Muestra poética
Laurie Anderson dispensa humor contra las tinieblas de la era Trump en la inauguración de Barcelona Poesia
La artista descorchó el festival con un espectáculo en el que primero sumergió al público en la oscuridad del presente y después lo rescató con gracia humanista

La artista Laurie Anderson inaugura el festival Barcelona Poesía en la sala Paralel 62 / Jordi Cotrina / EPC


Ramón Vendrell
Ramón VendrellPeriodista
'La policia irà de bòlit', el nuevo libro de Enric Casasses, es un 'hit' en algunas librerías, por ejemplo en la Calders, y la velada inaugural del festival Barcelona Poesia llenó anoche la platea de la sala Paral·lel 62. Jordi Oriol hizo el pregón acompañado de un coro liderado por Carles Pedragosa al acordeón y Laurie Anderson fue el plato fuerte. No es como cuando Barcelona se echó a la calle para dar el último adiós a Verdaguer, pero no está nada mal. El público acabó en pie; es más, acabó en pie siguiendo a Anderson en una coreografía de inspiración budista, y con una sonrisa de oreja a oreja. Y eso que el grueso del espectáculo había sido tenebroso, como el presente del que habló la viuda de Lou Reed, dato anecdótico a efectos de carrera artística.
Rima casual
Hubo rima, seguramente casual, entre Oriol y Anderson. El juguetón número del actor, dramaturgo y director teatral vindicó el arte en general y la poesía en particular como el único refugio que tenemos desde que, dicen, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y todo se complicó. Una y otra vez fallaba la pistola con la que quería estrenar la muestra, hasta que al final del 'running gag' funcionó el humillado artefacto, solo para ser de nuevo humillado por el ¡pam! de una botella de vino espumoso descorchada. También de la expulsión del Paraíso habló Anderson en la pieza 'Progress', núcleo del 'show': «Pero hay una tormenta soplando desde el Paraíso / Y la tormenta no para de soplar al ángel / De espaldas / Hacia el futuro / Y esta tormenta / Esta tormenta / Es llamada / Progreso». Con perdón por la traducción. En el espectáculo no hubo. Ni el más tecnofanático puede acusar a Anderson de tecnófoba. No hace falta mirar atrás en su trayectoria. Sin ir más lejos, la inteligencia artificial es una herramienta clave en las poderosas proyecciones de las que se acompañó.
La cruzada de Donald Trump contra todo lo que considera woke, la crisis climática, la obsesión marciana de Elon Musk, la supercomputación y la conversión de la vida entera en mercado recibieron su merecido por parte de Anderson, que tocó un violín mutante, un teclado oculto en el atril y una chaqueta percutiva. También usó fondos pregrabados. Y humor humanista a espuertas como remedio contra las tinieblas.
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