El altar pop: el (jugoso) filón de la religión en las series

La ficción mantiene un diálogo esquinado con la tradición católica en producciones como ‘The new pope’ y ‘Fleabag’. Los expertos apuntan a que la espiritualidad tendrá un mayor papel en la televisión poscovid

PELICULA THE YOUNG POPE

PELICULA THE YOUNG POPE / ARCHIVO

Núria Marrón

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Quizá pocas escenas sinteticen mejor esa comunión ecuménica entre los nuevos tiempos, la Iglesia católica y la sociedad del espectáculo que cuando el pontífice aristócrata, yonqui y atormentado de 'The new pope' se asoma a la plaza de San Pedro y, en su último Ángelus, proclama que por fin ha llegado la hora de los excluidos y los despreciados del mundo. "Como vosotros, yo también lo recuerdo todo –declama un crecido John Malkovich metido en los coquetos mocasines rojo-mártir de ese papa "de porcelana" que es Juan Pablo III–. No hay lugar para vosotros, nos dijeron con su silencio. Pero ahora sabemos que nuestro lugar está aquí. Todos nosotros somos miserables desastres a los que dios ha unido para formar una gloriosa iglesia. ¡Nosotros somos la Iglesia!". Convendrán que la relectura de la bienaventuranza de "los últimos serán los primeros" no podría sonar hoy más queer.

Profunda ansia de paz

Cabe decir que la incursión de Paolo Sorrentino en las aflicciones, intrigas y miserias vaticanas no es una excepción. De un tiempo a esta parte, tanto 'The new pope' y 'The young pope' como series del alcance de 'Fleabag' mantienen una conversación contemporánea –aunque, sí, ciertamente irreverente y esquinada– sobre la fe tras la muerte de la fe, los afectos y la necesidad profunda de paz y comunidad. Un fangal de ansiedades y vidas desastradas que, a su vez, encuentran arrullo y factor chocante –sobre todo factor chocante– en las promesas de perdón, amor, fraternidad y esperanza cristianas. En ellas no hay proselitismo, pero sí en cambio una rabiosa urgencia de alivio.

Phoebe Waller-Bridge, intérprete y creadora de 'Fleabag', pendiente del cura.

Phoebe Waller-Bridge, intérprete y creadora de 'Fleabag', en su implacable cortejo del cura. / ARCHIVO

"La religión está en las series, como lo ha estado siempre en la ficción norteamericana, porque forma parte de la realidad, y las sectas, minoritarias o mayoritarias, resultan atractivas porque son motor de conflicto, por la misma razón que aparecen muchas reuniones de alcohólicos o drogadictos anónimos", apunta Jorge Carrión, autor de 'Teleshakespeare' y 'Lo viral', quien también relaciona estas ficciones con la furiosa expansión del 'streaming': "Al fin y al cabo, hay que buscar temas en todas partes".

El 'streaming' es un "supermercado espiritual" en el que los algoritmos dispensan ficciones para todos los perfiles y exigencias

Era de esperar, por tanto, que el apetito feroz de las plataformas acabara también olisqueando en ese otro "hambre de espiritualidad" y búsqueda de sentido y nuevos valores que el profesor de filosofía política Camil Ungureanu relaciona con las crisis de la sociedad capitalista. Un sistema que, desde la política y la diversión hasta la sexualidad y la naturaleza, "intenta reducir a una racionalidad instrumental y calculadora todos los ámbitos de la vida".

Eduard Fernández y Megan Montaner, en la diabólicamente kitsch '30 monedas'.

Eduard Fernández y Megan Montaner, en la diabólicamente kitsch '30 monedas'. / ARCHIVO

Espiritualidad kitsch

¿Y qué aportan las narrativas católicas a este gran "supermercado espiritual" que es el 'streaming' y cuyos algoritmos dispensan ficciones para todos los perfiles y exigencias? Según el investigador, el rechazo a la Iglesia por su ominoso historial de abusos sexuales convive a su vez con un prestigio global apuntalado por la figura de "celebrity" del Papa, que ha sido capaz de repensar críticamente la tradición espiritual católica, afirma Ungureanu, para responder a necesidades actuales como la emergencia climática o el estropicio neoliberal. Así, en opinión del profesor, las plataformas se hacen eco de la cultura de la celebridad, en este caso pontificia –ahí están si no los papas de Sorrentino y de Fernando Meirelles–, sin desatender "una búsqueda y oferta continua de espiritualidad kitsch basada en conspiraciones y magia".

"El cristianismo parece demandar narrativas más flexibles y autocríticas sobre la familia y el papel de las mujeres y la comunidad LGTBI", afirma Marta Lopera-Mármol

Sin embargo, que un grueso de las ficciones abunden menos en el pecado y la culpa que, por ejemplo, en la afectividad, el cuidado de la fragilidad o la posibilidad de renovación no deja de ser síntoma, según el investigador, del proceso de secularización. Y luego, claro, está la emergencia de la sociedad de la felicidad, hermana siamesa de la gratificación exprés. "Los problemas ético-espirituales y la cuestión del mal hoy están falsificados y reducidos a cuestiones terapéuticas de gestión de las emociones negativas, fenómeno del que se nutren plataformas como Netflix".

"La religión está en las series porque forma parte de la realidad, y los grupos religiosos siempre resultan atractivos porque son motor de conflicto", apunta Jorge Carrión

Más allá de eso, la investigadora en Comunicación de la UPF Marta Lopera- Mármol también considera que esta renovación de los mensajes católicos tiene que ver con que la vida religiosa y espiritual en general, y el cristianismo en particular, "parecen demandar narrativas más flexibles y autocríticas sobre, por ejemplo, la concepción familiar y el papel de la comunidad LGTBI y las mujeres con el fin de ampliar sus bases".

John Malkovich da vida a un pontífice pomposo y atormentado en 'The new pope'.

John Malkovich da vida a un pontífice pomposo y atormentado en 'The new pope'. / ANGELO CARCONI / EFE

Pero si hablamos de televisión por streaming, es obvio que no podía faltar el punch epatante. "Series como 'The new pope' y la segunda temporada de 'Fleabag' juegan con el tabú de la orientación sexual y la sexualidad como elemento dramático, excitante y casi hiperbólico", añade. Sin embargo, aunque la antiheroína desnortada y adicta al sexo de 'Fleabag' descarga sin piedad su ironía y sarcasmo contra las bases del catolicismo –de hecho, contempla sus ritos y dogmas como si asistiera a un extrañado espectáculo extremo y manicomial–, "su inflamable flirteo con el cura también es inseparable del que mantiene con la religión", afirma Lopera-Mármol.

El 'Mesías' o la espiritualidad según Netflix: ansias de redención, efectos paranormales y un predicador con melena evangélica perseguido por las masas y la CIA.

El 'Mesías' o la espiritualidad según Netflix: ansias de redención, efectos paranormales y un predicador con melena evangélica seguido por las masas y la CIA. / ARCHIVO

A pesar del retrato negativo del cristianismo y de la Iglesia, "la serie también contempla la posibilidad de alguna cosa más allá de lo secular, y permite a la religión poner en duda la visión del mundo predominantemente profana", dice la investigadora, quien entiende que "el entretenimiento post-secular sugiere sutilmente que religión y espiritualidad aún son necesarias en la cultura occidental" .

"El entretenimiento post-secular sugiere que la religión y la espiritualidad aún son necesarias en la cultura occidental", afirma Lopera-Mármol

Por supuesto, no hay caídas paulinas en la ficción de Phoebe Waller-Bridge –más bien la religión acaba siendo un pretexto para hablar del amor: "Cuando encuentras a alguien que quieres, surge la esperanza", dice el sacerdote–. Sin embargo, su abrasante tango con el catolicismo sí es sintomático de que en "un contexto de secularización, las tradiciones religiosas empiezan a ser vistas como un 'otro' con el que hablar y que incluso puede aportar algo de interés", explica Rafael Ruiz Andrés, del Instituto Universitario de Ciencias Religiosas de la Universidad Complutense de Madrid.

"Las crisis de la sociedad capitalista provocan "hambre de espiritualidad" y búsqueda de sentido y nuevos valores", asegura Camil Ungureanu

Y acabamos, cómo no, con spoiler, que se diría en argot del ramo. Hay cierto consenso en que lo espiritual tendrá mayor papel en la ficción poscovid. "La pandemia ha acentuado los problemas estructurales que vivimos –afirma Ungureanu– y aún no sabemos si y cómo van a ser superados". Ante un colapso civilizatorio, pues, se abre paso el comodín de la fe.

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