10 AÑOS DE UN CONFLICTO SIN FIN

Siria se queda sin clase media (y sin opciones de reconstrucción)

El conflicto, con un coste humano y económico incalculable, ha engullido la población que nutre de profesionales todos los sectores del país

Este vaciamiento y desestructuración social, mantienen los analistas, hace aún mayor el desafío de su reconstrucción

refugiados sirios

refugiados sirios / BAKR ALKASEM (AFP)

Albert Garrido

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Desde que empezó la refriega el Día de la Dignidad, el 15 de marzo de 2011, hasta hoy el coste humano, económico y de futuro de la guerra civil siria es incalculable. Diez años después de los primeros disparos, de la primera arremetida del régimen de Bashar al Asad contra los manifestantes que pedían en la calle la democratización del régimen, la magnitud de la destrucción supera con creces las peores previsiones hechas durante los primeros años de la contienda, cuando aún se hablaba de cuándo y cómo podría iniciarse la reconstrucción del país. Quizá la frase del director de cine Muhamad Alí Atasi, recogida por Ignacio Álvarez-Ossorio en el libro Siria, es la que resume de forma más explícita las dimensiones de la catástrofe: “Siria ha vuelto a la Edad de Piedra”.

En el legado provisional dejado por la guerra destaca la tragedia humana, en la que se superponen tres cifras: 600.000 muertos, unos cinco millones de refugiados, según ACNUR, y unos seis millones de desplazados internos. La consecuencia inmediata es que el país se ha quedado sin clase media y ha desestructurado por completo la sociedad siria. Para entender el porqué del fenómeno es preciso responder a una doble pregunta: ¿quiénes estaban en condiciones de hacer frente al coste de huir del país y qué significa pasar de una economía convencional de rentas a otra de mera subsistencia? Y es preciso también remitirse a los hechos.

“Siria ha vuelto a la Edad de Piedra”

— Muhamad Alí Atasi. Cineasta

Solo la clase media urbana disponía de recursos suficientes para afrontar el camino del exilio y pagar a las mafias para alcanzar Europa o buscar un lugar bajo el sol en los países vecinos. Algunos de los centenares de miles de refugiados sirios que buscaron vías de escape por Turquía y el mar Egeo llegaron a pagar 1.500 euros por persona a las bandas que trafican con seres humanos, según cálculos aproximados hechos por varias oenegés. Eso significa que en los casos en los que los refugiados llegaron a un destino razonablemente seguro –Alemania, durante la gran crisis migratoria de 2015–, lo hicieron habiendo gastado el total o poco menos de los recursos propios con los que subsistir y adaptarse a la nueva situación. 

Solo la clase media urbana disponía de recursos para afrontar el exilio y pagar a las mafias (1.500 euros por cabeza) para alcanzar Europa

Para el futuro de Siria, este vaciamiento social fue desastroso porque el exilio equivalió a la desaparición de la franja de población más preparada, aquella que gestiona la economía, se ocupa de la enseñanza y nutre de profesionales todos los sectores. Si el arabista francés Gilles Kepel subrayó que en la versión egipcia de la primavera árabe los jóvenes concentrados en la plaza Tahrir de El Cairo hablaban inglés y francés, en Siria cabe lamentar la huida de una parte importante de la juventud surgida de la clase media, preparada para moverse en el seno de la economía global, encuadrada con frecuencia en el nutrido cuerpo de funcionarios creado por el régimen en los últimos 40 años.

Zeina Alawi, que perdió a su marido en una bomba en 2014, se encuentra en la ciudad turca Gaziantep.

Zeina Alawi, que perdió a su marido en una bomba en 2014, se encuentra en la ciudad turca Gaziantep. / OZAN KOSE (AFP)

Salario medio: el precio de dos kilos de carne

El estatus material y moral de la clase media que no pudo o no quiso abandonar Siria no es mejor. Los seis millones de desplazados internos incluyen un número indeterminado de profesionales procedentes de las ciudades, de los campos de petróleo y de pequeñas empresas de todo el país. Para comprender cuál es su situación, basta acudir al testimonio de una familia de Alepo de cuatro miembros, recogido por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos: las 100.000 liras que ingresa todos los meses no dan ni para cubrir los gastos de una semana; el salario del marido, 63.000 liras, equivale al precio de dos kilos de carne.

“En el campo y en la zona controlada por los kurdos se puede sobrevivir si se aleja la guerra, pero en las ciudades, total o parcialmente destruidas, no hay forma de salir de la miseria”, afirma un refugiado

La inflación y el mercado negro han devastado el sistema económico, el PIB estimado por el Fondo Monetario Internacional se ha despeñado hasta los 24.000 millones de dólares y Siria ha caído desde el puesto 121 al 151 (el 171, según algunas fuentes) en la clasificación del Índice de Desarrollo Humano.

“En el campo y en la zona controlada por los kurdos se sobrevive más o menos si se aleja la guerra, pero en las ciudades, total o parcialmente destruidas, no hay forma de salir de la miseria”, declaró un refugiado a un periodista de Al Jazira. El analista Rami G. Khouri resume la situación con el siguiente argumento en su informe de 2018 'The implications of the Syrian war for new regional order in the Middle East' (las implicaciones de la guerra siria para un nuevo orden regional en Oriente Próximo): estados como Siria “estaban preparados para luchar por su propia vida”, aunque fuese “contra su propio pueblo”.

El "mal menor" de Al Assad

En un informe publicado en 2014 por los arabistas Lurdes Vidal y Nicolás Mayer se adelantaba una posibilidad que el paso del tiempo parece confirmar: la aplicación de la teoría del mal menor al régimen de Bashar al Asad, la conclusión de diferentes actores políticos a ambos lados de la divisoria de que es preferible la continuidad del autócrata a cualquier otra solución. “Nadie parece escandalizarse ante la perspectiva de que pueda acabar gobernando un país arrasado, dividido y en el que persista la violencia”, escribieron Vidal y Mayer, y, en efecto, entre la tutela rusa, el influjo turco, la asistencia de Hizbulá, la implicación iraní y la custodia china, más la frecuente pasividad de Occidente, nadie mueve la silla a Al Asad.

Refugiados sirios intentan acceder a Macedonia desde Grecia, durante las protestas de febrero de 2016 en la localidad griega de Idomani.

Refugiados sirios intentan acceder a Macedonia desde Grecia, durante las protestas de febrero de 2016 en la localidad griega de Idomani. / LOUISA GOULIAMAKI (AFP)

Coste incalculable

Daniel L. Byman, del 'think tank' Center for Middle East Policy, reconoce verse incapaz de calcular cuánto puede costar la reconstrucción de una Siria pacificada; se atreve solo a adelantar que cientos de miles de millones de dólares. Es tanto como decir que, en la práctica, es una operación poco menos que inabordable si no se dan por lo menos cuatro requisitos: estabilidad política a largo plazo, implicación prolongada de instituciones internacionales de crédito, donantes a fondo perdido y regreso de una parte sustancial de los refugiados que penan su infortunio en Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto, supuesto que los que encuentren acomodo en países occidentales difícilmente tomarán la decisión de desandar el camino.

"Desesperadamente débil"

El gran problema es que, si el mal menor prevalece, “es probable que Siria siga siendo objeto de intromisiones y un escenario para la competencia regional, con su soberanía violada regularmente”, de acuerdo con el diagnóstico de Byman. Es decir, se consagrará como un Estado “desesperantemente débil”, cuya debilidad presente, paradójicamente, “le da cierta influencia”. “Estados vecinos como Jordania temen la inestabilidad continua en Siria –afirma Byman– y tienen un incentivo para trabajar silenciosamente con el régimen, especialmente en cuestiones fronterizas”. No es exagerado decir que la aparente inconsistencia del régimen le procura algo de aire, mientras países como Alemania, muy afectados por los flujos migratorios sirios, precisan mantener abierta alguna vía de contacto, siquiera sea indirecta.

La continuación de un conflicto de baja intensidad procura a Al Asad una zona de confort que excluye el retorno de los refugiados y la reconstrucción del país

Un análisis publicado en 2013 en el periódico 'Le Monde' por el periodista Christophe Ayad resultó premonitorio: “Es preciso ceñirse a la evidencia: no hay solución militar, el régimen sirio no se ha derrumbado y sus aliados defienden sus intereses codo con codo. El aislamiento de Damasco parece incluso retroceder”. Si desde casi el principio no hubo zozobra, la derrota del califato proclamado en Mosul en 2015 aumentó la sensación de que la continuación de un conflicto de baja intensidad, sin grandes cambios sobre el terreno, procura a Al Asad una zona de confort que excluye el retorno de los refugiados y la reconstrucción del país. Aunque el Gobierno no controla de forma efectiva más allá de un territorio equivalente a entre un tercio y la mitad del país, sigue siendo un interlocutor ineludible y las soluciones sin Al Asad cotizan a la baja.

600.000 muertos

Los muertos habidos en la guerra de Siria superaron la cifra de 600.000 al final de 2020, según estimaciones de diversas fuentes. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos tenía documentados a la misma fecha 387.118. De esos, 116.905 correspondían a población civil; 54.668, a rebeldes de diferentes facciones; 68.049, a fuerzas del régimen; y el resto, a unidades de varios cuerpos militarizados del régimen de Damasco, a las Fuerzas Democráticas de Siria, a milicianos de Hizbulá, a soldados rusos, a soldados turcos y a mercenarios. No hay cifras fiables de las bajas sufridas por el Daesch en territorio sirio.

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