Pon un perro en tu campaña

El binomio candidato-chucho se ha convertido en todo un clásico de la comunicación política

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Juan Fernández

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Nada humaniza más a un ser humano que la compañía de un animal. Y si ese animal es un perro, entonces el intento de parecer mejor persona tiene el éxito asegurado. Lo saben bien los asesores políticos, que en cuanto pueden filtran imágenes de sus líderes rodeados de cánidos, y a este recurso se aferran igualmente famosos de todo orden y condición para acrecentar sus parroquias de seguidores y marcas comerciales de amplio espectro para atraer consumidores hacia sus productos. El mejor amigo del hombre se ha revelado como su mejor herramienta de 'marketing'.

En la semana de la campaña electoral, la noticia que ha galvanizado muchas conversaciones, especialmente en las redes sociales, no ha tenido que ver con ninguna propuesta para mejorar la vida de los ciudadanos, sino con la irrupción en la arena política de Lucas, el cachorro de caniche toy que Albert Rivera presentó en un vídeo como su “arma secreta” para preparar el debate electoral, que se celebró el pasado lunes.

A juzgar por el tono de los comentarios que generó la ocurrencia, la mayoría jocosos y muchos directamente hirientes contra el líder naranja, podría parecer que el tiro le salió por la culata. Sin embargo, en el mundo de la comunicación política no siempre resta lo que en apariencia desmerece. Al contrario, que hablen de uno, aunque sea mal, ya es un triunfo.

Operación can

“La figura de Rivera se había ido desdibujando en la precampaña, así que necesitaba hacer algo urgentemente para fijar la atención en él. En ese sentido, la operación del perrito le ha salido a la perfección, porque le ha dado el protagonismo que buscaba”, opina el asesor de marketing político Isaac Hernández. Los ecos del debate confirman este análisis: el líder de Ciudadanos no nombró a Lucas en su encuentro con los otros cuatro candidatos, aunque había prometido zumbárselo a quien le atacara, pero el chucho se coló esa noche en infinidad de memes y fotomontajes alusivos a la participación del político naranja en la tertulia, en dura competencia con el trozo de baldosa más famoso del adoquinado de Barcelona.

«Un perrito
transmite
ternura y
sensibilidad»,
afirma Isaac
Hernández,
asesor de
'marketing'
político

Puesto a llamar la atención, Rivera podría haber acudido a una amplia variedad de recursos –su carrera política está plagada de ellos-, pero Lucas le aportaba algo que ni un posado desnudo ni un mitin en territorio hostil podían darle a un líder tachado últimamente de arisco y montabroncas. “Un perrito nunca falla. Transmite ternura, sensibilidad y responsabilidad ante el deber de cuidarlo, tanto entre los que suelen tener mascota como entre los que no”, apunta el experto en comunicación política.

Un talismán

Lo cierto es que pocos políticos se resisten a usar el talismán del can. Tras su llegada a la Moncloa, a Pedro Sánchez le faltó tiempo para posar junto a Turka, su perra de aguas, en los mismos jardines donde meses antes se habían hecho fotos Mariano Rajoy y Rico, su pointer inglés. Pablo Iglesias se ha dejado ver en varios actos públicos junto a sus perros Tirso Leona, y el debut político de la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no fue otro que gestionar el perfil en redes sociales de Pecas, el jack terrier de Esperanza Aguirre, probablemente el cánido más famoso de la vida política española.

En el truco del chucho tiene similar predicamento en países lejanos. Bo Sunny, las dos mascotas de la familia Obama, tuvieron una destacado protagonismo en la vida pública de la Casa Blanca durante la presidencia del líder demócrata, y la semana pasada su sustituto, Donald Trump, no se resistió a publicar en su cuenta de Twitter un fotomontaje que le mostraba condecorando a Conan, el pastor belga malinois cuyo olfato resultó clave para localizar y aniquilar al líder del ISIS Al Bagdadi

Al perro cazaterroristas le espera un agasajo con honores a su vuelta a Washington, aunque tendrá que capturar muchos malhechores para llegar a ser tan 'influencer' como Dylan, el collie canela del reciente vencedor de las elecciones argentinas. El peronista Alberto Fernández le creó un perfil en Instagram hace diez meses y ya cuenta con 183.000 seguidores.

En vista del impacto mediático que ha tenido “el cachorro que huele a leche”, los asesores de Rivera también le han abierto varias cuentas en redes sociales, pero de momento solo se han animado a seguirle 3.000 followers en Twitter y 900 en Instagram. “El riesgo de usar a perros para ganar votos es la credibilidad. Si las mascotas no están normalmente en tu vida, al final el recurso queda forzado”, advierte Isaac Hernández.