Luchas feministas en Oriente Próximo

La revolución feminista está ocurriendo en la otra orilla de la Mediterránea. En Oriente Próximo, sus protagonistas son mujeres diversas, mujeres ateas y devotas, mujeres supervivientes, mujeres de distintas clases sociales.

Pese a las diferencias entre los países que componen la región, en todos ellos las mujeres son su motor de cambio.

Desde Irán hasta Palestina, pasando por el Líbano, Siria o Irak, la mitad de sus poblaciones sostiene la vida pero también la sufre, la batalla y la mejora. 

Durante los últimos años, se han hecho oír las voces de activistas que luchan de forma incansable.

Su revolución no es sólo contra un patriarcado feroz, sino también contra el colonialismo, la ocupación y el intervencionismo occidental que deciden los destinos de sus pueblos.

Algunas voces suenan más fuerte que otras para así servir de faro para las demás.

Aquí están algunas de ellas como rostros de las luchas por conquistar. Muchas ya han ganado algunas batallas. 

IRAN

Sus melenas descubiertas se han convertido en el terror de los ayatolás. Bajo el hashtag #WhiteWednesdays, las mujeres iranís salen cada miércoles vestidas de blanco en protesta contra la imposición del velo obligatorio por parte del régimen.

Algunas apenas muestran un par de terroríficos mechones de pelo que se asoman bajo el hiyab. Muchas se atreven a ondearlo en el viento tal si fuera una bandera blanca.

La periodista y activista Masih Alinejad es la fundadora del movimiento. El pasado mes de julio, la iraní reveló que se encuentra bajo la protección del FBI en su exilio en Estados Unidos ya que cuatro oficiales de inteligencia de su país planeaban secuestrarla. Estas amenazas no han podido silenciar su feroz activismo en la red.

LÍBANO

La terrible crisis económica que sufre el país ha dejado de lado la puntera lucha feminista de sus mujeres.

Además, la mitad de la población libanesa lamenta que ni siquiera se atajan los problemas que las atañen solo a ellas, como la pobreza menstrual.

El 76% de las mujeres en el Líbano tienen dificultades para acceder a productos menstruales.

Por ello, las mujeres en el Líbano han seguido con su incansable trabajo a pie de calle para suplir la ausencia de unas instituciones funcionales.

Desde Fe-Male, la organización que dirige, la activista Hayat Mirshad organiza repartos de compresas, tampones y copas menstruales para dar a aquellas que no pueden permitírselos.

ARABIA SAUDÍ

Foto: albalad.co

Foto: albalad.co

Gracias a la tenaz lucha de una red de activistas, las mujeres saudís pueden conducir desde el 2018.

Pero la lucha por sus derechos aún tiene mucho camino por recorrer. Subyugadas al sistema de tutela masculina, necesitan recibir la aprobación de su guardián varón para casarse, abrir un negocio o visitar la Meca

Junto a la aprobación del derecho a conducir de las mujeres saudís, las autoridades emprendieron una serie de detenciones de activistas que llevaban años batallando.

Una de ellas fue Lujain al Hazlul quién pasó 1.002 días en la cárcel. La campaña internacional por su liberación le otorgó la libertad, pero aún quedan muchas mujeres como ella entre rejas.

SIRIA

Una década después de la revolución siria, la brutalidad del dictador Bashar al Asad ha vaciado a su país de gente.

Poco queda de aquel espíritu de cambio que movió a la juventud a soñar con una Siria mejor.

Muchos de aquellos valientes han desaparecido y sus familiares, liderados por madres, hermanas e hijas, llevan años buscándolos de forma persistente.

Ahora ese trabajo solo puede hacerse desde el exilio. La joven activista Wafa Mustafa lleva ocho años buscando a su desaparecido padre, un defensor de los derechos humanos que fue detenido en el 2013.

Desde Berlín, presiona a la comunidad internacional para conocer el paradero de los decenas de miles de desaparecidos por la fuerza durante la última década en Siria.

PALESTINA

Las mujeres palestinas no solo tienen que luchar contra el patriarcado inherente a cualquier sociedad, sino que son las protagonistas de décadas de resistencia contra la ocupación israelí.

Desde la cuna, las niñas son lanzadas a una existencia plagada de violencia en forma de controles, detenciones arbitrarias, bloqueos y restricciones a la libertad. Muchas mujeres ponen su cuerpo al servicio de la lucha.

Con apenas 16 años, Ahed Tamimi fue encarcelada en una prisión israelí. Su vídeo abofeteando a un soldado israelí en su casa se hizo viral y esa adolescente se convirtió en un símbolo de la tenaz resistencia palestina.

“Estoy feliz, pero estaré más feliz cuando todas las mujeres palestinas sean liberadas de las cárceles de la ocupación israelí”, declaró ocho meses después tras ser puesta en libertad.

JORDANIA

Aún puede escucharse el eco de los vítores cuando el Parlamento jordano abolió el artículo 308 en el 2017. La eliminación del vacío legal que permitía a un violador escapar su condena si se casaba con su víctima fue un gran logro del tímido movimiento feminista que hay en el reino.

Tales leyes siguen presentes en muchos países de Oriente Próximo, condenando a las niñas a una vida de violencia sexual y abuso doméstico a manos de su violador.

Como secretaria general de la Comisión Nacional Jordana para las Mujeres, la doctora Salma Nims fue una de las voces líderes en la lucha para proteger a las mujeres jordanas.

Nims defiende que una mujer víctima de una agresión sexual no es responsable del honor de la familia y que los violadores deben pagar por sus crímenes. Líbano siguió la estela de Jordania y abolió su artículo 522 tras la campaña “un vestido blanco no encubre una violación”.

IRAK

Mientras la comunidad yazidí desentierra a las 5.000 víctimas del genocidio perpetrado por Estado Islámico en el 2014, sus mujeres se han convertido en muertas en vida.

Miles de ellas fueron capturadas y convertidas en esclavas sexuales al servicio de los yihadistas. Muchas ahora son madres de hijos de combatientes, bebés que se convierten en el recuerdo de ese traumático episodio de sus vidas.

Nadia Murad fue secuestrada y usada como esclava sexual por el Estado Islámico en agosto del 2014. No fue hasta tres años después cuando pudo volver a su ciudad de origen donde ya no estaban sus seis hermanos ni tampoco su madre, víctimas del genocidio.

Ganadora del Premio Nobel de la Paz, Murad sigue denunciando las dificultades de las supervivientes de la esclavitud sexual para reintegrarse en la comunidad yazidí.

KURDISTÁN

Foto: Kurdishstruggle (flickr.com/photos/112043717@N08/15644358623)

Foto: Kurdishstruggle (flickr.com/photos/112043717@N08/15644358623)

Durante los primeros años de la guerra civil siria, las portadas se llenaron con los hermosos y jóvenes rostros de milicianas kurdas que tomaban las armas en defensa de su tierra.

Las Unidades de Protección de la Mujer (las YPJ, en kurdo) lucharon contra el Estado Islámico y hoy resisten contra la violencia turca en Rojava. Los medios occidentales no hablaron de su revolución, sólo estaban fascinados por ver a una mujer en Oriente Próximo con un AK-47.

Estas mujeres audaces reniegan del prisma orientalista con el que han sido miradas. No quieren ser cosificadas ni sumisas, como se ve a las mujeres veladas que pueblan las fotografías sobre la región.

Las YPJ se mantienen en su lucha colectiva por el confederalismo democrático y los derechos humanos, poniendo a la mujer en el centro como agente de cambio.

MARRUECOS

Hajar Raissouni salía de la clínica de su ginecólogo con su pareja, en el 2019, cuando los tres fueron detenidos por haber practicado un aborto.

Durante el juicio, pudo demostrar que no se le había aplicado una interrupción voluntaria del embarazo pero fue declarada culpable de un “aborto ilegal”. Dos meses después, los arrestados recibieron el perdón del rey Mohammed VI.

Raissouni se convirtió sin quererlo en el rostro de varias luchas en Marruecos.

Desde entonces, esta periodista independiente e incómoda para el poder ha batallado por la libertad de expresión y la defensa de los derechos humanos hasta tener que exiliarse en Sudán.

“Marruecos se ha convertido en una prisión para mí”, decía hace unos meses a este diario. Además, la mediatización de su caso desencadenó una campaña para la legalización del aborto y las relaciones sexuales fuera del matrimonio en Marruecos.

Desde su lugar, cada mujer emprende mil batallas. Uno de los reclamos más compartidos entre la población femenina árabe de Oriente Próximo es el derecho a dar la nacionalidad a sus hijos.

Cuando una libanesa o una jordana se casa con un hombre extranjero, sus retoños no tendrán la nacionalidad de la madre.

Esto genera que en países como el Líbano, haya unos 60.000 apátridas sin acceso a la seguridad social ni a la herencia, entre otras privaciones. Esta lucha colectiva cruza fronteras ya que parte de una concepción de la familia y el linaje que solo lo transmite el padre.

“Este 2020 de pandemia ha sido particularmente violento para las defensoras de los derechos humanos”, reconoce Rothna Begum de Human Rights Watch.

En pie, dispuestas a luchar por las que vendrán, estas mujeres son una amenaza para el sistema. A menudo, estas activistas se ven forzadas a abandonar sus países de origen y buscar refugio en lugares ocultos para seguir defendiendo los derechos de las mujeres. El eco de sus voces bravas y diversas ya alcanza la otra orilla de la Mediterránea.