Del corazón roto al nudo en la garganta: qué te 'chiva' cada parte del cuerpo de tu salud mental

La psiquiatra Rosa Molina explica en un libro la estrecha relación que hay entre condición física y estado anímico. Escuchar al cuerpo y cuidarlo es la llave para prevenir los problemas de salud mental

emociones y cuerpo

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Juan Fernández

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La oleada de trastornos del ánimo que está provocando la pandemia –ésta generalizada, extensa y sin ciclos, no como la de los contagios víricos- está teniendo el reverso positivo de poner el foco sobre la salud mental, un terreno tradicionalmente estigmatizado donde las dolencias se suelen sufrir en privado, cuando no en secreto.

En los últimos meses hemos oído a políticos citando marcas de ansiolíticos en la tribuna del Congreso de los Diputados, el Gobierno ha anunciado partidas presupuestarias extra para tratamientos psiquiátricos, y varios rostros conocidos se han atrevido a confesar públicamente que padecen o han padecido ansiedad, depresión y brotes psicóticos. Parece que, al fin, hemos empezado a preocuparnos por cómo nos sentimos y no solo por lo que hacemos.

Atención psiquiátrica

La irrupción de la salud mental en la agenda pública está haciendo que se preste una atención inusitada a la psiquiatría, pero también está poniendo de relieve algunos de sus peores vicios. Uno de los más comunes consiste en considerar al cerebro el dueño absoluto de los secretos del bienestar mental. Sin embargo, la realidad de nuestra experiencia psíquica es bien distinta.

“Sentimos las emociones en el cuerpo antes que en el cerebro. A menudo, los trastornos mentales se expresan previamente en forma de dolencias físicas”, advierte la psiquiatra Rosa Molina, doctora del hospital Clínico San Carlos de Madrid y autora del ensayo ‘Una mente con mucho cuerpo’ (Paidós), donde llama la atención sobre la importancia que lo corporal tiene en la experiencia mental, que es mayor de lo que solemos sospechar.

Cerebrocentrismo

La fascinación que genera el órgano más desconocido del cuerpo ha provocado un “excesivo cerebrocentrismo”, en palabras de la psiquiatra, que ha acabado distorsionando la percepción que tenemos de nuestra verdadera realidad física y mental. En las últimas décadas ha aflorado un variado menú de ciencias y disciplinas que llevan los prefijos ‘neuro’ y ‘psico’ como sello de garantía y la propia vida contemporánea se ha vuelto más mental que nunca. “Interactuamos con pantallas y máquinas, los trabajos son cada vez más automatizados y menos físicos, toda nuestra actividad cognitiva se está reduciendo, paulatinamente, a lo cerebral”, describe Molina.

“Sentimos las emociones en el cuerpo antes que en el cerebro. A menudo, los trastornos mentales se expresan previamente en forma de dolencias físicas”, advierte la psiquiatra Rosa Molina

El gran damnificado de ese proceso está siendo el cuerpo, señalado por la psiquiatra como “el gran olvidado de las estrategias de prevención de salud mental”. Y no es porque la cultura popular no nos recuerde su importancia. Desde los tiempos de Roma sabemos que no hay ‘mens sana’ sin ‘corpore sano’ y hasta el habla común está poblada de expresiones que subrayan la conexión tan estrecha que hay entre el físico y la psique, como las ‘mariposas en el estómago’ que dicen sentir los enamorados o el ‘nudo en la garganta’ que alegan quienes se ven desbordados por una emoción.

Rosa Molina, psiquiatra.

Rosa Molina, psiquiatra. / José Luis Roca

Esas referencias, según la doctora Molina, no son caprichosas, sino que reflejan la verdadera naturaleza de nuestra condición humana. “El cuerpo es el escenario principal de las emociones. En las vísceras tenemos información mental grabada a nivel inconsciente que condiciona muchas de las decisiones que tomamos a diario”, señala la especialista.

Cuadros de estrés

El ejemplo más claro de la estrecha relación que hay entre el cuerpo y la mente son los cuadros de estrés, el trastorno mental más habitual en nuestros días. “Es llamativo que algo cognitivo, como una preocupación o las prisas por anticiparnos a una situación peligrosa, se transforme en cuestión de segundos en una reacción física. De pronto, nuestro organismo dispara la producción de cortisol, la hormona del estrés, que provoca urticarias, cefaleas, molestias gastrointestinales, caída del cabello…”, describe la doctora.

Pero el cuerpo no es solo el canario en la mina de multitud de problemas psicológicos. También puede ser el mejor tratamiento para curarlos, como prueban los mecanismos que se usan para contener las crisis de ansiedad. “Cuando nos llega un paciente con un ataque de pánico, lo primero que le pedimos es que haga respiraciones diafragmáticas lentas y profundas. Con ese simple truco le mandamos al cerebro el mensaje: ‘no me líes y no te aceleres, que yo estoy muy relajado’. Es decir: usamos el cuerpo para provocar un efecto psicológico”, explica la especialista.

Ya nadie pone en duda el poder terapéutico del ejercicio físico y de técnicas de relajación como el yoga o el 'mindfulness'. La psiquiatra Rosa Molina anima a frecuentar estos recursos que nos hacen sentir mejor, pero su recomendación va más allá: “Atendamos a nuestros cuerpos, porque a menudo nos avisan de los problemas mentales antes de que den la cara”. Su consulta es testigo de las marcas psicológicas que está dejando la pandemia, pero cree que vigilar la salud mental es más fácil de lo que pensamos. “Esta curva no la bajaremos solo con ansiolíticos. El cuerpo nos brinda la mejor herramienta que tenemos para prevenir tanto dolor emocional”, reconoce.

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