Un triunfo muy caro

Hartos de aguantar

Guardiola se indigna por la caza a Messi y la cantinela del Villarato tras dar el golpe en el Calderón

DAVID TORRAS / Madrid

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El Barça de Pep Guardiola saldó una de las pocas deudas que le quedaban, una deuda menor para un equipo que acumula ocho copas, pero que refuerza la sensación de que sigue siendo el que era, y acabó al fin con el maleficio que le perseguía en el Calderón (1-2). Pero al final del camino, cuando ya alzaba los brazos, recibió un doloroso golpe. La imagen de Leo Messi abandonando el campo en camilla, llorando, víctima de una malintencionada entrada de Ujfalusi, dejó a Guardiola, al equipo y a todos los culés con el corazón encogido. Es el alto precio que tuvo que pagar por dejar sobrevivir a un Atlético que, incapaz de llegar al balón, salió de caza y pilló el tobillo de Leo. Por una vez, Pep Guardiola no puso la otra mejilla y dijo lo que sentía, aunque probablemente se mordió la lengua. Después de tanta leña, de ver pasar a Messi con el tobillo hinchado y el rostro lleno de lágrimas, solo faltó que le pusieran delante la cantinela de los árbitros como si el Barça hubiera ganado a golpe de silbato y no a toques de balón. «Hemos vuelto a ganar por el árbitro, me habéis convencido. No os preocupéis, a nosotros nos beneficia todo el mundo. ¿Villarato? Sí, hemos vuelto a ganar por el árbitro, lo asumimos si así estáis más tranquilos», dijo, con el cuerpo alterado por la indignación, frente a esa inacabable lista de preguntas absurdas.

OCASIONES FALLADAS / No hay nada peor que darle vida al Atlético, un mal enemigo que nunca se deja morir cuando tiene delante al Barça. Habrá que verle cuando llegue la hora del derbi y Ronaldo se ponga a hacer bicicletas. La historia no les deja en muy buen lugar en esa comparación, y Guardiola no pudo reprimirse y hurgar en ese doble cara . «Si juegan con esta actitud y este nivel de agresividad son capaces de ganar incluso al Madrid aquí», ironizó.

El campeón pudo tener un final mucho más tranquilo, pero todo lo que construyó, con un Busquets con la sangre de hielo, y la pareja Xavi-Iniesta dando otro de sus espectáculos, se quedó a medio camino después de haberlo encarrilado a los 13 minutos, con un gol de Messi. El empate puso una pizca de incertidumbre, aunque el Atlético nunca dio para mucho más. Piqué metió un gol mucho más difícil que cualquiera de los que fallaron Villa, Messi y Pedro frente a un De Gea espectacular. Pero, lejos de reprochar nada, Guardiola se puso delante de los suyos y lanzó uno de esos alegatos que refuerzan aún más la identidad de este equipo: «Es un espectáculo cómo hemos jugado. Estoy tan orgulloso, con esta gente se puede ir al fin del mundo».

UN AMBIENTE EXCITADO / Y mucho más después de verles actuar ayer. El Calderón no es un buen lugar para tentar a la suerte y menos con el alterado viento de cola que dejó la derrota ante el Hércules. Para un equipo que la temporada pasada solo perdió un partido, precisamente en este estadio, arrancar con esos tres puntos menos es un peaje que no está acostumbrado a pagar. Así que, por si las moscas, Guardiola se la jugó con las piezas más fiables, los mismos que arrollaron al Panathinaikos, salvo el cambio de Maxwell por Abidal, que apenas altera el producto final.

Es la alineación que cualquiera pondría si en lugar de jugar a orillas del Manzanares se tratara de hacerlo más al norte, junto a la Castellana. Y como la historia reciente demuestra que el Calderón es mucho más duro que el Bernabéu -un triunfo en seis años-, no era cuestión de enredarse. Las cosas claras desde el principio y nada de concesiones. Pero, por más superior que fue, estuvo condenado a vivir 90 minutos volcánicos, un episodio más de un duelo que siempre deja mucho que recordar, y que puso al Calderón de los nervios.

OVACIÓN A INIESTA / En medio del rondo azulgrana, a la grada no le quedó más que ir reclamando un penalti detrás de otro, impotente ante el despliegue del campeón. En un clima cada vez más excitado acabó coreando un cántico recurrente -«¡España, España....!»-, se supone que con aire de provocación, ajeno a que en el campo había ocho de los campeones del mundo y todos vestían de azulgrana. La única concesión la hizo ovacionando a Iniesta.

Después de ese buen gesto, llegaría el hachazo de Ujfalusi. Qué cosas. Tanto que Mourinho temía porque le dieran «una hostia» a Ronaldo, tanto hablar y pedir protección, y el que se la ha llevado de verdad es Messi, que nunca alza la voz para quejarse y que se levanta cada vez que lo mandan al suelo. Ayer no pudo. «Si paramos a Messi por lo civil o lo criminal estamos dando un mal ejemplo», comentó Guardiola, en alusión a la estrategia que el director del diario Marca promovió en vísperas del duelo en el Bernabéu. Así es más fácil acabar con el Bar-ça. Pero necesitarán mucho más que eso.