Activismo sobre ruedas

'Nomadland': Así es Bob Wells, su líder espiritual

Después de más 20 años viviendo en su camioneta, este antiguo reponedor se ha convertido en el gran referente de la comunidad itinerante retratada en la película de Chloé Zhao

Oscar 2021: 'Nomadland' conquista el premio a la mejor película y mejor directora

bob wells

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Rafael Tapounet

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Si existe algo parecido a un líder espiritual en la creciente comunidad de temporeros estadounidenses que, asediados por la recesión, se han visto en los últimos años empujados a echarse a la carretera y vivir en sus vehículos (los ‘furgorresidentes’ que aparecen retratados en ‘Nomadland’, la película de Chloé Zhao triunfadora en los Oscars), ese es Bob Wells. Aunque a él le gusta decir que no se considera en absoluto un gurú (“a pesar de mis esfuerzos por dominar las técnicas de control del pensamiento, lavado de cerebro y manipulación, todavía no he conseguido tener ningún discípulo”, bromea), este hombre de 65 años con aspecto de Santa Claus tatuado que aparece en ‘Nomadland’ interpretándose a sí mismo ha dedicado los últimos tres lustros a predicar las bondades de una vida itinerante y sostenible, liberada del yugo de los costes de la vivienda, y ha inspirado con sus consejos y enseñanzas a miles de norteamericanos desposeídos (su canal de Youtube se acerca al medio millón de suscriptores).

Podría decirse de Wells que, como San Pablo, evangeliza con la pasión del converso, porque él llegó al nomadismo en contra de su voluntad y arrastrado por un cúmulo de circunstancias adversas. La primera noche que pasó en la destartalada camioneta Chevrolet que acababa de adquirir por 1.500 dólares no pudo dejar de llorar. Tal como él mismo explica en ‘País nómada’ (Capitán Swing), el libro de la periodista Jessica Bruder en el que se basa la película de Chloé Zhao, Wells se veía como “un sintecho, una persona sin hogar, un perdedor”. Hasta que algo en su cabeza empezó a cambiar.

Rebobinemos unos cuantos años atrás. A principios de los 90, Bob Wells vivía en Anchorage, Alaska, con su esposa y sus dos hijos, y se ganaba la vida como reponedor en el mismo supermercado Safeway en el que su padre había trabajado como encargado hasta poco antes de morir. En 1995, después de 13 años de matrimonio, los Wells se enfrentaron a un turbulento proceso de divorcio como consecuencia del cual Bob tuvo que abandonar la casa familiar y empezar a pagar a su exesposa una pensión mensual de 1.200 dólares, la mitad de su sueldo. Incapaz de asumir el coste del alquiler de un apartamento en Anchorage, se instaló en una tienda de campaña en un terreno que había comprado en Wasilla, a 80 kilómetros de sus hijos y del trabajo, pero el consumo de tiempo y de dinero para combustible que le exigía esta situación no tardó en hacerse insostenible.

De modo que Wells decidió invertir los últimos 1.500 dólares que le quedaban en la cuenta en una desvencijada camioneta de color verde y convertirla en su hogar. A medida que el dinero que se ahorraba en alquiler le permitía ir acondicionando el interior del vehículo (con el tiempo instaló literas, un sillón reclinable, una cocina, una estufa catalítica con un depósito de propano, un generador, un microondas y hasta un televisor de 27 pulgadas), la desesperación inicial dio paso a un sentimiento de liberación muy parecido a la felicidad. Y a una suerte de revelación. “Cuando me instalé en el camión -le confesó a Jessica Bruder-, comprendí que todo lo que la sociedad me había dicho era mentira”.

Construyendo una comunidad

Convencido de tener entre manos un aprendizaje valioso que compartir, en 2005 Bob Wells puso en marcha el sitio web Cheap RV Living, un portal con recomendaciones prácticas para quienes quisieran vivir en un vehículo con un presupuesto reducido. La crisis de 2008 multiplicó dramáticamente las visitas a la web, en torno a la que empezó a configurarse una pequeña pero muy activa comunidad de ‘furgorresidentes’ que intercambiaban consejos y experiencias, así que Wells optó por dar un paso más y convocar un encuentro anual de la nueva tribu nómada en Quartzsite, Arizona. A la primera edición del llamado Rubber Tramp Rendezvous (RTR), en enero de 2011, asistieron 45 vehículos. Ocho años después ya eran más de 10.000.

Entre una cita y otra, Wells sufrió un golpe devastador con el suicidio de su hijo mayor (un trance del que habla abiertamente en la pelicula ‘Nomadland’). La desgracia lo volvió a poner de cara al abismo para acabar reforzando su determinación de consagrar su vida al servicio de los desahuciados por el sistema. “Si tengo que seguir viviendo -les dijo el año pasado a los nómadas congregados en el RTR- será mejor que exista una razón, y esta es la razón. Vosotros sois la razón”. 

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