BAZA TELEVISIVA

Vamos a meternos con los ricos: la nueva afición de las series

Reírse y ajustar cuentas con el vecindario del 1% se ha convertido en uno de los principales entretenimientos de la ficción televisiva

Jennifer Coolidge: Del corsé 'milf' a 'White Lotus'

'Succession'

'Succession' / El Periódico

Núria Marrón

Núria Marrón

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Puede que haya sido cosa de la era Trump. O del fardo de antipatías que de un tiempo a esta parte arrastra la oligarquía milmillonaria que compite entre quién precariza más y vuela más lejos en la galaxia. Rebobinando algo más, incluso podría decirse que quizá –y este quizá tiene muchos números– todo empezara con el crack de 2008, cuando quedó bastante claro que a los mandos de la crisis mundial había un buen puñado de magnates que seguían de juerga a costa de un sufrimiento que siempre quedaba más allá de sus barrios. Sea como sea, el resultado está ahí, al menos en cuanto a series de televisión. Dar leña y ajustar cuentas con la comunidad del 1% –así como alumbrar los entramados de poder que lo sustentan– se ha convertido en uno de los principales entretenimientos de la ficción televisiva.

Ahí está, si no, el estreno en octubre de la tercera temporada de 'Succession' (HBO), la serie de pulmón shakesperiano que disecciona la pulsión de poder en lo alto de la cadena trófica económica y social. A diferencia de 'Dallas', 'Falcon Crest' o 'Dinastía' –culebrones que brindaban una mirilla fascinada y aspiracional a la riqueza y en los que la justicia social pasaba porque los ricos de buen corazón se quedaran con el botín–, la producción estrella de la temporada retrata a "unos personajes sin corazón que componen una especie de jungla en la que todos son leones", apunta la escritora y periodista Laura Fernández. "Para sucederme hay que ser un asesino y tú no lo eres", le dice el patriarca, Logan Roy, a su hijo antes de entregar su cabeza a la policía para zanjar un caso de abusos sexuales tapado durante años por la compañía.

La sátira del verano

En la satírica 'The White Lotus' (HBO) –la gran serie del verano que sigue el paso de unos millonarios de vacaciones en un resort de lujo en Hawái–, la mirada sobre el privilegio se extiende, en cambio, a la historia colonial y las relaciones de clase y género que lo sustentan. En ella, el servicio emprende cada día un vodevil desquiciado y letal por atender "como bebés malcriados" a sus egolátricos huéspedes.

Nicole Mossbacher (Connie Britton), alta ejecutiva tecnológica y admiradora de Hillary Clinton, está preocupada por su hijo adolescente porque, mantiene, hoy se discrimina a los jóvenes varones blancos. 

Nicole Mossbacher (Connie Britton), alta ejecutiva tecnológica y admiradora de Hillary Clinton, está preocupada por su hijo adolescente porque, mantiene, hoy se discrimina a los jóvenes varones blancos.  / El Periódico

El 'auca' ya es célebre. Bajo un sol de brillo 'grand classe', se revuelve un inversor recién casado que prefiere vengarse con sadismo del director del hotel porque sospecha que lo está tangando –y eso sí que no– que escuchar a su mujer, una bella periodista de 'clickbait' que se siente de segunda clase en su matrimonio. Junto a ellos, una mujer veterana alcoholizada y en derrumbe vital vampiriza atenciones y cuidados, y una familia adinerada y disfuncional intenta arreglar con una semana el estropicio de las otras 51 del año. "Obviamente, el imperialismo fue malo. Pero es la humanidad. Bienvenidos a la historia. Bienvenidos a América. ¿Quién cede sus privilegios?", dice Mark, el padre, cuando su terrorífica hija, una concienciada de pacotilla y cuyas amistades nunca pueden tener algo que ella quiera, cuestiona que un grupo de hawaianos amenice la cena con bailes tradicionales cuando precisamente sus antepasados fueron expulsados de las tierras donde hoy se ubica el resort.

Mirada grotesta

"Mostrar la vida de los millonarios norteamericanos es una constante en el fenómeno serial, pero producciones como 'Succession', 'The White Lotus', 'Exit' o 'Nine Perfect Strangers' lo hacen con una mirada ácida hacia la riqueza, a menudo mezclando drama y comedia, y con énfasis en su dimensión grotesca", apunta Jorge Carrión, profesor de la UPF y autor de 'Lo viral'.

El cuarteto de la muerte de la noruega 'Exit': ejecutivos adictos a la dominación.

El cuarteto de la muerte de la noruega 'Exit' (Filmin): ejecutivos adictos a la dominación extrema y desquiciada. / El Periódico

Una descripción que comparte Laura Fernández, para quien este tipo de ficciones, más críticas y sarcásticas que cuando la televisión navegaba por aguas más suaves, retratan a los millonarios como "seres nihilistas para quienes nada tiene valor más allá del dinero y el poder, y a los que solo parece latirles el corazón cuando quieren algo que no tienen". "Ahora se pone el foco en su falta de empatía y en las ridiculeces que les obsesionan, aspectos que antes quedaban fuera de cámara", añade la escritora, quien en el resort de 'The White Lotus' también ve, por ejemplo, unas relaciones entre servidores y servidos que "son una bomba de relojería a punto de explotar" y de las que, claro, siempre salen victoriosos los millonarios.

Los costes del confort

Que los superricos se han convertido en un problema para afrontar urgencias como la desigualdad o la emergencia climática es hoy un estribillo cultural -el famoso 1%- que las series amplifican. Por seguir con el ejemplo de 'The White Lotus', Mariona Visa, profesora de Comunicación y Periodismo Audiovisual de la Universitat de Lleida, valora que la producción descorra el velo de "los costes que comporta el confort de los blancos de clase alta". "Es positivo que estas series -añade- dejen de mostrar el mundo del lujo únicamente como un espacio aspiracional e incorporen reflexiones sobre el clasismo y el racismo, aunque creo que aún no se entra a fondo: los ricos siguen siendo los protagonistas y observan a los demás únicamente como telón de fondo".

 "Ya no nos creemos responsables de la precariedad ni del cambio climático, sabemos que el mal es sistémico y necesitamos que su representación funcione como un consuelo purgador", dice Marina Rodríguez

Para Marina Rodríguez, guionista de la película 'Chavalas', este giro de guion en las series sobre ricachones está relacionado con el periodo Trump, cuando asistimos a un culebrón diario del multimillonario sediento de poder. "El seguimiento masivo, la fascinación por lo oculto y la indignación apasionada" que suscitó el expresidente, afirma, hizo que las plataformas -por supuesto nada anticapitalistas- detectaran el interés del público por estos asuntos. Eso sí, con algunos 'hechos diferenciales' respecto a las ficciones de antaño. El abordaje de las clases altas, mantiene Rodríguez, "ha mutado del folclore del dinero a la ambición del poder". "La representación 'sorrentiniana' del dinero ha dejado de interesar porque la exigencia del público en cuanto al entretenimiento versa ahora hacia el espíritu crítico, que, ojo, no debe ser demasiado sesudo y tiene que resultar lo bastante verosímil para que se pueda corroborar el cambio de percepción sobre quiénes son los responsables del declive que vivimos".

Activismo de 'clickbait'

Así, apunta la guionista, "ya no nos creemos responsables de la precariedad laboral o del cambio climático, sabemos que el mal es sistémico y necesitamos que su representación funcione como un consuelo purgador". Además, añade, este tipo de series, aun con su relato de resistencia, también funcionan porque representan muy bien "el activismo de clickbait", como  cuando Instagram se llenó de cuadritos negros con el #blacklivesmatter. "De alguna manera –prosigue–, al seguirlas y compartir información generamos una imagen determinada para atribuirnos el valor simbólico del espíritu crítico".

Por cierto: ajenos a la chanza del 'streaming', en la cúspide económica siguen a lo suyo: con festín de ventas de yates e islas privadas, y planes para colonizar el espacio cuando la Tierra sea un lugar invivible, en gran parte también por la huella de sus negocios.  

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