La era de las emociones: algoritmos con corazón

Aprender a interpretar la emotividad es una de las aspiraciones de la Inteligencia Artificial

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Juan Fernández

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A medida que nos rodeamos de aparatos inteligentes con corazón de silicio, sería fácil pensar que nos encaminamos hacia un futuro marcado por un menor peso de los factores emocionales en la actividad humana. Sin embargo, no es eso lo que sugieren los inventos –programas, aplicaciones, robots- que está haciendo aflorar el desarrollo de la Inteligencia Artificial, sino todo lo contrario: cada vez hay más soluciones digitales que tienen por objeto desentrañar la dimensión afectiva de las personas e interactuar con ella. Las máquinas del mañana serán emocionales o no serán.

De hecho, ya lo son. En los laboratorios de computación más punteros del planeta no aspiran a fabricar aparatos que nos obedezcan, sino que sepan de nosotros más que nosotros mismos. Incluso emocionalmente. Y al parecer, este objetivo no forma parte de la ciencia ficción sino de realidades tan tangibles y abrazables como Neon, el androide presentado a principios de año por Samsung en el CES de Las Vegas, la mayor feria de tecnología de consumo del mundo, que se distingue por imitar las expresiones afectivas del ser humano como ningún otro robot lo había logrado hasta ahora.

De aspecto llamativamente humanoide, se anuncia como el asistente que algún día nos atenderá en la ventanilla del banco sin que podamos distinguirlo de uno de carne y hueso. De momento, ya se ríe de las bromas del usuario como el amigo más cómplice.

Internet de las emociones

De entrada, el Big Data no parece un concepto muy emocionante, pero a base de acumular datos biomédicos de las personas, las máquinas están empezando a comprender lo que sentimos antes incluso de que lo sintamos. Es el caso del dispositivo que está desarrollando Amazon, que promete dejar a Alexa, su famoso asistente digital, a la altura de una tostadora: el nuevo aparato será capaz de identificar el estado de ánimo de su propietario por el tono de la voz y, a continuación, actuará en consecuencia.

Las máquinas están empezando a comprender lo que sentimos incluso antes de que lo sintamos

A ese campo de la investigación, conocido como 'Internet de las emociones', pertenecen experimentos como los que está llevando a cabo Microsoft, que ha diseñado un prototipo de pañuelo con tejido digital capaz de conocer el balance emocional de su portador, o la 'start-up' Spire, que ha creado un sensor para medir el nivel de estrés de quien lo lleve prendido en la ropa interior.

¿Las emociones pueden traducirse a unos y ceros? En la empresa valenciana Emotion Research Lab no tienen la menor duda. Esta firma de software ha diseñado un programa capaz de 'leer' las expresiones faciales de los individuos para desentrañar cómo se sienten por dentro, incluso cuando sus bocas dicen una cosa y sus rostros, otra.

Expresiones faciales

"Al final, todo son datos. Después de registrar las expresiones faciales de miles de caras en distintos estados de ánimo, el algoritmo termina aprendiendo a distinguir la emoción que hay detrás de cada gesto. También de los que el ojo humano no ve", explica Alicia Mora, directora de operaciones de la compañía.

Actualmente, vende su software en el extranjero a firmas de recursos humanos que lo usan en entrevistas de trabajo y a asesores políticos que aspiran a mejorar la comunicación no verbal de los candidatos electorales. "No es una máquina de la verdad, sino de las emociones. Te cuenta con datos eso que sientes cuando conoces a alguien y, sin saber por qué, su expresión facial hace que te caiga bien o mal", aclara la empresaria.

Microsoft ha diseñado un prototipo de pañuelo con tejido digital que detecta las emociones del portador

Los estudios de mercadotecnia demuestran que el 80% de las decisiones de compra responden a motivaciones emocionales. Eso es mucho dinero, y a por él se han lanzado empresas como Google o Facebook, que monitorizan el tono emocional de los mensajes que cuelga la gente en sus redes sociales para saber qué productos deben ofrecerles o qué momento es el mejor para anunciárselos.

Incluso 'The New York Times' ha anunciado la puesta en marcha de una herramienta para detectar las reacciones que generan sus artículos en sus lectores. Una información por la que las marcas comerciales están dispuestas a pagar grandes cantidades de dólares.