Eurocopa 2008

Casillas consuma la venganza de España en los penaltis

El portero detuvo dos lanzamientos a Italia tras una batalla llena de tensión

RAÚL PANIAGUA / ENVIADO ESPECIAL
VIENA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

ESPAÑA - 0

ITALIA - 0

Se acabaron las maldiciones y las penas. España se merendó a Italia aplicando la receta favorita de su rival. El equipo de Luis Aragonés supo sufrir, se sobrepuso a todas las adversidades y se clasificó para semifinales dejando fuera al campeón del mundo en unos penaltis inolvidables. El ogro cayó. La barrera de cuartos también. Ahora sí toca soñar.

No había aparecido en la primera fase, pero ayer se lució ante el mejor rival posible. Iker Casillas se agigantó para aupar a España. Hizo dos paradas magistrales y detuvo dos penaltis para consagrarse como el mejor portero del mundo, delante de su oponente, el mítico Buffon que acabó reconociendo el majestuoso partido de su colega.

CESC FIRMA LA SENTENCIA

Iker puso fin a 88 años sin ganar a Italia en un partido oficial. Toda una vida. Pero el premio no llegó por casualidad. Italia demostró su fortaleza y no cedió hasta el último instante. Fue capaz de maniatar a España y la llegó a superar. El bloque de Aragonés no jugó su mejor partido, pero nunca perdió la fe y Cesc marcó el penalti que acabó con toda la agonía.

El duelo destiló la tensión que se esperaba. Máximo respeto y máxima igualdad. Donadoni desveló sus dudas en el centro del campo y se decantó por el músculo de Perrota en lugar de Camoranesi, un jugador más imaginativo. Ambrosini suplió a Gattuso y el invisible Aquilani entró por Pirlo. España, mientras, empezó con el equipo que le llevó al éxito en los dos primeros partidos. Si algo funciona para qué cambiarlo. Las novedades vendrían después.

El bloque de Donadoni empezó mucho más enchufado. Sin engañar a nadie, explotando sus virtudes y escondiendo sus defectos. El conjunto de Aragonés tenía más el balón, pero sin profundidad. No había movilidad, La circulación era lenta y sin atrevimiento España no es un rival peligroso. Temerosa de perder el balón y caer en la trampa del contragolpe italiano, el partido no tuvo demasiada historia en los primeros 45 minutos. Italia se encontraba más cómoda. No sufría en defensa y en ataque se dedicó a castigar a Ramos.

Sin transiciones rápidas y sin soluciones para el colapso del centro del campo, España solo lo intentó con disparos lejanos de Villa (m. 24) y Silva (m. 31 y 37). Tampoco el árbitro ayudó demasiado. Miró a otro lado en un claro penalti de Ambrosini a Villa (m. 16). En los transalpinos, todo se fió a la inspiración de Cassano, que causó mucho peligro.

El miedo a perder era evidente. En España faltaba convicción. Demasiado respeto y ninguna alegría. El vértigo se palpaba. Los italianos estaban a gusto. Las sensaciones no eran buenas. En cada ataque de España siempre había más blancos (laazzurravistió ayer así) que rojos. Los pases nunca llegaban a su destino y Chiellini calló a todos sus críticos con un partido inmenso que difícilmente hubiera igualado Cannavaro.

POSTE DE SENNA

La parsimonia con la que transcurría el juego de España no era buena consejera y Aragonés repitió la receta del pulso ante Suecia. Se cargó de un plumazo a Iniesta y Xavi, que dejaron sitio a Cazorla y Cesc. Camoranesi también entró en Italia y estuvo a punto de marcar el 0-1, pero Casillas hizo su primera intervención (m. 61). Conscientes de que habían desperdiciado su ocasión de oro, los italianos regalaron el balón y acabaron colgados del larguero, pero la fortuna les sonrió en un tiro de Senna que se le escapó a Buffon y acabó en el poste (m. 80). Un partido de Italia sin una acción así no tendría sentido.

España no quería llegar a la prórroga. Italia lo deseaba con locura y la encontró. Sin Torres (Aragonés lo cambió por Güiza) y con Senna lesionado con los tres cambios hechos, era necesario apelar a la épica. Silva rozó el gol (m. 92), Casillas sacó una mano prodigiosa (m. 95) y Cazorla mandó al limbo la última. Penaltis. ¿Maldición? Esta vez no. Iker se encargó de evitarlo.