Un homenaje emotivo
Los descendientes de Jesse Owens y Luz Long, héroes de los Juegos de 1936, entregaron ayer las medallas de longitud
Las memorias del estadounidense no dejan mal a Hitler
Cuatro de agosto de 1936. El nieto de un esclavo de Alabama, James Jesse Owens, arrebata la medalla de oro en el último salto al alemán Carl Ludwig Luz Long. El ario felicita al campeón mientras Hitler abandona, enfurecido, la tribuna del Olympiastadion. Setenta y tres años y 18 días después, en una ceremonia llena de emoción, la nieta de Owens, Dortch Owens, y el único hijo de Luz, Kai Long, acompañado de su hija (y por tanto nieta de Luz), entregaron las medallas de longitud al estadounidense Dwight Phillips (oro, con 8,54 metros), al surafricano Godfrey Mokoena (plata, 8,47) y al australiano Mitchell Watt (bronce, 8,37).
Las familias Owens y Long nunca perdieron el contacto. Luz Long murió durante la invasión británica en Sicilia, en 1943, y Owens en 1980. Este último, en sus memorias, afirma que el führer le hizo un gesto amistoso con la mano desde el palco tras ganar los 100 metros. También cuenta que el apoyo y las muestras de cariño del público alemán fueron constantes. Eso parece desprenderse también de las imágenes captadas por Leni Riefenstahl para su película Los dioses del estadio, 400 kilómetros de filmación y dos años de montaje.
Cuestión de protocolo
En las memorias de la cineasta se puede leer que, efectivamente, Hitler no pudo estrechar la mano al tetracampeón olímpico porque el conde Baillet-Latour, presidente francés del COI, se lo impidió debido a que el protocolo olímpico no lo permitía. Riefenstahl también cuenta que para filmar las llegadas excavaron una zanja a unos 20 metros de la meta para situar una cámara. Owens no se percató hasta que se echó encima y tuvo que dar un salto para librarse de una mala caída.
Gracias al despliegue de medios de que dispuso Riefenstahl, se conservan tres saltos filmados de Owens. Su estilo haría hoy sonreír a cualquier entrenador. Era un velocista que saltaba, ejecutando media tijera y una salida del foso dando un volatín. Y aquí viene la parte más increíble de la leyenda. Owens no ganó hasta el último salto porque su talonamiento fue defectuoso hasta que Long le aconsejó retrasar unos centímetros su carrera. El concurso de Owens hasta los dos últimos saltos no fue brillante (7,74; 7,87; 7,75; nulo; 7,94; 8,06). El de Long fue parecido, aunque fue por delante gracias a un primer salto de 7,87, que repitió en el quinto, e hizo nulo en el último. El rubio felicitó al negro de Alabama, una imagen captada por Riefenstahl y que ha quedado para la historia como un gesto de eterna amistad.
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