La temporada azulgrana

El mago no descansa

Iniesta se exhibió con un delicioso gol y fue aclamado por el público de Santander

MARCOS LÓPEZ
SANTANDER

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El mago tiene estas cosas. Igual juega con una naranja, feliz como un niño en la portada de ayer de EL PERIÓDICO, que pasea su majestuosa elegancia por el césped del Nuevo Sardinero como si nunca hubiera hecho nada extraordinario. Pero, sí. Todo lo que hace el mago resulta extraordinario. Por la naturalidad que desprende su fútbol, viendo su pase a Leo Messi da la sensación de que cualquiera podría hacerlo, y por el espectacular gol que marcó, el

0-2 del Barça, digno de ser recordado por muchas cosas. Por su belleza, por su precisión y, sobre todo, por su extrema dificultad.

Así es Andrés Iniesta. El mago que hace sencillo lo que resulta poco menos que imposible al resto de los mortales. Jugó ayer de todo. Y todo lo hizo bien. Aunque se pensó que salía de extremo izquierdo, su extraordinaria movilidad fue el motor del juego azulgrana. Cuando la pelota llegaba a sus pies, el mago sonreía. Como el viernes cuando golpeaba la naranja que estalló en su pies desnudo, como ese balón que le colocó en la eternidad hace ahora casi dos meses en Suráfrica. Jugó ayer como siempre. O sea, con una autoridad indiscutible.

El mundo se detiene

Cuando toca el balón, parece que se detiene el mundo, como le pasó a él en la final del Mundial mientras la pelota botaba mansamente antes de batir a Holanda y darle el título buscado durante casi un siglo. Ayer, el mago decidió que no podía descansar. Nunca lo hace. Y menos cuando sus músculos le dejan tranquilo. Después de un verano extremadamente feliz, ha vivido en el paraíso, si alguien tiene las llaves de tan exclusivo lugar es él, saltó al Nuevo Sardinero con esa ambición que esconde su rostro de porcelana.

Quiso el balón. Pidió el balón. Y el balón fue suyo. Tan simple como eso. En el primer pase del partido, cuando la afición cántabra aún estaba tomando asiento en el estadio, Iniesta deslizó la pelota con un mando a distancia hasta conectarse con la mente, y con las piernas de Messi, para dejarle prácticamente solo ante Toño. Dos minutos de partido y el Barça ya ganaba, con exhibición del mago.

Faltaba, sin embargo, lo mejor porque el mago nunca enseña sus mejores trucos al principio. Un balón intrascendente al área del Racing fue despejado de mala manera por el meta Toño con la mala fortuna de que fue a caer a la bota derecha de Iniesta, sobre ese ese mismo pie que reventó una naranja. Y con una suavidad exquisita, el mago golpeó el balón para dibujar una parábola hasta el fondo de la red. Por eso, cuando Guardiola lo quitó en la segunda mitad, la gente se puso en pie para aclamarle por lo que había visto. Algo mágico.