TERRITORIO VINTAGE

El aciago final de la hija de Karl Marx

Eleanor Marx, revolucionaria y feminista, se emparejó con el científico Edward Aveling, un tipo con fama de despreciable

Su tóxica relación la erosionó hasta el suicidio. Un filme explica su historia

CON SU PADRE

CON SU PADRE

Nando Salvà

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Eleanor Marx solía decir que había heredado la nariz de su padre pero no su intelecto, seguramente consciente de la actitud gregaria que se esperaba de toda mujer en la Inglaterra victoriana y, en especial, de la hija del autor de 'El Capital'. Sus hechos, eso sí, la contradicen. La hija pequeña de Karl Marx fue una feminista pionera, una dedicada internacionalista y una activista incansable en pro de los derechos de las mujeres y los trabajadores; luchó por logros sociales como la extensión del derecho al sufragio, la jornada laboral de ocho horas, el sindicalismo, la educación universal, la erradicación del trabajo infantil, el acceso femenino a todas las formas de liderazgo y una representación parlamentaria genuinamente democrática e independiente de la clase, la religión, el género y la etnia; y entretanto no solo fue la primera biógrafa de su progenitor sino que también coordinó la publicación de su obra maestra.

Su figura, pues, sin duda merece el tipo de reivindicación que le dedica 'Miss Marx', biopic dirigido por la italiana Susanna Nicchiarelli que contempla los últimos años de su vida para explorar su actividad política y su trágica experiencia sentimental.

La favorita de papá

Eleanor siempre fue la favorita de papá. Pasó buena parte de la infancia sentada sobre las rodillas de él, que se encargaba de su educación al tiempo que escribía sus reflexiones sobre economía política; la niña apenas fue a la escuela, en parte porque la familia siempre iba justa de dinero –a menudo sobrevivían con el dinero recaudado gracias al empeño de joyas o con los generosos préstamos que Karl recibía de su colaborador Friedrich Engels–, y en la adolescencia empezó a ejercer como secretaria personal de su padre y, por tanto, a transcribir, organizar y editar sus manuscritos. Literalmente, creció nutriéndose de socialismo y materialismo histórico. Y luego, llegado el momento, decidió llevar todo ese conocimiento teórico a la práctica.

Su Gran Bretaña natal –que a finales del siglo XIX seguía lejos aún de ser un lugar justo para los trabajadores, las mujeres y los sectores sociales más desfavorecidos– resultó ser el punto de partida idóneo desde donde propagar la conciencia de clase proletaria. La joven guió a los estibadores y los trabajadores del gas hacia la huelga, organizó las actividades de sus emergentes sindicatos y se unió a sus protestas, y asimismo se encargó de escribir artículos y manifiestos para muchos hombres dedicados al liderazgo obrero y el activismo político. Y al mismo tiempo, además, se propuso reparar el desinterés que su padre había mostrado por la desigualdad estructural que afectaba a las mujeres de todos los estratos sociales. En aquella Inglaterra en la que ella misma no tenía derecho a cursar estudios universitarios, ni a votar, ni a ejercer la mayoría de profesiones o siquiera controlar su propio cuerpo, Eleanor Marx insistió en que la economía era consustancial a la lucha feminista por la libertad y la equidad.

La pequeña de los Marx, con su infausto marido, el dramaturgo Edward Aveling.

La pequeña de los Marx y su infausto marido, el dramaturgo Edward Aveling. / Archivo

Paradójicamente, en el ámbito privado no fue capaz de instaurar los principios que propugnaba en el público. Su relación conyugal con el dramaturgo Edward Aveling, conocido entre la intelectualidad londinense como un mujeriego y un estafador, resultó ser mucho más lesiva para ella que el acoso policial del que ocasionalmente fue objeto y la feroz oposición política a la que el conservadurismo la sometió.

Durante muchos años, pasó por alto las infidelidades de su pareja sentimental y colaborador intelectual, sus enormes gastos, las cantidades de dinero que pedía prestadas y nunca devolvía, sus continuos desplantes, hasta que no pudo seguir soportándolo. A principios de 1898 descubrió que un año antes, durante una de sus frecuentes ausencias, Aveling se había casado en secreto con otra mujer. El día 31 de marzo, tras una acalorada discusión que él aprovechó para huir, ella apareció sin vida con solo 43 años, envenenada con cloroformo y ácido prúsico. Se decretó que se había suicidado, aunque muchos de sus allegados señalaron a Aveling como el culpable de su muerte.

'Miss Marx'

Han pasado 123 años. Hoy, la permanente crisis financiera pone en cuestión la estructura del capitalismo, fenómenos como las crisis migratorias y la pandemia han atacado los valores internacionalistas y los derechos humanos universales, y movimientos como el MeToo han demostrado cuánto queda por hacer en el ámbito del feminismo. Buena parte de la clase trabajadora sigue infrarrepresentada, abandonada y hasta demonizada. Y aquel ideal por el que Eleanor luchó, según el que los avances tecnológicos nos iban a permitir dedicar mucho menos tiempo al trabajo y mucho más al ocio y el crecimiento personal, continúa sonando a fantasía. El estreno de 'Miss Marx', pues, sirve para dejar claro hasta qué punto siguen haciendo falta líderes como ella.

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