ENTREVISTA

Marc Giró: "Lo mío es entretener a la tropa"

El comentarista televisivo ha visto disparada su fama a raíz de su participación en las tertulias sobre el documental de Rocío Carrasco en Telecinco

El zasca de Marc Giró a la productora del documental de Rocío Carrasco

marc  giro

marc giro / TVC

Juan Fernández

Juan Fernández

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Marc Giró (Barcelona, 1974) lleva más de veinte años poniendo pimienta, lucidez y desparpajo en multitud de programas de radio y televisión –actualmente presenta ‘Vostè primer’ en RAC1 y participa en ‘Està passant’ de TV3-, pero sus apariciones en los debates que acompañan al documental que emite Tele 5 sobre Rocío Carrasco han elevado su estatura mediática. Nada que cause vértigo a un declarado ‘working class’ de la industria del entretenimiento que lo mismo riega de sentido común las tertulias sobre los maltratos machistas que analiza con sarcasmo a la casta de los pijos, como acaba de hacer en su último libro, publicado en catalán por Univers.

De repente, todo el mundo habla de Marc Giró. ¿Le inquieta?

Soy demasiado mayor para que eso me trastorne. Llevo muchos años en este oficio y sé que los picos de atención conviven con momentos en los que, literalmente, te comes los mocos. Por otro lado, tampoco estoy muy pendiente. Ventajas de no tener redes sociales.

¿Por qué no las tiene?

Uno debe ser consciente de sus limitaciones: padezco un déficit de atención que me impide hacer dos cosas a la vez. Además, tampoco tengo tiempo. Cuando alguien me dice que ha visto tres temporadas de una serie en un fin de semana, me pregunto cómo lo hace. Aunque hable rápido y parezca que tiendo a la histeria, en realidad soy muy lento. Si encima he de estar pendiente del online, el perro se me mea en casa. Además, soy muy ‘rollero’, las redes van contra mi verbo. Yo necesito horas para caer gracioso.

Le habrán contado todo lo que se pierde por no estar en las redes.

Lo tengo asumido. En la sierra de Toledo hay pueblos preciosos que también me perderé por no visitarlos. Me pasa una cosa: cuando veo una película de la Edad Media y de pronto sale un dragón hablando, desconecto. No me interesa la fantasía ni el más allá, y para mí Twitter es una realidad paralela, como la religión, el limbo, la ciencia ficción o el fútbol, que tampoco me interesa. Prefiero otro tipo de realidad.

Hay gente de fuera de Catalunya que no le tiene fichado y se pregunta quién es usted. ¿Qué le contamos?

Soy un producto muy de esta época. Hoy no puedes dedicarte a una sola tarea. Sobre todo si trabajas en los medios, que son un circo con varias pistas y has de estar en todas si quieres sobrevivir. Por eso hago radio, publico libros, voy a la tele… Mi ventaja es que soy muy presentable, quedo bien en cualquier sitio y tengo recursos para tirar para adelante en muchos ambientes. No ser experto en nada puede acabar siendo una gran ventaja.

¿Cuándo lo descubrió?

Descubrí mi capacidad de cuentista hace muchos años en Baqueira Beret. Una mala caída me mandó al refugio mientras mis colegas esquiaban, pero andaba por allí un destacamento de la Escuela Militar de Montaña. Tíos de dos metros, todos barbudos, y yo en medio, rubito, finito, mariquita total. Aquella panda de machos alfa acabó pasando las tardes a mi alrededor para oír lo que contaba. Ahí supe que mi misión en la vida es entretener a la tropa.

"Hoy podría estar vendiendo plátanos en una frutería tan ricamente, pero como era mono y hablaba seguido, lo de la tele funcionó". 

¿Cómo era de niño?

Cuando llegué al planeta Tierra, aluciné. Nací en el 74 y ser gay en esos años era como ser Robinson Crusoe: estabas solo rodeado de herramientas que no te servían para nada. Así que tuve que montar mi propia ferretería y fabricármelas. Me hice titiritero para que la gente me quisiera.

¿En ese plan figuraba la tele?

A la tele llegué por casualidad. No soy de familia rica, así que mi única obsesión al acabar Historia del Arte era ganar dinero. No para forrarme, sino para vivir. A través de una amiga, mandé un currículum a Jordi González, que me cogió para colaborar en ‘Les 1000 i una’, y a partir de ahí me fueron llamando. Pero también me ofrecí para trabajar de tendero. Hoy podría estar vendiendo plátanos en una frutería tan ricamente, pero como era mono y hablaba seguido, lo de la tele funcionó.

¿Cómo se produjo su flechazo con la moda?

Igual que lo de la tele: mandé miles de currículums y me contestaron de la revista Marie Claire. Me preguntaron si me interesaba la moda y les dije que muchísimo. Era mentira. Si me hubieran llamado de un periódico de deportes, habría dicho que el fútbol me volvía loco. Yo sabía que lo mío era entretener a la tropa, y eso lo puedes hacer en una revista de moda o tras el mostrador de una mercería.

Suele presumir de conciencia de clase. ¿Por qué lo hace?

Porque nos han engañado. Un buen día nos dijeron que todos éramos clase media y se dejó de hablar de la clase obrera y trabajadora. Como podíamos viajar a Londres apretujados en aviones de Vueling, nos creímos Jaqueline Onassis. De pronto, todos éramos influencers, instagramers, runners… No, cariño, tú sigues siendo clase obrera y trabajadora. Si quieres, te tomas un zumo de pepino para estar sano, pero eso no te quita de ir a currar mañana.

¿Por qué le interesan los pijos?

Dejando aparte a los anacoretas y los monjes de clausura, los pijos son los que mejor saben vivir. Disfrutan del placer, sus vidas son un permanente verano y tienen mejor gusto que ninguna clase social. No por nada, sino porque tienen tiempo y dinero para cultivarlo. Me parece interesante observar a los privilegiados de nuestro tiempo.

Pijo es una etiqueta de los años 80. ¿Su perfil ha cambiado?

Son los mismos, pero cada vez están más alejados de la esfera pública. Pasa igual con la riqueza: cada vez hay más en menos manos. En Catalunya hubo un pijo modernista que invertía la herencia en montar el paseo de Gracia o fundar un periódico. Al pijo de ahora solo le interesa el bien común para trincar. Le hablas de pagar impuestos y pone el grito en el cielo. Tampoco conoce la moralidad política, siempre está a favor del viento que sople, sea la monarquía, el franquismo, el socialismo o el independentismo.

"La derecha desprestigió la cultura y la clase política se olvidó de una de sus obligaciones, que es mantener la alegría". 

Ha vivido muchos años en Madrid. ¿Cómo explica las noticias que llegan de la Villa y Corte?

Lo del madrileñismo es una falacia. He vivido 25 años en Madrid, sigo empadronado allí y jamás me he cruzado con un madrileño autóctono. Madrid es mestiza y cosmopolita, no una ciudad de chulapas, toros y cañas. Me pregunto qué fue de aquella España que mezclaba a Las Costus con Lola Flores, la infanta Elena, Cobi, el toro de Osborne, Almodóvar y Pitita Ridruejo. ¿Dónde se fue?

¿Tiene alguna teoría?

Aquí ha habido dejación de responsabilidades y gente que se ha aprovechado del esfuerzo que hizo este país por entenderse en la transición. Estoy a favor del derecho de autodeterminación, me parece una vergüenza lo de los ‘presos politics’ y entiendo que haya quien quiere la independencia. De acuerdo, se puede hablar de todo. ¿Pero qué fue de aquella España de ‘La Bola de Cristal’ y ‘La Edad de Oro’? La derecha desprestigió la cultura y la clase política en general se olvidó de una de sus obligaciones, que es mantener la alegría.

Antes tampoco se hablaba de violencia de género, ahora sí, pero hay quienes sostienen que programas como el de Rocío Carrasco banalizan este problema. ¿Qué responde?

Que no se confundan. Admito que en Tele 5 hay a veces mucho ruido y que podríamos hacerlo mejor, pero aquí lo importante es el testimonio de una mujer que ha padecido años de violencia machista física, psicológica, vicaria, judicial y mediática. Las mujeres maltratadas lo han pillado al vuelo. Parece que otros no. 

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