La cuenta atrás de la líder turca condenada Canan Kaftancioglu

La opositora, que se enfrenta a 10 años de prisión, será encarcelada dentro de tres meses

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Adrià Rocha Cutiller

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Erdogan levantaba la mano para que los suyos le dejasen continuar. «Nosotros… Nosotros… Sí, sí. Acaban de escoger… Hace nada han escogido una nueva líder provincial en Estambul. Es un desastre», intentaba decir, entre el griterío, el presidente turco. «¡Buuuuuuuuu! ¡Fuera!», contestaban, furiosos, los diputados del AKP, el partido de Erdogan. 

Él, en la palestra, con una sonrisa burlona dibujada en sus labios, lo disfrutaba como nunca: «Por supuesto, respetamos la democracia. Esta persona ha sido escogida por el congreso del CHP [el principal partido de la oposición turca]. Nosotros no tenemos nada que decir –añadía Erdogan–. Tampoco nos hace falta. Si miramos a su pasado no hace falta decir nada. Ella lo dijo todo».

Los diputados del AKP seguían lanzando cánticos e improperios contra las paredes. Erdogan, que domina las masas como pocos, lo paró con un simple gesto: «Vale. Ahora, miremos a la pantalla». Las luces de la sala se apagaron. Sonó una música que se pretendía épica. Los diputados continuaron a lo suyo: «¡Buuuuuuuuuuuuuu!». 

Y ahí, en la tele, en directo para toda Turquía, estaba ella, entre pitos y abucheos. Canan Kaftancioglu, líder del CHP en Estambul, estaba siendo señalada por  varios de sus tuits. El 16 de enero de 2018 un dedo marcó el camino: pocos días después llegaría la citación.

«Propaganda terrorista»

Desde entonces, desde el discurso de Erdogan, pasó, exactamente, un año, siete meses y veinte días para que culminase su historia: el 6 de septiembre de 2019, en un tribunal de Estambul, Kaftancioglu fue condenada a nueve años, ocho meses y 20 días de cárcel. Hizo, según la justicia turca, propaganda terrorista e insultó al presidente a través de Twitter.

Estos son algunos de ellos: «El Estado no es asesino; es asesino en serie» [2014, en una manifestación]. «Erdogan es más caradura de lo que pensaba» [2013, en respuesta a un tuit del presidente]. «¿Defendéis la democracia gritando que no hay más Dios que Allah y cortando gargantas?» [15 de julio de 2016, durante el golpe de Estado].

«Este caso, en el que he sido juzgada y castigada, es un caso político e ilegal desde el inicio de la investigación hasta el fallo del tribunal. Un día después de que yo fuese escogida presidenta provincial del CHP [enero de 2018], se empezó la investigación contra mí. Y solo después de ganar las elecciones en Estambul el 31 de marzo [de 2019], se preparó la acusación en mi contra. Un año después. El archivo fue guardado durante un año, hasta las elecciones. Y la primera vista no tuvo lugar hasta el 28 de junio, cinco días después del 23 de junio, cuando ganamos las segundas elecciones en Estambul. Siempre que hay elecciones, alguien me lleva a juicio», dice Kaftancioglu, cuyo caso está pendiente de apelación.

«Lo que me
pasa a mí, les
pasa a todos
los que piensan
y actúan con independencia
en Turquía»,
denuncia Canan Kaftancioglu

«Pero dejemos todo esto de lado –añade–. Todo lo que he dicho en el pasado está dentro de la libertad de expresión según los tribunales europeos. Nada de lo que está pasándome se puede explicar con la ley. Lo que me está pasando a mí, les pasa a todos los que piensan y actúan independientemente en Turquía».

Desconocida

Hasta hace unos meses, a Kaftancioglu no la conocía casi nadie. Era una figura importante, sí, pero de una facción menor de un partido, el CHP, que no gobierna Turquía desde la década de los setenta. A nadie le sonaba su cara. Pero, en marzo de este año, hubo un terremoto: el CHP, por primera vez en décadas, ganó las alcaldías de Estambul y Ankara, las dos mayores ciudades del país, que habían pertenecido al partido de Erdogan desde hacía 25 años. Kaftancioglu no se presentó ni ostenta ningún cargo público, pero es ella, se cree, quien diseñó la estrategia que llevó al AKP a dos derrotas históricas. 

«Kaftancioglu es una mujer muy progresista, fuerte y con una gran capacidad de organización –explica Murat Somer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Koç–. Y es, potencialmente, una figura con un papel muy importante dentro de la política turca. Representa el cambio dentro de su propio partido: ella ha creado un nexo entre el partido y el movimiento civil de resistencia contra el autoritarismo y el AKP».

«Durante nueve años no hubo ningún caso contra ella y justo después de las elecciones en Estambul lo abren. ¿Qué deberíamos pensar? ¿Que no está siendo castigada?», apunta Somer.

Solo con verla, aunque sea por unos minutos, uno se da cuenta: habla con fuerza y carácter. Se calla pocas cosas y, algo poco típico de la clase política, no da quiebros para edulcorar sus palabras. Y, luego, también, está su apariencia: lleva el pelo corto, viste con cueros y americanas y viaja por Estambul en moto. Se la compara con el personaje de Trinity, de 'Matrix'. «Hay muchas mujeres extraordinarias en el AKP, pero su rol, el papel que representan en la sociedad turca, es muy distinto al de Kaftancioglu», resume Somer.

«Canan ha roto los esquemas de la política –dice Ilayda, su asistente en el partido–. Si se mira la historia política del país, solo ha habido, antes de ella, una única política fuerte [Tansu Çiller, primera ministra en los noventa]. Y por eso van en su contra, porque Canan representa todo lo que el AKP odia: una mujer independiente, que no necesita un marido, aunque lo tenga, para ser ella misma y ser libre. Todo lo que le está pasando es terrible, y lo siento sobre todo por su hija, a la que le están arrebatando a su madre».

La más odiada

Desde las palabras de Erdogan en el Parlamento, Kaftancioglu ha sido el objetivo favorito de la prensa afín al presidente turco. Y eso, entre los votantes del AKP, tiene sus efectos: ella es de los políticos opositores más odiados del país. «Puedo entender por qué no les gusto los políticos del AKP –explica ella–. No hago política a su manera, tengo una responsabilidad con la gente y expreso mis pensamientos libremente y lucho por ellos. Además, en este país no se puede decir que se quiera mucho a las mujeres que se dedican a la política. La figura femenina y los límites que ellos le imponen, en su mente, no coinciden con lo que yo hago».

Durante el juicio, Kaftancioglu repitió hasta la saciedad que el suyo era un juicio político; que la estaban castigando, a ella, por haber ganado las elecciones en Estambul. Erdogan, en miles de ocasiones, ha dicho que él no tiene nada que ver: que el gobierno, en Turquía, no tiene ni voz ni voto en el sistema judicial. Que éste es independiente.

Algunos no están de acuerdo. «La justicia siempre ha estado politizada. Los jueces actúan según la política del gobierno. Quién es juzgado y quién no, qué es delito o qué no, lo deciden el gobierno y su alianza, o la coyuntura política. Cosas que antes no eran delito ahora lo son, y viceversa», explica Baris Kop, miembro de una asociación de defensa de la libertad de expresión. «Ven a la gente que no piensa como ellos como enemigos, traidores y terroristas. Y Kaftancioglu no es la única: hay cientos de casos iguales», añade.

«Todo lo que está pasando… No sé cómo explicarlo –titubea Ilayda–. Intento ser optimista, pero no puedo. Ella me ayuda a ser más fuerte, más racional. No me imagino continuando con el trabajo cuando ella ya no esté, cuando la hayan metido en la cárcel». «Cuando estos días me entran momentos de tristeza por todo lo que estamos viviendo, pienso en ella, porque la han condenado a nueve años de cárcel y hace como si nada. Continúa con su trabajo habitual. Por esto creo que no tengo mucho derecho a ser pesimista», dice Ilayda, que lleva ya varios años trabajando al lado de Kaftancioglu.

Pero ella quita hierro a su caso: «Necesitamos a una sociedad organizada, no a ningún héroe –afirma, en alusión a sí misma–. Si hablamos solo de algunos individuos y no de los problemas reales, todo esto continuará pasando. Esta falta de derecho no me afecta solo a mí, sino a todos los que viven en este país. O luchamos juntos o seguiremos siendo víctimas».