemente castigo a Diego Alves por tantas frustraciones provocadas. Su primer póquer en la Liga, y el segundo de su carrera desde el que le endosó al Arsenal en la Champions el 6 de abril del 2012. El póquer de Messi permitió al Barça abrir la manita con que despidió al Valencia; del partido y de otra ilusión, que sería quedar segundo, como aspiraba su soñador técnico. Está a años luz.

XAVI DESCANSA / Messi no hizo más que trasladar las diferencias en el marcador y transformar un vendaval de fútbol espectacular en hechos concretos y tangibles. Al Barça le faltó Xavi, reservado por Guardiola, pero contaba ya con los recuperados Busquets e Iniesta, descansados y frescos después del parón forzado de las lesiones y de un desvergonzado Alexis. Tampoco notó la ausencia de Dani Alves, al que sustituyó Montoya, que se repuso del gol de Piatti y en el que se vio involucrado.

El gol no hizo más que desatar la furia local, cultivada por críticas al juego, insinuaciones a la actitud y herida por los 10 puntos del Madrid. Puesto como siempre en el campo, disfrutó del verde del césped (aún no es una alfombra) y movió el balón con la celeridad habitual. Gracias, principalmente, al despliegue de Busquets y a la imaginación de Iniestas, que se hinchó de despertar gemidos de admiración. Ellos pusiero el fútbol, Alexis retrasó al Valencia y Messi gozó de un campo abierto para ir clavando puntillas, una tras otra.

UN PROBLEMA QUE NO EXISTE / Esta vez, el problema de la banda izquierda del Valencia (los tres goles levantinos en los últimos duelos se gestaron por ese lado) no existió. Emery le evitó a Guardiola que tuviera que devanarse los sesos al dejar sentado a Jordi Alba, la mitad de la pareja de Mathieu. Montoya respiró con alivio aunque su inicio de partido fue para temblar. El Valencia se adelantó atacando por el otro lado y el canterano no atendió a la llegada de Piatti, que apareció en ese momento y ya no molestó más.

Messi y Alexis, en cambio, torturaron al Valencia, sometiéndole a un suplicio. La presión del Barça volvió a ser fiera y efectiva, y el juego solo discurrió en la mitad visitante. Con Albelda, frenado por una tarjeta en el minuto 3 y sin Banega, el once levantino no pudo mantener alejado al Barça de su área y se llevó un castigo que pudo ser más doloroso.