Karra Elejalde, protagonista del anuncio de Campofrío: "Soy más jolgorioso y vividor que acojonado"

Contra la depresión pandémica, propone poner sordina a tanta trompeta del apocalipsis (pero cumpliendo las normas)

karra elejalde

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Juan Fernández

Juan Fernández

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Entre las sorpresas que nos tenía deparadas el 2021, asistir a la coronación de Karra Elejalde (Vitoria, 61 años) como estandarte de la Navidad sí que no lo vimos venir. De Miguel de Unamuno a Koldo, el entrañable personaje que encarnaba en 'Ocho apellidos vascos', el intérprete ha dado vida a infinidad de personajes de todos los perfiles y talantes en las pantallas y los escenarios, pero el reciente anuncio navideño de Campofrío, donde aparece lanzando proclamas vitalistas para conllevar la pandemia, le ha convertido en una inesperada reencarnación del calvo de la Lotería versión poscovid. Sarcástico y burlón, el actor se confiesa tan perplejo por el éxito de su última interpretación como por algunos de los tics sociales que ha generado el coronavirus.

-¿Imaginó este clamor popular cuando aceptó participar en el spot?

-La verdad es que no. Me están llamando para felicitarme y hacerme entrevistas hasta de Canarias. Estoy al nivel de los bombones de Ferrero Roché y las burbujas de Freixenet. Ya podrían fijarse en mí igual cuando estreno películas.  

-Las campañas de Campofrío suelen ser noticia todas las Pascuas. ¿Qué le animó a sumarse a la de este año?

-Varios motivos. El anuncio lo dirige Icíar Bollaín, que me dirigió en la película con la que recibí mi primer 'goya', 'También la lluvia', y en él participa un montón de actores y actrices que son amigos o con los que deseaba trabajar. Fue como rodar un cortometraje de tres minutos. Pero también me animó la forma como esta marca plantea estas campañas. Yo necesito sintonizar ideológica y políticamente con todo lo que hago, o si no, no lo hago.

-¿A qué se refiere?

-Cuando una propuesta laboral me huele a tufo por el mensaje político o moral que transmite, prefiero abstenerme, y éste no era el caso. Campofrío suele tratar en sus anuncios navideños temas con trasfondo social y el de este año carece de ideología, es todo empatía.

-Pues los negacionistas de la pandemia han celebrado como un triunfo la invitación a vivir la vida sin preocupaciones que usted propone en el spot. Le consideran su héroe.

-Me lo han contado y me ha hecho mucha gracia, aunque una gracia patética. En el mundo de las redes, la gente interpreta los mensajes como quiere. Está claro que el anuncio no va por ahí. A esos negacionistas les recuerdo que soy un señor vacunado con los tres pinchazos ya puestos. Les animo a seguir mi ejemplo, por su bien y el de todos. Pero igual que me vacuno, luego no me vuelvo loco con el miedo, que también hay gente adicta a preocuparse demasiado.

-¿Tiene esa impresión?

-Los psiquiatras están haciendo el agosto con las psicopatologías que está causando el covid. Una cosa es tomar precauciones y cumplir las normas, y otra llevar las cosas a extremos sin sentido. Últimamente veo al personal sonreír poco. A algunos les pregunto: ¿se te ha muerto alguien o tienes un familiar enfermo? ¿No? Pues entonces alegra esa cara, hombre, que la vida es acojonante.

"Vivir es una aventura llena de peligros, pero joder, yo no quiero vivir acojonado, ni tampoco morirme tan pronto"

-¿Suscribe el lema del anuncio?

-Por supuesto. La vida acojona porque es un lugar inseguro, pero precisamente por eso es acojonante, no porque dé miedo. Si la suerte fuera siempre buena, no la valoraríamos. Vivir es una aventura llena de peligros, pero joder, yo no quiero vivir acojonado, ni tampoco morirme tan pronto.

-Quizá cuesta verlo claro cuando vienen mal dadas, como en mitad de una pandemia.

-Las desgracias hay que explicarlas en su conjunto, no solo tomando una parte. Cuando nos confinaron, me sorprendió ver cómo la madre naturaleza nos agradecía que estuviéramos un tiempo sin dar por culo con nuestros coches y aviones. Hemos ido menos de bares, vale, pero hemos pasado más tiempo con la familia. Todo tiene su cara y su cruz. No digo que esta experiencia esté siendo buena, solo que debemos esperar a ver cómo termina, que la vida da muchas vueltas.

-¿Usted cómo lo lleva?

-No puedo quejarme: vivo en una casa con huerto en Molins de Rei, en la falda de la sierra de Collserola. Oigo cantar a los pájaros, corto la hierba cuando crece y si me sale un puerro hermoso, lo echo a la olla. Imagino que pasar la pandemia en un 4º piso interior debe ser mucho más duro. Por fortuna, también he podido trabajar. Una de las olas me pilló rodando en Valencia y aquello era Saigón, salías a por tabaco a las cinco y estaba todo cerrado. Pero los actores estamos hechos a los confinamientos de los hoteles y los camerinos.

-Dicen que el aislamiento ha hecho casi tanto daño como el virus.

-Yo estoy acostumbrado a vivir solo. Leo, pinto, escribo, dibujo, veo la tele, me descojono o me la casco, pero no necesito convivir constantemente para estar bien. A mí la soledad no me enferma.

"A los negacionistas les recuerdo que ya llevo las tres vacunas puestas. Que sigan mi ejemplo por su bien y el de todos"

-¿Ha pasado miedo estos meses?

-Solo una vez, cuando un familiar muy cercano cogió el virus. No llegó a ingresar en el hospital, pero nos asustó.

-¿Y por usted, ha temido?

-Por mí no tengo miedo nunca. Miedo debería tener el que se cruce conmigo. Cuando muera, un amigo ha prometido ponerme de epitafio: ‘Aquí yace Karra Elejalde, descansad en paz’. No soy yo muy de sufrir por sufrir, lo que tenga que ser, será.

-¿Entonces se parece más al Karra de la segunda parte del anuncio?

-Totalmente. Soy más jolgorioso y vividor que acojonado y creo que tomarnos las cosas un poco a chirigota es sano. Que no se me malinterprete, por favor: yo me cuido, cumplo todas las normas y si en las reuniones no puede haber más de diez, no me presento si soy el onceavo. Pero miedos chorras no tengo.

-¿Cómo ha visto las reacciones de la gente durante la pandemia?

-He flipado con los extremos. Hay quien se ha pasado con el miedo y quien se fue de fiesta cuando no tocaba. Tengo una hija de 21 años, que es una edad muy mala para que te encierren en casa un año y medio, y sé que esto genera discusiones en las casas. A veces, los jóvenes me han parecido egoístas, pero otras veces los he entendido. 

"Necesito reírme para estar bien. En realidad, hago reír a la gente para contagiarme de sus carcajadas"

-En el anuncio le vemos llorando, pero usted siempre reivindica su vis cómica.

-Porque soy una persona con mucho sentido del humor. No es capricho, es que necesito reírme para estar bien. En realidad, hago reír a la gente para contagiarme de sus carcajadas y reírme yo también. Es un mecanismo de supervivencia.

-¿Qué le gustaría hacer en el año que empieza en breve?

-Uy, hay tantas cosas que tengo pendientes… Subir a un cocotero, tener un niño negro, asaltar un banco de bitcoin, follar con una tortuga o con algo más rápido... El otro día vi la carrera de Verstappen y me entraron ganas de ser campeón de Fórmula 1.

-¿Y en el cine?

-Me pasa igual. Nunca he hecho un western ni una peli bélica, y me gustaría. Debe ser divertido aparecer todo el rato pegando tiros o dando tumbos en un tanque. Tampoco he hecho nunca de indio siux, aunque lo que más me gustaría es bailar claqué. 

-Lleva varios años siendo un vasco residente en Catalunya. ¿Seguiremos viéndole por aquí?

-Cuando alguien vive lejos de donde nació, o es por trabajo o es por amor. En mi caso es por lo segundo. Mi hija vive aquí y yo, por estar cerca de ella, también. Pero ella ya va haciéndose mayor y a mí me va llegando la hora de volver al sitio de donde vengo. Me espera eso que llaman el reposo del guerrero, aunque cada vez que voy por Euskadi acabo como el rosario de la aurora. 

Energía de principiante

El actor da por buena la cosecha de 2021. “Dadas las circunstancias, no puedo quejarme”, dice sobre una temporada en la que estrenó la comedia ‘Poliamor para principiantes’, dirigida por Fernando Colomo, la serie de intrigas marineras ‘La Fortuna’, de Alejandro Amenábar, y el thriller de acción ‘Bajo cero’.

También rodó las películas ‘La vida padre’, ‘Vasil’ y ‘La mirada de Lucía’, donde encarna al padre Ellacuría. Ganador de dos ‘goyas’ por ‘También la lluvia’ y ‘Ocho apellidos vascos’, el actor transmite a sus 61 años la energía y el entusiasmo de los principiantes. “Trabajar tanto estos dos últimos años me ha ayudado a conllevar la pandemia, aunque en los rodajes tuviéramos que hacernos pruebas pcr a diario”, reconoce. Y avisa: “El 2022 también se presenta fuertecillo”. 

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