NOVEDAD DE UN CLÁSICO DEL FOTOPERIODISMO MUSICAL

En la carretera: 45 años tras las estrellas del rock

El libro 'Rocks on the road', del fotógrafo Ferran Sendra, va directo a la esencia de los grandes del rock combinando fotos de sus conciertos con escenas de sus imaginarios. El propio fotoperodista ha elegido las fotografías que ilustran este artículo.

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Jordi Bianciotto

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Los héroes del rock y, más allá de ellos, los paisajes y fetiches que envuelven sus obras llevan décadas desfilando ante el objetivo de Ferran Sendra, que reúne ahora sus fotos más viajeras en un libro espectacular, ‘Rocks on the road’ (Ed. Arola). La obra, de la que el propio autor ha elegido las imágenes que aparecen en este reportaje, se sumerge en el mundo de estos artistas de culto y cuenta con prólogos de Manuel Fuentes, David Castillo, Jordi Vidal Sabata y el autor de este artículo.

   

LOU REED: EL BAUTISMO SALVAJE

Ferran Sendra ya había asistido a algunos conciertos (Emerson, Lake & Palmer, Queen), pero su estreno cámara en mano fue con Lou Reed, en el Palau d’Esports, el 18 de marzo de 1975, siendo un adolescente. “Había policía dentro y fuera del pabellón”, recuerda. “El concierto no fue muy largo, y cuando el tío se piró comenzaron a volar sillas de madera y creo que más de uno debió de salir con la cabeza abollada”. Queda para el recuerdo esta foto del neoyorkino en acción, con Doug Yule, ex-The Velvet Underground, asomando a su derecha.

Lou Reed, en BCN en 1975, y el cruce de 'I'm waiting for the man' donde quedaba con el camello.

Una de las canciones que sonó esa noche fue ‘I’m waiting for the man’, cuya primera estrofa retrata la espera del camello con su dosis de polvo blanco. “Con 26 dólares en la mano / Ahí en Lexington con la 125”. Cruce de calles en el barrio de Harlem que Ferran inmortalizó en uno de sus viajes en busca de los lugares sacros del rock y el blues. “Siempre quise verlos”, confiesa. “Tenía una libreta e iba apuntando sitios que algún día visitaría, y cuando podía escaparme a Londres o a San Francisco me montaba una ruta”. Dice preferir esas imágenes a las poses de las ‘rock stars’. “En este libro, las fotos de concierto me sirven como base para lo otro, que es lo que de verdad me interesa”.

Bruce Springsteen: carreteras infinitas

Durante un tiempo, algunas estrellas del rock se resistían a visitarnos, y Ferran se lio pronto la manta para interceptar en Francia a Bob Dylan (Aviñón, 1981) y a David Bowie (Fréjus, 1983). Su tercera expedición tuvo a Bruce Springsteen en el punto de mira. El Boss nos había golpeado fuerte en Barcelona con ‘The river’, pero pasó de largo en el ‘Born in the USA tour’ (1985). Objetivo: Stade Richter, de Montpellier, la noche de San Juan. Al llegar se vio sin ‘photopass’ por algún malentendido (“désolé, monsieur”) y hubo que improvisar. Como siempre, vamos. “Acabé haciendo las fotos desde el público”, recuerda. “Un concierto flipante, aunque con más pose que en el Palau d’Esports”.

Springsteen, en Montpellier en 1985, y la Petrified Forest Road, que le hace pensar en las carreteras infinitas a las que canta el rockero. 

Bruce Springsteen representa para él una rectilínea carretera de horizonte inalcanzable, como las que salpican tantas canciones suyas: ‘Thunder road’, ‘Drive all night’, ‘Wreck on the highway’, ‘Highway petrolman’, ‘State trooper’... Y como la Petrified Forest Road, de Arizona, que fotografió en un viaje por la Ruta 66. “Me hace pensar en los caminos que siguió Bruce, cruzando el país cuando iba a visitar a sus padres en California”, ilustra. “Las fotos que más me gusta hacer son estas, que puedes asociar a muchas canciones”.

Led Zeppelin: discos de una vida

En el altar primigenio de Ferran Sendra están santidades como Lou Reed, Bob Dylan y los Rolling Stones, si bien reserva un espacio para “las bandas de rock duro, como Led Zeppelin o Deep Purple, que fueron un descubrimiento”. A Jimmy Page y Robert Plant los fotografió cuando actuaron, bajo sus nombres, en el Palau d’Esports en 1995, quince años después de la disolución del dirigible. Dosis concentrada de mitología, con altos exponentes de “la generación que se inventó esto de la cultura rock”.

Led Zeppelin, en el Palau d'Esports. en 1995, y el bloque del East Village de Nueva York que aparece en la portada de 'Physical graffitti'.

El edificio de apartamentos es el que ocupa la portada del doble álbum ‘Physical graffitti’ (1975), en el East Village neoyorkino, con una curiosidad: el diseñador de la cubierta, Peter Corrison, eliminó con trazo quirúrgico una de las cinco plantas para que la fachada encajara con el formato cuadrado de la carpeta. Más carnaza para la leyenda: en el portal de la derecha se grabó el videoclip de ‘Waiting on a friend’, de los Stones.

‘Physical graffitti’ es “uno de esos discos que siempre van contigo”, reflexiona Ferran. “Pasan los años y puedes haber cambiado de amigos, de pareja, de trabajo, de ciudad..., pero el álbum sigue ahí. ¡Este hace 45 años que lo escucho!”.

Queen: fotogenia asegurada

Freddie Mercury “siempre sabía cómo ponerse ante una cámara”, y al igual que David Bowie o Kiss, apunta Ferran, hablamos de “gente a la que es imposible hacerles una mala foto”. Queen vino tres veces a Barcelona, y esta imagen es de la última (gira ‘A kind of magic’, 1986), cuando el grupo estaba en lo más alto. Él se queda con sus primeros tres álbumes, los más rockeros, y con canciones como ‘Now I’m here’, su favorita, “con un toque de guitarra buenísimo por parte de Brian May”. Pero, más allá de los discos, “en directo, Queen era una banda con la que alucinabas, y en el Miniestadi dieron un bolaco, con Freddie en plena forma”.

Freddie Mercury, con Queen, en Barcelona en 1986. A continuación, la mansión Garden Lodge, en Kensington (Londres).

La ruta sentimental llevó a Sendra a la mansión de estilo georgiano de Garden Lodge, en el barrio londinense de Kensington, que Mercury adquirió en 1980 y en la que vivió hasta su muerte, once años más tarde. Una noble residencia con jardín y altos muros protectores que heredó su querida amiga y novia de juventud Mary Austin. Pero hay otro aliciente para acercarse a ella. “Muy cerca está el restaurante ‘Sticky Fingers’, del ex-‘stone’ Bill Wyman, donde hacen unas hamburguesas que flipas”.

Ozzy Osbourne: ruido y espectáculo

Ferran no forma parte de la tribu ‘heavy’, pero reconoce que no hay como un concierto de metal o hard rock para reconciliarse con su profesión. “Son los artistas con los que mejor me lo paso. Tienen sentido del espectáculo: Ozzy, ZZ Top, Alice Cooper, Iggy Pop... Y cuando más ruido hagan, mejor”. No debe sorprender entonces que, todos los años (pre-covid-19), cuente los días “para que llegue la hora del Rock Fest y Azkena”, sus festivales de cabecera.

Ozzy Osbourne, en el Palau del Esports en 1989. Junto a él, la fortaleza de El Álamo, en Texas, donde orinó yendo como una cuba.

De Ozzy Osbourne, el que fuera cantante de Black Sabbath, a quien capturó en su debut barcelonés (Palau d’Esports, 1989), le chifla su libro de memorias, donde pasa revista a sus grandes éxitos, que no son solo canciones: aquella noche en que le hincó el diente a un murciélago en escena (pensando que era un muñeco de goma), la reunión con CBS en la que degolló a una paloma..., y su episodio de deshonra de un monumento nacional estadounidense, la fortaleza de El Álamo, en San Antonio (Texas), cuando, yendo como una cuba, procedió a orinar en su honorable fachada. “Le multaron y tuvo que disculparse con las autoridades, y tardó una década en volver a actuar en Texas”, se regodea Ferran. Un libro que es ejemplo de virtudes. “Creo que volveré a leerlo otra vez”.

U2: los últimos divos

U2 es para Ferran Sendra, “seguramente, la última gran banda de rock”, entendiéndola como agente movilizador de multitudes, capaz de llevarse estadios por delante. “Y aunque sus discos no suelo ponerlos en casa, me lo paso muy bien en sus conciertos”, medita. El libro recoge al grupo en el momento de aparecer en el Estadi Olímpic en el 2017, en la gira de 30º aniversario de ‘The Joshua tree’. Meses después, Ferran se dejaba caer por el desierto de Mojave, en California, en busca del árbol de Josué, la planta ‘yucca brevifolia’, que fotografió con el sol en lo alto, marcando contrastes y facilitando ese efecto de silueteado comparable al de aquella imagen del grupo en escena.

U2, en el 2017 en el Estadi Olímpic, cuya imagen juega con el árbol de Josué, en el desierto de Mojave, que dio nombre al disco 'The Joshua Tree'. 

Un símbolo con aura mística para un grupo difícil de alcanzar, que en sus conciertos coloca a los fotógrafos muy lejos, en la mesa de sonido. Las cosas han cambiado desde aquella noche con Lou Reed. “Antes, con Gay Mercader y Jordi Tardà, que le llevaba la prensa, podías estar viendo a Clapton apoyado en un bafle a pie de escenario y fotografiar todo el concierto”, suspira Ferran. Ahora, tres canciones y pista, y contratos para acotar el uso de las fotos, y ubicaciones en el quinto pino. “Para seguir dedicándote a la foto de concierto tienes que estar tan chiflado como yo”.

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