Racismo

Portugal despierta de la amnesia colonial

Casi 50 años después de la independencia de los últimos territorios portugueses en África, el país luso sigue sin enfrentar un pasado marcado por el racismo y la represión.

lisboa mani cuaderno

lisboa mani cuaderno

Lucas Font

Lucas Font

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"¡Vete a tu país, negro! Tengo armas de ultramar en casa y te voy a matar". Estas fueron las palabras que el actor Bruno Candé escuchó poco antes de ser asesinado hace casi un año en el municipio de Loures, en la periferia de Lisboa. Las pronunció Evaristo Martinho, un excombatiente de la guerra colonial en Angola, de 76 años, que se enfrenta a 22 años de cárcel por disparar a Candé en la calle y a plena luz del día. La sentencia, que será conocida este lunes, será el punto y final del caso, pero también el principio de un debate que ha permanecido oculto durante décadas en Portugal: el racismo vinculado al pasado colonial.

Organizaciones lusas como SOS Racismo o la Asociación de Afrodescendientes Djass sostienen que el asesinato de Candé no se trata de un caso aislado de racismo, sino que es fruto de las heridas que dejaron las guerras en las antiguas colonias portuguesas, como Angola o Mozambique, ocurridas entre 1961 y 1974. "El asesino de Candé era un racista convencido con traumas de guerra que no fueron resueltos porque en Portugal nunca ha habido un interés por hablar de este tema", denuncia Evalina Dias, presidenta de la asociación Djass, que lucha desde 2016 por revisar el discurso sobre el pasado colonial en los colegios. 

Un discurso que, según el experto en colonialismo de la Universidad de Coimbra Miguel Cardina, es heredero de las teorías lusotropicalistas promovidas por la dictadura salazarista. "Aún existe una fuerte percepción en la sociedad de que el colonialismo portugués fue más integrador y menos violento que el de otros países europeos. Esta percepción fue una estrategia que la dictadura puso en marcha a partir de 1950 para defenderse de las presiones internacionales que apoyaban la descolonización de África", asegura Cardina. "La narrativa dominante es que Portugal tenía una relación de compañerismo e igualdad con los pueblos colonizados".

Retornados de las colonias esperan el traslado a la metrópoli, a finales de los 70.

Retornados de las colonias esperan el traslado a la metrópoli, a finales de los 70. / Archivo

El miembro de la Asociación de Expoliados de Mozambique Jorge Paixão coincide con esta teoría. Hijo de una familia portuguesa que hizo fortuna en la antigua colonia, Paixão fue uno de los cerca de 500.000 colonos que tuvieron que volver a la metrópoli tras la independencia de los territorios en África. "La colonización portuguesa no fue una maravilla, pero fue una colonización humanista. En mi casa, por ejemplo, mi padre no nos dejaba tratar a los empleados de tú. Teníamos una cultura integracionista, aunque es cierto que los negros no tenían las mismas oportunidades que los blancos", reconoce Peixão. «No éramos unos santos pero éramos decentes, a diferencia de lo que ocurría en otros países". 

La dictadura instaló el relato -que perdura- de que la relación con las colonias era en plano de igualdad

A su lado, la presidenta de la Asociación de Expoliados de Angola, Margarida Pinto, afirma con la cabeza. "Nosotros nos arremangamos y trabajamos para construir esos países, que son lo que son gracias a los portugueses". Admite que había personas que "no tenían buenas intenciones", pero que la mayoría contribuyeron al desarrollo de las colonias construyendo escuelas y hospitales. "Los portugueses nos integramos fácilmente", asegura Pinto, cuya asociación reclama desde hace años una indemnización al Estado por la pérdida de sus posesiones en la antigua colonia.

Vuelta a casa de soldados portugueses enviados a sofocar la rebelión en la hasta entonces ‘productiva’ Angola, el 12 de noviembre de 1975.

Vuelta a casa de soldados portugueses enviados a sofocar la rebelión en la hasta entonces ‘productiva’ Angola, el 12 de noviembre de 1975. / Archivo

Crímenes probados

Sin embargo, han sido varios los episodios probados de crímenes cometidos por el Ejército portugués durante las guerras coloniales. Uno de ellos fue la masacre de Wiriyamu en 1972, cuando las tropas lusas asesinaron a casi 400 civiles, entre ellos mujeres y niños, en la provincia de Tete, al norte de Mozambique. Pero a pesar de las evidencias, el Estado portugués sigue sin afrontar su pasado. "A diferencia de otros países europeos, que han dado algunos pasos en el reconocimiento explícito de la violencia colonial, Portugal nunca ha realizado ningún gesto en ese sentido", asegura el investigador Cardina. El último país en dar el paso ha sido Alemania, que ha reconocido recientemente el genocidio en Namibia cometido entre 1884 y 1915.

Un ejemplo de la ambigüedad con la que el Estado portugués afronta el pasado colonial fue la muerte el pasado febrero del teniente coronel Marcelino da Mata, uno de los oficiales del Ejército más condecorados durante la guerra colonial y a quien se le atribuyen crímenes de guerra en la antigua colonia de Guinea-Bissau. A su funeral acudieron altos mandos del ejército y también el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que fue duramente criticado por las asociaciones antirracistas. Poco después, Rebelo de Sousa tuvo un gesto de concordia en su discurso por el aniversario de la revolución de los Claveles, donde pidió «estudiar el pasado y diseccionar todo, tanto lo bueno como lo malo», aunque todavía no se han dado pasos claros en ese sentido.

En un informe publicado en marzo, el Consejo de Europa instó a Portugal a revisar su pasado colonial para frenar el aumento de la violencia racista, en parte instigado por la extrema derecha: "El repunte de crímenes de odio se asienta en la falta de una revisión profunda de la historia colonial en Portugal. Existe una necesidad de repensar la forma de enseñar historia en lo referente al colonialismo, a la esclavitud y a la forma como se presenta el descubrimiento del Nuevo Mundo".

Angoleños celebran la independencia de Portugal tras una larga y cruenta guerra colonial (1961 - 1975).

Angoleños celebran la independencia de Portugal tras una larga y cruenta guerra colonial (1961 - 1975). / Archivo

La alerta del Consejo de Europa, sin embargo, cuenta con el rechazo de organizaciones como Nova Portugalidade, que nació en 2016 con el objetivo de "proteger el sentimiento de comunidad y fraternidad" entre los pueblos de habla portuguesa, en palabras de su presidente, Rafael Pinto. "Nacimos con el objetivo de crear un contrapeso a las voces que califican la relación entre Portugal y sus territorios de ultramar de depredadora y rapiñadora. No podemos mirar al pasado colonial de forma descontextualizada y pedir perdón por crímenes que felizmente ya no se cometen", sostiene Pinto. 

Neutralidad política

Más allá de los posicionamientos en el ámbito asociativo, el debate sobre el pasado colonial sigue estando fuera de la agenda de los principales partidos políticos. Poco después de la polémica por el funeral de Marcelino da Mata, el primer ministro luso, António Costa, aseguró en una entrevista que se está abriendo "una fractura peligrosa para nuestra identidad", en relación a la polarización que, según Costa, están generando la extrema derecha, por un lado, y los activistas antirracistas por el otro.

La falta de posicionamiento claro por parte de los principales partidos es una de las causas que, según el profesor de la Universidad de Lisboa António Costa Pinto, impiden avanzar hacia una revisión de la historia colonial. "Rebelo de Sousa está ensayando una política de disculpas, pero el fuerte arraigo del lusotropicalismo en la sociedad portuguesa provoca que ni siquiera los partidos de izquierda quieran abrir ese debate", asegura Costa Pinto. 

Prueba de la escasa implicación política es el rechazo a la retirada de los símbolos del colonialismo –como el Monumento a los Descubrimientos, en Lisboa– y su sustitución por otros que reconozcan los errores del pasado. La presidenta de la asociación Djass recuerda el esfuerzo que supuso llevar al Ayuntamiento una propuesta para instalar un memorial a las víctimas de la esclavitud en el centro de la capital. Algo que finalmente fue aprobado, aunque los monumentos a las hazañas coloniales siguen siendo mayoritarios y, en ocasiones, un campo de batalla.

Suscríbete para seguir leyendo