Entrevista
Nazario: "La soledad hizo que me acercara a unos indigentes a los que siempre había evitado. Encontré vidilla"
Anarcoma: futurista heroína transexual del cómic 'underground'
Nazario: "La Rambla es irrecuperable"

Nazario, junto a la ventana de su casa que da a la plaza Reial / Zowy Voeten


Ramón Vendrell
Ramón VendrellPeriodista
El artista relata en 'Crónicas del gran tirano', su tercer libro de memorias, la relación que mantuvo con un grupo de mendigos de la plaza Reial entre 2015 y 2019, hasta que murieron o desaparecieron del lugar. Crudo y a la vez empático, el texto retrata tanto la marginación extrema como un momento vital bajo de Nazario. Mich, cada vez con menos influjo en el grupo, es el 'gran tirano' del título.
¿Qué sentimientos le inspiraban Mich y compañía?
Un poco, solidaridad. Yo había sido alcohólico durante bastantes años. Los conocía de haber seguido sus vidas y de haberlos fotografiado desde esta ventana durante tiempo. Se emborrachaban ya, pero no andaban en silla de ruedas ni estaban tan degradados como cuando establecí contacto con ellos. Me movía el ayudarlos, no solo dándoles de comer sino hablando con ellos. Para ellos era importante que una persona se les acercara. Me comentaban: 'La gente tropieza con nosotros y ni siquiera nos ve, como si fuéramos invisibles". Igual algún día se te ocurre echarle una moneda a un mendigo, pero no le dices ni hola. Yo intenté respetarlos, entablar una conversación con ellos y que sintieran que a alguien le preocupaban.
¿Qué hizo que se acercara a esas personas?
De una manera inconsciente, eso lo vería ya escribiendo el libro, posiblemente la soledad me empujó a acercarme a unas personas a las que hasta entonces había evitado. Encontré vidilla. Cuando murió Alejandro [con quien formó pareja abierta durante 36 años] me quedé totalmente colgado, como un perro en una cuneta. No estaba acostumbrado a vivir solo, nunca me ha gustado la soledad. Les ayudé con lo que más fácil me resultaba, que era dándoles de comer.
Cuando usas una droga de la mejor calidad, tienes la vida asegurada mucho más que una persona que usa la droga que le den y la más barata posible. Y los tetrabriks de vino son lo peor
Los tápers que les lleva hacen salivar: sardinas fritas, boquerones en vinagre, osobuco, albóndigas con patatas...
Hombre, Alejandro tenía sus platos y yo los míos. Pero hacer comida para ti solo... Normalmente la haces para dos o tres días y la congelas. En cocinar para más no había problema. Y luego comer solo... Pero con esta gente también comía solo, no comía con ellos. La dificultad que tenía es que vivo en un cuarto, entonces sin ascensor. Bajar para comprar la comida, subir para hacer la comida, bajar otra vez para darles la comida... Eso no podía ser. Lo que hacía era comer yo, dormir la siesta y bajarles la comida a las cinco o las seis de la tarde.

Nazario, en el sofá de su casa / Zowy Voeten
El libro huye como de la peste de juicios.
¡Nada más lejos de mí! Ellos no me hacían preguntas, me habría dado mucho corte que me hubieran preguntado '¿dónde vives?' y tener que mentirles o decirles 'vivo en aquella ventana desde la que llevo tiempo mirandoos'. Al principio el libro era una obra de teatro. De siempre he sido lector de teatro, aunque ir al teatro me decepcionaba y lo abandoné totalmente. No hace falta que los actores griten tanto y se tiren de los pelos para representar un drama. Pero quedaba demasiado duro lo de la obra de teatro. Luego empecé a reescribirlo en tercera persona. Finalmente decidí que fuera autobiográfico en primera persona y lo más escueto y ceñido posible a los hechos.
En la calle nadie habla de su pasado
El grupo no es precisamente una hermandad. Envidias, mentiras y manipulaciones marcan sus relaciones.
Son personas que viven juntas casi como si estuvieran en un sitio cerrado, están condenadas a estar juntas, y todo está exacerbado por el alcohol. Cuando veía que la situación estaba demasido caliente me quitaba de en medio. Nunca intenté inmiscuirme. Yo no podía ir como los de Arrels diciéndoles: 'Oye, no bebas tanto' o 'no bebas'. A mí como alcohólico nadie logró influirme para que dejara de beber. Antes de mi alcoholismo de una botella de whisky diaria me preguntó el médico: '¿Qué bebes?' Como unos cuatro o cinco litros de cerveza por la mañana y unos cinco o seis gintónics por la tarde. Lo normal. 'Entonces, ¿qué no es normal?' Cerveza y gintónics me sentaban fatal, y me cambié al whisky. Muchas veces dejaba de beber y mi perdición era un poquito de chacolí o de ribeiro, cosas que me parecían inocuas. Al poco tiempo estaba con una botella, dos botellas, tres botellas de ribeiro... Un problema de estos pobres es que tomaban droga mala. '¡Es que no se mueren los Rollings!', decía la gente. Porque usaban heroína de la mejor. Cuando usas una droga de la mejor calidad, tienes la vida asegurada mucho más que una persona que usa la droga que le den y la más barata posible. Y los tetrabriks de vino son lo peor. Siempre marqué una diferencia con los voluntarios de Arrels que intentaban que se desintoxicaran. Intenté mantener una relación de amistad, entre comillas porque no había muchos puntos en común entre ellos y yo.
No hay crítica a Arrels en 'Crónicas del gran tirano', pero tampoco parece que sienta simpatía.
No puedo hablar con simpatía de Arrels, ni de Cáritas, ni de ninguna de estas asociaciones. Dejan bastante que desear. Aunque reconozco su labor. Hay que tener unos cojones bien gordos para llevarlos al médico, al hospital o al albergue, y para aguantarlos. Porque aguantar a personas como Mich es droga dura. El otro día vi 'La carreta fantasma' [Victor Sjöström, 1921]. Una mujer del Ejército de Salvación está más o menos enamorada del protagonista, que tiene la chaqueta hecha un harapo. Mientras está durmiendo la borrachera, ella se la remienda y le cose los botones. Cuando el hombre se despierta, mira la chaqueta, suelta una carcajada, destroza la chaqueta y le dice a la mujer: '¿Te crees que me vas a reformar porque me hayas cosido la chaqueta? Me gustaba como estaba'. Esta era la actitud de Mich ante las ayudas de las asociaciones.
A menudo le contaban sus aventuras cotidianas, pero muy poco de su pasado.
En la calle nadie habla de su pasado. En un momento dado estaba con Omar y le preguntó a Mich: '¿Le cuento lo de Lérida?', como si hubiera un acuerdo de que no tenían que contárselo a nadie. Se habían conocido en la cárcel de Lérida. Yo ya sospechaba que había entradas y salidas de cárceles, pero no preguntaba. Procurábamos vivir el día a día sin hurgar en el pasado de nadie.
En un momento me sentí un poco Viridiana, en el sentido peyorativo de querer ayudarlos, pero de una forma falsa de la que se burlan todos los pobres y los alcohólicos de la película de Buñuel
¿Tenía referentes literarios y cinematográficos cuando se puso a escribir?
No me sirvió de referente nada por cuanto es una parte de mi vida. Aunque, una vez escribiendo sobre ellos, me vinieron a la cabeza historias que comento en el libro como 'Los bajos fondos' de Gorki o 'Diario del ladrón' de Genet. En un momento me sentí un poco Viridiana, en el sentido peyorativo de querer ayudarlos, pero de una forma falsa de la que se burlan todos los pobres y los alcohólicos de la película de Buñuel. El papel de Viridiana para mí es fatal, piensa que va a redimir a toda esa gente metiéndola en su casa. Es un poco caridad en plan ponga un pobre en su mesa en Navidad, como en la película 'Plácido' de Berlanga. Solo cuando estaba terminando de escribir me di cuenta de que yo les había hecho un favor a ellos, pero que realmente ellos me habían hecho un favor mayor a mí.
¿Filantropía egoísta, aunque fuera de manera subconsciente?
¿Te crees que soy tonto? Aunque la palabra no es egoísta. La persona que es generosa, también actúa con la intención secundaria de obtener una satisfacción. Y la persona religiosa que lo hace por Dios, también lo hace porque sabe que le van a dar un premio, el cielo. No hay nada gratuito. Quizá los amores sin respuesta, que me vuelven loco.
Cuando reformaron la plaza y vinieron a vivir Oriol Bohigas y toda esa gente querían eliminar la sordidez que se colaba desde Escudellers y otros alrededores
Debe de ser la última persona en Barcelona que llama Conde del Asalto a Nou de la Rambla.
Ah, ¿no se llama Conde del Asalto? A mí me suena, Nou de la Rambla me suena menos. Mi London estaba en Conde del Asalto, no estaba en Nou de la Rambla.
¿Cómo ha visto evolucionar la plaza Reial a lo largo de las décadas que lleva observándola y fotografiándola?
Era una plaza de un barrio y ahora es una plaza como cualquier plaza de cualquier ciudad grande. Cuando hicieron la reforma y vinieron a vivir Oriol Bohigas y toda esa gente querían eliminar la sordidez que se colaba dentro de la plaza desde Escudellers y otros alrededores. Esa sordidez venía y se instalaba en los grupos de cuatro bancos; entonces quitaron dos bancos, y como todavía había demasiada comunicación y gente que dormía en los bancos, dejaron un banco nada más. Al final quitaron todos los bancos y pusieron unas cuantas sillas.
¿También ha aumentado la presión policial contra la 'sordidez'?
Hacia el final, uno de ellos me comentó que le habían dicho que como lo vieran otra vez por la plaza lo detenían. Ni siquiera la gente que actúa viene apenas. Antes era una gozada. Había los del 'hula hoop' con fuego, un chico que ponía una cuerda entre dos palmeras y hacía de funambulista, unos 'capoeiras' con unos cuerpos fantásticos... Había montones de espectáculos. Fueron desapareciendo, porque si viene la policía y te dice que te multará o te multa, pues te vas.
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