Cuando los labios rojos son un acto político

¿Qué tienen de político unos labios rojos? No suelten aún ningún bufido, que no haremos aquí sociología cuqui sobre las supuestas cualidades empoderantes del carmín o los tacones de aguja. Sin embargo, parece que  hay consenso en que reivindicar desde el Capitolio el labial rojo –ese gran pararrayos en el que descargan significados de signo opuesto: es el color fetiche de la sexualización y los mandatos de belleza, sí, pero el 'rouge' también es patrimonio de las disidencias sexuales y de género– envía un puñado de mensajes interesantes.

Jóvenes políticas de la izquierda feminista como Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) han incorporado el rojo sangre labial a su indumentaria porque, la explicación es de la propia congresista, aporta un pellizco de «empoderamiento» y cuidar la autoestima es un acto «radical» «en una sociedad que te dice que no tienes ni el peso ni el color de piel adecuados». «En EEUU, la raza está muy vinculada a la estética, y no deja de ser interesante que una mujer latina dé la vuelta a los estereotipos racistas que pesan sobre el colectivo y que basculan entre la sexualización y el estigma de la 'welfare queen' (ese vil cliché que alude a las madres del gueto que reparten su tiempo entre la asistencia social y los biberones de cocacola) justo en un espacio de poder blanco y masculino como el Capitolio», afirma Marta Roqueta.

La representante demócrata estadounidense Alexadria Ocasio-Cortez.

La representante demócrata estadounidense Alexadria Ocasio-Cortez.

Michelle Obama en la campaña para fomentar el voto.

Michelle Obama en la campaña para fomentar el voto.

La ministra de Hacienda, M. Jesús Montero, lleva el rojo habitualmente.

La ministra de Hacienda, M. Jesús Montero, lleva el rojo habitualmente.

Para la escritora Chimamanda Ngozi Adichie el rojo labial es un acto político.

Para la escritora Chimamanda Ngozi Adichie el rojo labial es un acto político.

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La representante demócrata estadounidense Alexadria Ocasio-Cortez.

La representante demócrata estadounidense Alexadria Ocasio-Cortez.

Michelle Obama en la campaña para fomentar el voto.

Michelle Obama en la campaña para fomentar el voto.

La ministra de Hacienda, M. Jesús Montero, lleva el rojo habitualmente.

La ministra de Hacienda, M. Jesús Montero, lleva el rojo habitualmente.

Para la escritora Chimamanda Ngozi Adichie el rojo labial es un acto político.

Para la escritora Chimamanda Ngozi Adichie el rojo labial es un acto político.

Así que el primer mensaje y quizá más obvio es una suerte de profanación de los códigos del poder, aún sumamente masculinizados.

«La barra de labios puede desafiar aquella noción de que las mujeres han tenido que masculinizar su imagen para ser competitivas en política –afirma la 'spin doctor' Verónica Fumanal, presidenta de de la Asociación de Comunicación Política–.

Siempre se había dicho que las que llegaban a puestos de responsabilidad, para ganarse la autoridad y resultar creíbles, tenían que utilizar patrones estéticos más propios de hombres».

La política del pintalabios ha cercado a Trump. En EEUU se puso en marcha una campaña para contestar con labios rosas a la misoginia del presidente.

La organización Lipslut creó la línea de pintalabios F*ck Trump. La mitad de los fondos van a causas sociales.

Un caso parecido ocurrió en Nicaragua. En las revueltas del 2018, la antigua sandinista Marlene Chow, detenida en un centro de tortura, hizo un llamamiento a pintarse los labios (#picorojo se llamó la melé) como desafío al antifeminista Ortega.

Los códigos institucionales aún son muy estrictos. Apartarse del estilo austero de, por ejemplo, Angela Merkel –que suele recibir tratamiento de «hombre honorífico» en los medios, como recoge un artículo académico reciente– aún pone en marcha la apisonadora correctiva.

Así, cuando las mujeres se salen del 'dress code', burocrático «se entiende como si estuvieran aceptando entrar en el juego de la sexualización y asumieran ser valoradas por el físico, cuando simplemente van como desean», apunta la investigadora en género Marta Roqueta.

JENN DÍAZ
Diputada


"Me pinto incluso ahora, con la mascarilla, y eso quiere decir que va más allá de la estética. Somos muchas las que nos empoderamos con actos cotidianos, pequeños pero políticos, que parten de un premisa: lo que nos ha querido esclavas -en este caso la feminidad-, nos lo acabamos apropiando -como las palabras- para reivindicarnos"

"Yo, cuando tengo que hacer una intervención importante, me pinto incluso unos minutos antes, me retoco con un espejito desde el escaño. De hecho, a las mujeres que estamos en política nos quieren neutrales, con el traje -chaqueta que imita al de los hombres, y ni hablar, que cada una de nosotras vista y se maquille como quiera y le plazca "

ELIZABETH DUVAL
escritora y performer

"Diría que el pintalabios rojo es una manera de dirigir la atención de los demás, por su connotación histórica de peligro"

"Desde luego, reclamar el espacio, el control (y, con ello, la atención) puede ser un hecho político, pero que sea liberador ya es otra cosa"

DESIRÉE BELA-LOBEDDE
activista y escritora

"Apropiárselo, pues, puede tener un significado político, ya que siempre se nos ha dicho  que nuestras bocas son demasiado grandes para ser pintadas de rojo"

"Incluso se nos ha afeado la conducta con desprecio cuando lo hemos hecho"

IMMA SUST
periodista

"Yo me pinto los labios de rojo cuando quiero jugar a imaginar que tengo una boca grande"

"Lo relaciono claramente con la sensualidad, el atrevimiento y el descaro. La poca vergüenza. Las ganas de hacerse ver. El rojo es de valientes"

ISABEL COIXET
directora de cine

"No le doy ningún significado y creo que cuando menos nos fijamos en la boca de las mujeres y más en el discurso que tienen iremos mucho mejor. Soy muy fan de la Alejandría Ocasio-Cortez y todo lo que dice que lo encuentro de una coherencia fantástica"

"Yo no llevo casi nunca. Es algo que nunca me ha llamado la atención. A veces por las fotos me ponen y me quito enseguida"

BEL OLID
escritora

"La reapropiación de símbolos como los labios rojos, el escote o los tacones fuera del papel de objeto de deseo nos puede hacer sentir poderosas"

"Sería interesante plantear cómo podemos empoderarnos más allá de la obligación de ‘estar guapas’ incluso para nosotras"

La historia de la pintura labial, que se remonta hasta los sumerios, es rica en anécdotas y bandazos. Cuanta la leyenda que en el antiguo Egipto, cuando tanto lo usaban hombres y mujeres como marca de clase, Cleopatra encontró su propia fórmula triturando hormigas y escarabajos. Con el correr de los siglos, cuando la revolución burguesa despojó a los señores de sus maquillajes y pelucones y circunscribió todo ornamento a las mujeres, los labios rojos se convirtieron en símbolo exclusivo de la sexualidad femenina. De la domesticada, pero también de la peligrosa.

"Si estás triste, ponte más pintalabios y ataca"

Coco Chanel, creadora de moda

"Sírvete un trago, ponte un poco de lápiz labial y recupera la calma"

Elizabeth Taylor, actriz

"Los tacones y el lápiz labial rojo infundirán temor a Dios en las personas"

Dita Von Teese, artista del burlesque

«Cuando una mujer lleva los labios demasiado rojos y va ligera de ropa es señal inequívoca de que está desesperada»
Oscar Wilde, no muy amigo de las mujeres

Así que no es de extrañar que, llegado su turno, las sufragistas incorporaran el carmín a su repertorio de protestas. ¿Podía haber algo más desconcertante que aquellas señoras feas e histéricas, en palabras de la prensa de la época, marcharan en favor del voto femenino maquilladas como 'vedettes'?

En la segunda guerra mundial, y en un nuevo giro menos emancipador, el pintalabios se integró en la maquinaria de propaganda bélica: Hitler había proscrito el carmín en sus audiencias y Churchill, que siempre se creyó muy audaz, decidió excluirlo del pack de productos racionados porque así fastidiaba al líder nazi mientras mantenía bien alta –por aquello del brío reconstituyente del que hablaban Coco Chanel y Liz Taylor– la moral nacional. "Ahora más que nunca la belleza es tu deber", proclamó el 'Vogue' británico.

Y entonces llegaron los 70 y el pintalabios, como las calles, se convirtió en un elemento en disputa. «Llevar el rouge era un signo de rebelión social en la escena disco y también de sexo y violencia entre los hombres y mujeres punks», apunta la investigadora Patrícia Soley-Beltran, autora del ensayo y premio Anagrama '¡Divinas! Modelos, poder y mentiras'.

Y mientras movimientos disidentes como el glam o la incipiente cultura LGTBI «sacaban de sus casillas» la connotación sexual del lápiz labial, «las feministas -añade la investigadora- se rebelaron contra los mandatos de belleza que simbolizaba el lápiz rojo».

La gran biblia contestataria, no obstante, llegó años después, ya en 1990, cuando Naomi Wolf denunció en El mito de la belleza la dimensión alienante del maquillaje y acusó a la industria cosmética de alimentar la inseguridad femenina –y por tanto sus ventas– con aquel mantra de que nunca eres suficientemente joven, delgada, ni por supuesto sexy. Por cierto: en aquella década, las riot grrrls, cuyas andanadas denunciaban el sexismo y el clasismo de la escena musical, también convirtieron el 'rouge' en parte de su uniforme de guerrilla.

Liza Minelli

Liza Minelli

Liza Minelli

Liza Minelli

Madonna

Marilyn Monroe

Billie Holiday

Rosalía

Liza Minelli

Y los hombres, ¿qué?

Adivinarán que el tango de los hombres con el pintalabios es otro. A pesar de que la industria de la belleza daría palmas de alegría si el 50% de la población engrosara en su clientela, el sociólogo Paco Abril entiende que el labial rojo, «tan vinculado a la sensualidad femenina», aún es un complemento altamente problemático y «la última frontera» de la masculinidad tradicional, un andamiaje construido por oposición a cuanto huela a mujer o a homosexual.

Y aunque es evidente que los labios rojos actúan como una potente descarga eléctrica, el investigador recalca que la transgresión queda en nada si solo es cosmética. Ahí radica la diferencia, por ejemplo, entre aquel mito mercadotécnico que fue el hombre metrosexual, que se hacía mechas y se depilaba las cejas, y la cultura queer -que alude a sexualidades e identidades no normativas- y que sí "desestabiliza y cuestiona" el binarismo de género y las relaciones de poder.

«También significativo -añade Abril- fue el caso del glam, que trascendió la escena musical" y, haciendo acopio de carmín y purpurina, se las apañó para empezar a dinamitar lo que supuestamente significaba (o no) ser hombre o mujer, y creó nuevos espacios de libertad.

Marsha P. Johnson

Marsha P. Johnson

Marsha P. Johnson

Marsha P. Johnson

Kurt Cobain

David Bowie

Marsha P. Johnson

¿Qué hacemos entonces con el pintalabios?

Convendrán que la madeja de mandatos y rebeldías de la barra labial llega hasta nuestros días intacta y explosiva.

La cuestión estriba, pues, en el contexto. No hay nada subversivo en que una azafata blanca de congresos se maquille pero sí, quizá, en que el uso del rouge entre las más jóvenes –uno de los colores del 8-M– pueda ser síntoma de «la exploración de nuevos caminos en cuanto a la definición de su propia imagen y sexualidad», afirma Marta Roqueta.

Y luego está, claro, la capacidad de atracción de un cosmético milenario que, más allá del deseo heterosexual, sigue actuando como poderosas luces de warning. Solo un dato: las ventas se han disparado en la desescalada.

¿Ha habido efecto Lipstick por la pandemia?

Es lo que bajaron las ventas de pintalabios durante el confinamiento en España, de marzo a junio de 2020.

Ha sido el aumento total en la demanda desde febrero a septiembre, incluso con el descenso durante el confinamiento.

Según el estudio, elaborado por el comparador online idealo, la vuelta al trabajo presencial y las ganas de sentirse mejor explicarían el auge.

Y ahora te invitamos a que descubras lo que sabes y no sabes sobre la curiosa historia del pintalabios en este trivial.