Auge y caída
Regreso a los bares de diseño de los 80: Barcelona fue una capital mundial de verdad
Juli Capella organiza una velada sobre el fenómeno, que por su "radicalidad y espectacularidad" no tuvo parangón en el resto de Europa, asegura
40 salas de conciertos míticas de Barcelona
Fernando Amat (Vinçon): "Mi trabajo era comprar lo que me gustaba. Un trabajo fantástico, ¿no?

Zig Zag / Archivo Juli Capella


Ramón Vendrell
Ramón VendrellPeriodista
El proverbial narcisismo de Barcelona está desbocado, solo le falta proclamarse capital mundial de la minería espacial, los haikus y la sopa de nido de golondrina. Cualquier día lo hace, total, ninguna otra ciudad va a perder el tiempo en llevarle la contraria. La suspicacia está pues justificada, pero el arquitecto Juli Capella asegura que la eclosión de bares de diseño en Barcelona en los años 80 fue por su "radicalidad y espectacularidad" un fenómeno sin parangón, al menos en Europa, y aporta pruebas y argumentos. De momento: "Ni en Londres, ni en París, ni en Berlín, ni en Roma, ni en Milán vi nada parecido -dice-. Y cuando venían periodistas especializados extranjeros, se quedaban boquiabiertos".

KGB / Alfredo Vidal
Capella habla en calidad de exdirector de la revista de arquitectura y diseño 'ARDI', que en 1990 dedicó al asunto el despampanante monográfico titulado 'Drink & Design', con bares de toda España, aunque sobre todo de Barcelona. Nada menos que 38 bares de diseño censó en la capital catalana la guía del mismo título de 1993, época ya canto de cisne. Capella organiza la velada 'Bares de diseño. Barcelona años 80' en el Espacio Vargas, este miércoles. 'Dress code': chaqueta con hombreras, pelo cardado. Contraseña: ¿Trabajas o diseñas?
Onda fría, onda cálida
Primero fue la onda fría, luego la onda cálida y finalmente el 'non plus ultra' del diseño condal, Torres de Ávila, en el Pueblo Español, creado por Alfredo Arribas y Javier Mariscal. "Es imposible lograr más diseño por metro cuadrado", pone en la citada guía. Duró poco.

Nick Havanna / Archivo Juli Capella
La pasión barcelonesa por beber con estilo fue para empezar fruto de un contexto y una tradición. "Salíamos de una dictadura, aspirábamos a ser modernos y no queríamos ir a bares kumbayás ni tradicionales -señala Capella sobre el contexto-. Había un elemento de ruptura con el escenario pasado". La tradición es la del diseño. "Había una gran concentración de diseñadores y se estableció una especie de competición, a ver quién era más original", indica el arquitecto. Se cuidaba todo: la arquitectura, la gráfica, el mobiliario, la iluminación, los lavabos, que acabarían convirtiéndose en el chiste del episodio.
El hecho diferencial
No obstante, el hecho diferencial fue que en casos destacados los autores de los espacios eran también los promotores de los espacios, explica Capella. Hacían sus bares. Fue así en el pionero Zig Zag (interiorismo de Alicia Núñez, Ramón Olives y Antxón Gómez), Universal (Claret Serrahima y Toni Riera), Otto Zutz (Guillem Bonet, Alicia Núñez y Jordi Parcerisas) o KGB (Alfredo Vidal). El propio Capella montó, junto con Quim Larrea, Círculo Condal, lujoso club privado situado nada menos que en la modernista Casa Felip de Telm Fernández i Janot, actualmente uno de los centros de la Fundació Vila Casas. Qué tiempos. Círculo Condal tuvo que cerrar con la crisis económica de 1993, y no fue el único.

Otto Zutz / Archivo Juli Capella
El empresario Javier de las Muelas creía en la causa del diseño y convocó un concurso restringido para lo que sería Nick Havanna. Lo ganó Eduard Samsó, que creó el local "más representativo del nuevo interiorismo barcelonés", se lee en la guía 'Drink & Design' de 1993.
Lugares de cultura
A los bares de diseño se iba a lo que siempre se ha ido a los bares de noche, pero también a asombrarse y a sentirse parte de un círculo selecto. Capella resalta su papel como lugares de cultura, con presentaciones, exposiciones, debates y conferencias. "No existían ni el CCCB ni el MACBA, por ejemplo", recuerda. Otto Zutz acogió conciertos de Jonathan Richman, Green On Red, Dream Syndicate, Jeffrey Lee Pierce, Alan Vega o Paul Collin’s Beat, con los carteles y las entradas diseñados por Alfonso Sostres y Pati Núñez. Capella tenía debilidad por Metropol, "donde se juntaba la gente más moderna".

Velvet / Archivo Juli Capella
El final
Los Juegos Olímpicos de 1992 jugaron en contra del fenómeno, considera Capella: "Al orgullo inicial por mostrarnos al mundo siguió la intención de hacerlo todo en clave internacional. Hubo una pérdida de originalidad. La homogeneización fue notoria". La crisis de 1993 y la verdad implacable de que todas las modas pasan hicieron el resto.
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