Champions

El Barça se desquita, brilla ante el Manchester City y pasa como primera de grupo (3-0)

Las azulgranas evitarán en cuartos de final a Olympique de Lyon o Chelsea

Los tantos de Pina, Aitana y Alexia sellan un magnífico partido del conjunto de Pere Romeu

Laia Bonals

Laia Bonals

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No hay nada más romántico que rebelarse. Romper aquello que te rompió. Volver donde no fuiste y demostrar quién eres ahora. El Barça se reencontró contra un City que en la ida fue cruel. Perder cuando el inicio de Pere Romeu estaba tomando forma fue un golpe duro. Pero la revancha llegó con la calma que merece un reto importante. Las azulgranas no sucumbieron a las prisas y firmaron el mejor partido de la temporada para clasificarse para cuartos de final como primeras de grupo vengándose del City (3-0).

El Barça no cedió ni un metro al conjunto 'cityzen'. Se erigió como la autoridad que es sobre el verde. Las de Pere Romeu se hicieron con el balón en los primeros compases de partido y, desde ahí, controlaron bajo sus normas el encuentro. Se lo tomó con calma, se gustó, deleitándose con toques y pases vertiginosos que pillaron en más de una ocasión al City a contrapié. El Barça destilaba seguridad. En ellas mismas, en lo que iban a hacer. Ese punto de autoestima (y también rebeldía) marcó el duelo. El recuerdo de Manchester ha estado presente en el vestuario estos meses. La derrota fastidió más de lo que les habría gustado. Era hora de vengarse y el Barça sacó eso que solo tienen ellas: poder.

Aitana regaló magia desde sus botas. Muy lejos de la frontal, con un disparo bombeado, intentó superar a la portera Keating, exageradamente adelantada para cubrir la meta. El balón se fue demasiado hacia la izquierda, rozando casi el palo. Aitana se tiró al suelo con rabia y las manos a la cabeza. "Mierda". Era la mejor, la que podría abrir la lata. Pero nadie dijo que fuera fácil ni el fútbol justo.

Lo siguió intentando el Barça, una y otra vez. Asediando el área del conjunto inglés, que respondió Jill Roord con un fusil que reventó el travesaño. Cata miró al cielo cuando el balón salió despedido de nuevo hacia el campo. Por poco.

El Barça fue dejando sin aire al City. Se mantuvo estoico en su idea. Y Esmee Brugts se asoció con Aitana dentro del área. El balón rebotó en la defensa inglesa y cayó en las botas de Claudia Pina. Empalmó la pelota, al toque, y la envió dentro de la portería. Tras el balón entró ella para recogerlo y emprender a gran velocidad el camino hacia el círculo central. Con gritos, con rabia, impregnó a todo el estadio de la fuerza que irradia. Ser primeras de grupo estaba a tan solo un tanto.

Keating tendrá pesadillas con Pina. La azulgrana fue carcoma para la guardameta. No la dejó respirar ni en una sola acción, volcándose por la banda izquierda e intentándolo con todo su catálogo de disparos posibles. Casi entró un remate desde la frontal, pero la portera inglesa consiguió blocar a tiempo. No se apresuró el Barça. Disfrutó de la tensión, se regocijó en el ansia de marcar, pero sin desesperación. Había cierta calma planeando en el ambiente pese a que el objetivo no estaba cumplido. Aún. Y Aitana se encargó de firmar el billete como primeras de grupo.

La recién reconocida como mejor jugadora del mundo por segunda vez se pegó el balón a las botas casi en el centro del campo. Dribló y condujo con una defensa empujándola hombro con hombro. Aitana no cedió, se mantuvo regia y, con la puntera, pasó el balón por debajo de las piernas de Keating. Abrió los brazos, miró al cielo y sonrió. Igual que los 29.007 aficionados que hicieron de una tarde fría en Montjuïc una olla a presión.

Se volvieron a encender las linternas en Montjuïc. Esa tradición que hacía semanas que no se veía en el estadio azulgrana, desde que el Barça cayó ante el Chelsea antes de clasificarse para la histórica final de Bilbao. Las luces se encendieron mientras Alexia se quitaba el peto. La capitana volvía tras la lesión y la ovación que se llevó del estadio estuvo a la altura. Entró por Pina y, colocada en el centro del campo con el brazalete de nuevo en el brazo, empezó a brillar.

Tan solo un par de minutos después, recogió un balón un poco alejada de la frontal del área. Como si nada, como si tener ese magnetismo con el balón fuera normal. Condujo, se la colocó y dejó congelada a la guardameta inglesa mientras el balón la superaba rasa por la derecha. Sin piedad. Con magia.

El Barça no solo hizo el trabajo, sino que se desquitó. Primera de grupo. Golpe en la mesa. Y un partido que demuestra no solo la calidad de este equipo, también su fortaleza ante las adversidades.