LA HUMILLANTE DESPEDIDA DEL SUBCAMPEÓN

Francia, a la guillotina

Domenech saluda a Henry al finalizar el partido frente a Suráfrica en Bloemfontein, ayer.

Domenech saluda a Henry al finalizar el partido frente a Suráfrica en Bloemfontein, ayer.

RAÚL Paniagua

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Finalizado el partido, Carlos Alberto Parreira, el prestigioso seleccionador de Suráfrica que ha cumplido su sexto mundial, se dirigió a Raymond Domenech para decirle unas palabras. El técnico francés ni siquiera le miró a los ojos. Solo gesticulaba y ponía mala cara. Esa lamentable actitud fue la imagen perfecta de la ruina, de la destrucción de una Francia convulsa y agrietada que ayer cerró una etapa. Domenech

es historia. Laurent Blanc será el encargado de regenerar un grupo envenenado al que le espera la guillotina cuando regrese a París.

El seleccionador francés no supo encajar el desastre. Negó el saludo a Parreira y no se atrevió siquiera a dar explicaciones. Hasta tres veces se le preguntó por su comportamiento en la rueda de prensa y se negó a responder. Guardaba rencor. El técnico brasileño comentó hace meses que era una «vergüenza para el fútbol» que Francia jugara el Mundial tras la mano de Henry en la repesca ante Irlanda.

Tampoco aportó gran cosa Domenech para justificar la debacle en su último partido en el banquillo bleu. «No tengo explicaciones, estoy triste como todo el mundo. Amo a la selección, ha tenido momentos extraordinarios y va a continuar, porque la selección no muere nunca», dijo visiblemente emocionado.

Cuatro años después de proclamarse subcampeón del mundo, el combinado francés falleció dando pena, en una repetición del hundimiento del 2002. Entonces defendía la corona lograda en París y cayó en la primera fase. En Suráfrica ha sumado un punto y un gol, una triste impronta de un equipo amotinado que ha pasado de finalista a humillado.

La condena final

La sucesión de despropósitos que han agitado la concentración francesa desde su llegada a Suráfrica vivió ayer el punto culminante. Los insultos, peleas, motines y huelgas desembocaron en un encuentro esperpéntico. Domenech había anunciado que no podía asegurar que tuviera jugadores suficientes para afrontar el choque. El motín del vestuario era evidente y el técnico protagonizó su particular revolución.

Seis titulares desaparecieron del mapa, incluido el capitán Evra, que se sentó en el banquillo junto a Henry. «Le intenté pedir perdón al técnico pero me prohibió jugar. Yo no soy ningún mentiroso y pronto contaré toda la verdad. No voy a ocultar nada. Mi dignidad está por encima de todo. Que nadie lo dude», avisó el defensa, que convocará una rueda de prensa que puede ser demoledora.

Lloris, Gallas, Sagna, Diaby y Ribéry fueron los únicos que se mantuvieron en el once. Del resto, solo Abidal se negó a jugar. «Eric fue el único que se autodescartó. Me dijo: 'No me siento bien, estoy vacío'», aseguró Domenech. El lateral azulgrana no estaba dispuesto a participar en el triste epílogo de una muerte anunciada. En Bloemfontein, la capital judicial del país organizador, Francia vivió su particular condena final.

Con el mundo riéndose de la desgracia ajena y con unos jugadores más pendientes de su lucimiento personal, Francia no estaba ayer para ganar a nadie. Solo le faltaba que un mal árbitro se cruzara en su camino. El colombiano Óscar Ruiz dio validez a un gol polémico con posible falta previa, y expulsó injustamente a Gourcuff.

Pero esa excusa no sirve para justificar la lamentable actuación de Francia, que consiguió el billete para el Mundial gracias a la famosa mano de Henry ante Irlanda.

Henry, decrépito

En pleno «viaje al centro del infierno», como resumió el diario L'Equipe en su edición digital, Evra confirmó que los jugadores renunciarán al dinero que les corresponde por los ingresos de márketing generados durante el Mundial. «No queremos ninguna prima. No recibiremos ni un céntimo», comunicó el capitán, uno de los claros protagonistas de la rebelión. Blanc tendrá la delicada misión de tomar medidas y renovar una plantilla dividida y decadente.

Una imagen que se reflejaba en Thierry Henry, que disputó sus últimos minutos en un Mundial. El delantero azulgrana, que sustituyó a Cissé, recogió el brazalete que llevaba Alou Diarra y su aportación fue tristísima. Solo se le vio en un tiro horrible tras controlar el balón con la mano. Titi se paseó por el campo, en el reflejo más evidente de una Francia decrépita.