Las tres víctimas de Plácido Domingo que dan la cara

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Ricardo Mir de Francia

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Cuesta una vida entera levantar una reputación, pero bastan unos días, unas semanas o unos meses para hundirla. Una máxima que podría aplicarse a Plácido Domingo, uno de los grandes mitos vivientes de la ópera.

A finales del mes pasado el tenor madrileño aceptó finalmente "todas las responsabilidades" por el comportamiento que ha empañado su nombre en el ocaso de su carrera y pidió disculpas a la veintena de mujeres que le acusaron de acosarlas sexualmente dentro y fuera de los escenarios. "Quiero que sepan que siento verdaderamente el daño que les he causado", dijo después de que una investigación independiente diera credibilidad a las alegaciones y dejara en evidencia el poder tentacular que Plácido mantiene sobre la industria. 

Fue un momento revelador, lo más parecido a una confesión y una disculpa con todas sus letras. Por más que llegara tarde, tras mantener durante meses que las acusaciones eran "inexactas", las interacciones "consensuadas" y el afán periodístico por saber la verdad, una campaña interesada para denigrarle y destruir su reputación.

La última en denunciar

"Antes lo negaba, luego era una víctima, ahora busca la redención", le dijo a Associated Press (AP) la soprano uruguaya Luz del Alba Rubio, la última mujer en acusar al español con nombre y apellidos. Algo que solo se han atrevido a hacer tres de ellas. "Siento que hemos conquistado a Goliat. No tenemos que tener miedo a hablar abiertamente", apostilló como si se hubiera liberado de un terrible secreto.

La uruguaya afincada en Nueva York tenía 29 años cuando Domingo la vio cantar en Roma en 1999 y la invitó para trabajar a su lado en la Ópera Nacional de Washington, en la que era director artístico. Aquel iba a ser su debut en EEUU tras estrenarse un año antes en varios festivales europeos. En el libreto, el 'Parsifal' de Richard Wagner, interpretado por uno de sus grandes ídolos. Pero aquel caballero de la corte del rey Arturo parecía buscar algo más que el santo grial en sus interacciones con RubioDomingo empezó a llamarla constantemente, generalmente por la noche, a buscar sus comisuras cada vez que la besaba o a tocarla más afectuosamente de lo que hubiera deseado. "Era enfermizo", ha relatado.

El apartamento

Una noche la invitó a su apartamento para revisar el vídeo de una actuación y trató de comérsela a besos. "Maestro, no puedo hacer esto, no soy ese tipo de persona", le habría dicho para quitárselo de en medio. Ya no volvió a ser contratada por la ópera de la capital ni llegaron a materializarse los papeles prometidos. Rubio no se atrevió a hablar hasta que el Sindicato de Artistas Musicales Americano (AGMA) confirmó que las acusaciones vertidas desde el verano pasado eran algo más que ruido interesado. Habló de "conducta inapropiada, desde flirteo a insinuaciones sexuales", pero no hizo pública su investigación, supuestamente para proteger a las víctimas y los testigos de posibles vendettas contra sus carreras. 

"El miedo a las represalias es real", dijo el director del sindicato, Leonard Egert. Muchos secretos tienen la vida corta y la agencia AP no tardó en averiguar que 55 personas habían hablado con el sindicato y 27 de ellas afirmaron haber sido objeto o testigos del acoso de Domingo. Nada menos que en el espacio de dos décadas.

El informe negado

La parquedad del sindicato es quizás la mejor prueba de la influencia de Domingo sobre el sector, de su poder para silenciar voces y dejar carreras en la estacada, una de las denuncias más recurrentes de sus víctimas. "Merezco ver ese informe", protestó Patricia Wulf al conocer que no se haría público. "La AGMA tiene que proteger a la gente de esta clase de depredador". La mezzosoprano estadounidense, retirada de la escena tras una carrera centrada en Norteamérica, fue la primera mujer en dar la cara. Un paso que siguió después la soprano Angela Turner Wilson.

La desazón de todas ellas no hizo más que aumentar cuando la prensa publicó que el sindicato le había pedido medio millón de dólares al artista español a cambio de rebajar las conclusiones del informe con un acuerdo extrajudicial. Toda una señal de la podredumbre que recorrería el mundo de la ópera. El acuerdo acabó descarrilando. Lo que no ha cesado es la batalla de estas tres mujeres para conseguir que se sepa la verdad.