POLÉMICA EN EL ABIERTO DE ESTADOS UNIDOS

Los arrebatos de Serena

Seria 8 Serena Williams, durante el partido de la final femenina.

Seria 8 Serena Williams, durante el partido de la final femenina.

IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Lo de Serena Williams debía ser un regreso triunfal a Flushing Meadows,

el escenario donde ha sumado tres de sus 13 grandes. El año pasado se perdió el torneo por molestias en un pie. Este 2011, hace solo seis meses, nadie le aseguraba que podría volver a jugar: en febrero se le detectó un edema pulmonar.

Para cuando arrancó el Abierto de EEUU, Serena había superado los problemas, y a lo largo del torneo demostró que había recuperado su juego. Otra vez volvía a la final. Pero, otra vez, como le sucedió en la semifinal del 2009 frente a Kim Clijsters, perdió el control de sí misma, y uno de sus arrebatos ha teñido ahora de polémica un partido que, por méritos propios, ganó la australiana Sam Stosur (6-3, 6-2), una jugadora curtida en dobles a la que siempre se había considerado tan fuerte físicamente como débil mentalmente, pero que el domingo llevó al tenis femeninokiwi a un lugar que no alcanzaba desde que Evonne Goolagong Cawley ganó Wimbledon en 1980.

Tras perder el primer set, Williams veía escapar el primer juego del segundo. Por eso, cuando sacaba con 30-40, lanzó un sonoro«¡vamos!». ¿El problema? La bola no había llegado a su contraria; la jueza de silla, Eva Asderaki, determinó que Williams había hecho una interferencia intencionada y, con el margen que le daba el reglamento, decidió dar el punto a Stosur.

Williams se acercó hasta la griega y empezó a increparla. La confundió con la sueca que decidió el partido del 2009 (aquel que perdió tras amenazar con un«te voy a hacer tragar la puta bola»a una jueza de línea que le había pitado una falta de pie). Cuando llegó el descanso tras el tercer juego, siguió su diatriba.«Eres fea por dentro... Estás llena de odio... Si te cruzas conmigo, mira para otro lado. ¡No me mires!».

Tanto en la ceremonia de trofeos como en la sala de prensa, Williams se transformó y, con una sonrisa tan inocente como su mochila de Hello Kitty, aseguró no recordar nada de lo que dijo y trató de restar importancia a lo ocurrido minutos antes en la pista.

Otra vez multada

Es algo que hicieron también la Asociación de Tenis de EEUU y el comité de Grand Slams. Si tras el incidente del 2009 le impusieron dos multas que sumaron 92.500 dólares y le pusieron dos años en una especie de libertad vigilada (un periodo que acababa tras este Abierto), ayer anunciaron solo una multa de 2.000 dólares.

Es como si los responsables del circuito asumieran que el tenis femenino necesita estrellas como Williams, de las pocas capaces de llenar estadios. Más difícil sería que lo hiciera Stosur o las también inesperadas campeonas de Roland Garros (la china Li Na) y Wimbledon (la checa Kvitova) e incluso la número uno, Caroline Wozniacki, aún sin ningún grande a sus espaldas. El espectáculo debe continuar. Aunque sea tormentoso.