El partido del Camp Nou

La mala puntería condena al Barça a otra decepción

Los azulgranas fueron muy superiores al Mallorca, crearon infinidad de ocasiones y cedieron dos puntos más en un córner mal defendido

Nsué supera a Piqué y Milito ante Valdés en la acción del empate, ayer.

Nsué supera a Piqué y Milito ante Valdés en la acción del empate, ayer.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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BARCELONA - 1 MALLORCA  - 1

Una victoria en tres partidos, después de que hayan desfilado el Hércules, el Sporting y el Mallorca por el Camp Nou, certifican que el Barça tiene un problema en casa. No con el estadio ni por la hierba, aún deficiente, sino consigo mismo. Con su falta de puntería para desaprovechar la colección de ocasiones de gol que crea; con su falta de confianza, que no le permite asumir las adversidades; con su falta de frialdad para retomar el hilo cuando el rival le da un golpe inesperado.

Todos esos factores se reunieron ayer para que el Barça sufriera otra decepción. Mayúscula. Mereció ganar con holgura y acabó empatando. Penado dura e injustamente con uno de los tres disparos que el Mallorca pudo realizar al marco de Valdés, mientras que Aouate, sus defensas y el poste impedían el triunfo del bicampeón. Solo acertó Leo Messi, a quien se le apagó la luz a partir del minuto 20.

OTRA VEZ LA ESTRATEGIA / El caudal de fútbol no se ve correspondido con los goles y ese es el principal hándicap del Barça, Seguramente el único, porque el otro no es resoluble. La talla física del equipo es inversamente proporcional a la talla futbolística de sus jugadores. Del mismo modo que la habilidad es una característica de la pequeñez de sus hombres, la escasez de centímetros se erige en un defecto en el juego aéreo defensivo. Y a este Barça que está en los cielos le maltratan por arriba.

Tres de los cinco goles encajados en la Liga han llegado en jugadas de estrategia. El primero lo metió Valdez (Hércules) en un balón suelto sin que ningún defensa pudiera rechazarlo con la cabeza y los dos siguientes nacieron de sendos córneres: Raúl García (Atlético) y Nsué, ayer. Otra lista, la de los postes, también es deficitaria. Los azulgranas llevan cuatro. Bojan se apuntó el último a un cuarto de hora para el final.

AMABILIDAD INICIAL / Al Barça le sobró fútbol para superar al Mallorca, un equipo a imagen y semejanza de su entrenador. Tan noble, tan limpio, tan formalito como era Michael Laudrup en el campo. Correspondiendo a la amabilidad azulgrana, que cerró el primer tiempo sin una falta. Ni un mal gesto ni una fuerte entrada, se diría que sin ningún ápice de agresividad visitante para descentrar al Barça, otro equipo de guante blanco. El Mallorca quiso jugar, en un gesto muy loable para el espectáculo, pero no juega como jugaba el técnico y su nivel no le alcanza para ganar en el Camp Nou a no ser que le acompañe un chorro de fortuna.

Pero le cayó encima, como reconoció sin tapujos su entrenador, y quiso aprovechar ese regalo divino. Como si entonces fuera Miquel Àngel Nadal, el segundo entrenador, rescató su vena competitiva. Con el empate, empezó a perder tiempo para restar minutos al reloj, Laudrup replegó a todo el grupo tras el paso por el vestuario eliminando un delantero y exigió a los suyos que dejaran de contemplar el sedoso fútbol local. Seis tarjetas amarillas acreditaron el cambio de actitud de los insulares que se estiraron con ilusión.

PAULATINO BAJÓN / Tampoco el Barça era, a aquellas alturas, el que saltó al césped en el comienzo. Carecía del empuje inicial, del ímpetu con que encerró al rival, de las ideas que le permitían penetrar en el área con una insultante facilidad. Tan insultante como su superioridad, que aventuraba una tarde plácida en el estadio. Los azulgranas trenzaron los pases con su conocida fluidez, Alves y Abidal alcanzaron la línea de fondo y los tres delanteros se repartían las oportunidades. Cada vez con menor frecuencia con el paso de los minutos de un Barça que acabó asfixiado de tanto correr cuando se había partido por la mitad.

El gol de Messi -el octavo en ocho partidos del Bota de Oro, que enseñó el trofeo en los prolegómenos- fue un regalo para la vista que rescató los mejores momentos de este equipo, incapaz de cerrar otra vez el partido. Hubo muchos más y la grada siempre abrigó la esperanza de que la decepción del 1-1 sería momentánea. Thiago y Nolito, que debutaba, aportaron el oxígeno y la frescura agotadas sin que tampoco se trasladara al marcador.