MODA

Gabriela Hearst, la nueva diseñadora de cámara de la Casa Blanca

La creadora, cuyos diseños lleva desde la primera dama hasta Penélope Cruz, se ha convertido en menos de cinco años en una de las firmas abanderadas del lujo y la sostenibilidad. En marzo presenta su primera colección para Chloé.

Gabriela Hearst

Gabriela Hearst / Jonas Gustavsson/Sipa USA

Núria Marrón

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Seguramente ningún otro nombre está dando zancadas tan largas y tan rápidas en la industria de la moda como la diseñadora uruguaya Gabriela Hearst. En menos de cuatro meses, ha ganado el premio CFDA a la mejor creadora; ha sido aupada al primer sillón de la casa parisina Chloé, y la primera dama estadounidense, Jill Biden, la ha convertido en algo parecido a la diseñadora de cámara de la nueva Casa Blanca, tras haber aparecido también en los títulos de crédito de algunas de las inflamables producciones de moda de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez y haberse erigido en una de las firmas 'gourmet' de ese escaparate global que va de la alfombra roja a las recepciones reales. 

Una escalada meteórica para una firma con apenas cinco años de vida que, sin embargo, no partía precisamente de la nada. La diseñadora, de 44 años, apellidada Perezutti y criada en una finca ganadera familiar de las llanuras uruguayas rodeada de caballos y ovejas, se mudó primero a Nueva York tras estudiar en su país en el Instituto Británico y cursar estudios de Comunicación. Su intención era dedicarse a las artes escénicas –ingresó en el Neighborhood Playhouse School of the Theatre, que ha formado generaciones de actores–  y, en el entretanto, también hizo algún que otro trabajo de modelo. No hizo carrera, pero asume que aprendió "algo importante": "A ser rechazada y a lidiar con ello; pero no soy muy buena cuando la gente me da órdenes".

JILL

Jill Biden, vestida de Gabriela Hearst, tras la toma de posesión de su marido. / AFP

Sin embargo, un proyecto la apartó pronto de sus planes iniciales. En 2004, al año siguiente de llegar a Nueva York, y con una inversión de apenas 700 dólares, lanzó una marca, Candela, de camisetas con serigrafías de amazonas con las que muy pronto descubrió que sus intuiciones y las cuentas de resultados podían ser grandes compañeras de cóctel: el primer año, la firma ya había facturado un millón de dólares. Años más tarde, tras un primer matrimonio con un inversor holandés, se casó con el que acabaría siendo su socio comercial: Austin Hearst, de 68 años, nieto del superpoderoso magnate y miembro de una familia que atesora –según las cuentas de Forbes– más de 21.000 millones de euros.

Apellido conyugal

Así, cuando en 2015 puso a andar su firma homónima, la diseñadora, madre de tres hijos, tomó prestado de su pareja un apellido que en sí mismo es una fabulosa maquinaria de relaciones públicas –de hecho, revistas del ramo como Harper’s Bazaar, Elle, Cosmopolitan y Esquire pertenecen a la familia–. Por su parte, Hearst, que como buen heredero reparte su tiempo entre el staff del imperio familiar, la producción de cine y la filantropía, se convirtió en el principal inversor y ojo financiero de la firma. "Yo soy Gabriela y Austin es el Hearst. Yo soy la diseñadora y él piensa en el negocio de maneras muy creativas". 

COMBO VESTIDOS

De izquierda a derecha, Markle y Winfrey lucen bolso de la firma Gabriela Hearst, y Penélope Cruz y Laura Dern, dos vestidos de la marca. / El Periódico

Si algo caracteriza a esta marca que el gremio ha apellidado "la Hermés americana" –por su gusto por la artesanía, el cuidado de los materiales y una cierta obsesión equina: "Soy ganadera", suele decir– es la apuesta por la sostenibilidad, que se ha erigido en la gran divisa corporativa e incluso el concepto que más veces repitió el CEO de Chloé, Riccardo Bellini, cuando en diciembre anunció su fichaje. 

"Cocinar con sobras"

En 2019, por ejemplo, Gabriela Hearst firmó el primer desfile de moda libre de emisiones de carbono y abrió una 'boutique' de Londres, diseñada por Norman Forster, con parquet procedente de un viejo cuartel y vitrinas elaboradas con madera de árboles caídos durante una tormenta. Sin embargo, los mayores esfuerzos se los lleva la producción. Hearst suele reivindicar la "transparencia" en la cadena de suministros y define su modelo de negocio como "cocinar con sobras". "Hablar de desperdicios tal vez no suene tan glamuroso, pero es lo que ahora debería preocuparnos a todos, ¿no?".

Hearst suele reivindicar la "transparencia" en la cadena de suministros y define su modelo de negocio como "cocinar con sobras"

Por 'desperdicios', en realidad, se refiere a sobrantes de, por ejemplo, cachemira a los que da una segunda vida (usa hasta el 30% de materiales desechados) en colecciones en las que también emplea lana procedente del rancho familiar, que, por cierto, heredó en 2011 tras la muerte de su padre. Así, su baza comercial –más allá del bolso-insignia Simone, que se elabora por encargo y tiene lista de espera y precios estratosféricos– es haberse convertido en a/ una apuesta antipirotécnica para personas sobrias en momentos clave –ahí están de Jill Biden a Chelsea Manning, que vistió de Hearst para su primera imagen tras su encarcelamiento– y b/un símbolo de estatus para un núcleo "numéricamente pequeño pero económicamente poderoso de personas que desean vestirse para indicar que tienen valores significativos, así como un gusto excelente", glosaba la editora de moda en jefe del diario 'The Guardian'. Sus abrigos reciclados, cabe decir, fácilmente escalan hasta las cuatro cifras.

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