la tribuna

La leyenda del indomable 'Sevvy'

Ballesteros fue siempre un motivo de inspiración, aún a contracorriente, por su amor al deporte

Ballesteros abraza a su cadi tras ganar el Masters de Augusta en 1983.

Ballesteros abraza a su cadi tras ganar el Masters de Augusta en 1983.

LUIS Mendiola

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Una pequeña parte de los cinco títulos del Grand Slam y los más de 90 titulos internacionales que sumó Severiano Ballesteros servirían para darle sentido a la carrera profesional de cualquier jugador de golf. En el caso de Seve, los títulos fueron solo el balance contable de una memorable trayectoria que brilló con una intensidad y una luz cegadora, difícilmente comparable.

Un mito no se explica solo con conquistas. El de Seve Ballesteros se construyó más allá de los títulos, que lo convirtieron en uno de los grandes de la historia. Se construyó con carisma, con mucha imaginación, con talento ymucha pasión.

Pocos deportistas han tenido la trascendencia en su ámbito que Seve. La tuvo en España, dando a conocer un deporte que no existía para los aficionados, y que a fuerza de insistir propularizó, como demuestran las más de 300.000 licencias de hoy en día en nuestro país. Y la tuvo a nivel europeo y a nivel mundial, convertido en un fenómeno gobal que cambió las estructuras del deporte, dándole vida a un torneo como la Ryder, que languidecía y relanzó a nivel mundial. Siempre fue un motivo de inspiración, igual que lo ha sido en su despedida, sin una sola queja, transmitiendo coraje ante la adversidad .

Orgulloso, rebelde, revolucionario, apasionado. Todos esos adjetivos le acompañaron porque Seve nadó siempre contra corriente, en la mayoría de los casos impulsados por su amor al golf. Se peleó con los responsables del circuito europeo para mejorar las estructuras; con los del estadounidense que lo menospreciaron en sus inicios por seguir compitiendo en Europa. Con los responsables de la Ryder para que se abrieran a los europeos. Con los organizadores para que valoraran su talento con fijos por torneo.

SU HISTORIA fue la de un indomable. Un jugador de familia humilde, que se echó al mundo siendo un niño y que desde los 19 años, desde su primera aparición en el Open Británico, en 1976, se ganó con su segundo puesto en Royal Birkdale, un espacio en el corazón de los aficionados, que ya no abandonó durante más de tres décadas, sólidamente instalado en la cima.

Seve dio golpes que otros otros jugadores ni siquiera eran capaces de imaginar, como el golpe del párking que le dio su primera victoria en el Open, en el Royal Lytham. Pero Seve fue más que eso. Fue intrépido, valiente, extrovertido. Como recordaba aye Peter Alliss, uno de los periodistas británicos que lo siguieron durante toda su carrera, pocas escenas en el mundo del deporte transmiten la alegría por el triunfo como la de Seve en 1984, cuando embocó la bola en el hoyo 18 de St. Andrews, una imagen que se grabó en el brazo izquierdo, en símbolo de su carrera.

Seve era cercano y socarrón con sus allegados. Paternal con los jugadores españoles, que seguían sus pasos en el circuito, en especial con Olazábal. Pero sabía mantener las distancias, más alla del autógrafo o la fotografía para los fans. Con una sola mirada enfriaba una habitación. Y era reservado con quienes no le conocían y querían una parte de él. Y todo el mundo la queria.

SIEMPRE desconfió porque desde pequeño aprendió que había que ganar con el sudor de su frente. Incluso del que luego fuera su suegro Emilio Botín, que se ofreció a ayudarle en sus inicios, a cambio de una parte de los beneficios, propuesta que Seve rechazó gracias a la ayuda de un benefactor.

Seve se mantuvo fiel a sus raíces. A sus padres. A sus hermanos. A su Pedreña natal. Jamás renegó de sus orígenes humildes, a los que siempre se refería cuando, en torno a una mesa, conseguía hipnotizar a los comensales con sus historias.

Todo eso es lo que vieron los aficionados británicos y estadounidenses al adoptarlo como uno de los suyos. Mientras en España aún se intentaba dar con una medida real de sus triunfos, en Gran Bretaña lo disfrutaban por su carisma, por su imaginación, por su talento, por su rebeldía. Siempre fue Sevvy antes que Ballesteros. En España logró admiración a base de perseverancia. En Inglaterra se ganó el amor de los aficionados. Eso lo proyectó al mundo donde cimentó su leyenda.