Monty Python: algo más que unos chalados

El grupo se reunió por primera vez hace 50 años para crear una de las series de humor más irreverentes de la historia de la televisión

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Quim Casas

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Preguntado por quienes eran sus directores preferidos, Terry Gilliam, el miembro estadounidense de los británicos Monty Python, citaba a Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Pier Paolo Pasolini y Federico Fellini. Pero Gilliam se rio también de estos cineastas porque «los Python me enseñaron que puedes divertirte con todo lo que te tomas en serio».

Una gran enseñanza, la primera que tuvo Gilliam al cruzar el Atlántico. Al futuro y quijotesco responsable de 'Brazil' le hubiera gustado mucho rodar un filme que solo mostrara, durante hora y media, la caída de un hombre desde lo alto de un rascacielos: la mezcla perfecta entre el experimento y el humor dislocado y a veces tan surreal de Monty Python.

Compenetrados

Gilliam, nacido en una localidad de Minnesota en 1940,  llegó al Reino Unido en 1967. Lo último que había hecho en su país era dibujar cómics contraculturales. Cuando contactó con los que serían sus compañeros en una de las «bandas» más iconoclastas de la comedia, estos ya habían trabajado juntos en diversos programas y, pese a sus diferencias, estaban bien compenetrados.

Corría el año 1966. El galés Terry Jones (1942) y Michael Palin (1943) habían estudiado en Oxford. Eric Idle (1943), John Cleese (1939) –su padre cambió el apellido original de la familia, Cheese, por Cleese: John Queso también tendría gracia– y Graham Chapman, el único miembro fallecido del grupo (1941-1989), pertenecían a la facción de Cambridge. A pesar de la rivalidad histórica entre Oxford y Cambridge, que va más allá de la hegemonía en las carreras de regatas, cuando se conocieron los cinco congeniaron muy bien: tenían el mismo e irreverente sentido del humor.

Coincidieron en el programa de la BBC 'The Frost report', en 1966. Lo presentaba David Frost, un mediático periodista y escritor televisivo. Idle, Chapman, Palin, Cleese y Jones estaban en el departamento de guiones dirigido por Marty Feldman, después tan popular por encarnar al Igor cuya joroba cambia de posición en 'El jovencito Frankenstein', de Mel Brooks.

Todo les estaba
permitido y
todo lo pusieron
patas arriba
en su revolución
catódica

Cleese disponía en 1967 de programa televisivo propio, 'At last the 1948 show', en el que intervenían Chapman y Feldman. Fue Cleese el primero en tomar contacto con Gilliam. Entonces los futuros Python eran un auténtico polvorín de ideas que desperdigaban en diversos programas. Idle, Jones y Palin participaban en un 'show' infantil y Cleese recomendó a Gilliam como responsable de las animaciones.

Aquello comenzaba a tomar forma. La BBC ofreció otro programa propio a Cleese. Aceptó pero no quería hacerlo solo. Reclamó a Chapman y Palin, y este sugirió a los otros tres. Por entonces, Idle había tomado bajo su protección a Gilliam, y Palin actuaba como algo parecido al pegamento conciliador entre todos. De carácter más afable que el resto, limaba asperezas cuando se producían, sobre todo entre el impetuoso Jones y el más conservador Cleese.

Difícil equilibrio

La serie comenzaría a rodarse sin tener un título. Son 13 episodios de media hora de duración, a razón de la nada desdeñable cifra de 3.500 libras esterlinas invertidas en cada capítulo. Los dirigió Ian McNaughton. El primero fue emitido el 5 de octubre de 1969. La serie, titulada finalmente 'Monty Python’s flying circus', se extendió durante tres temporadas más, hasta diciembre de 1974, pero Cleese ya no intervino en la última; el pegamento de Palin se había secado.

Cada uno escribía sus 'sketches', pero eran los seis quienes votaban, en un difícil equilibrio democrático, cuales se incluían en cada episodio. Absurdo, grotesco, dislocado, experimental, sarcástico… Cualquier término sirve, pero no explica en su totalidad la originalidad de la serie. Los gags visuales resultaban muy ingeniosos, como las presencias de Cleese encarnando a un locutor de la BBC sentado frente a una mesa en las localizaciones más dispares, una playa por ejemplo. 

Había personajes recurrentes, como un grupo de palurdos representados por los seis Python y el barbudo náufrago interpretado por Palin. Gilliam aparecía de vez en cuando ataviado de caballero y con un pollo de goma, o se encargaba de los interludios animados con un bebé devora abuelos y un feto volador. Bromas disparatadas sobre la guerra, cerdos aplastados, los chistes de Chapman contados expresamente mal, pingüinos con tentáculos, concursos en los que participan leyendas políticas, el Ministerio de Andares Tontos… Todo les estaba permitido y todo lo pusieron patas arriba en su revolución catódica. 

El dinero de un 'exbeatle'

Después vinieron las giras por teatros y, coincidiendo con la emisión del programa en la televisión estadounidense, las películas, tan sobresalientes como 'La vida de Brian' (1979) y 'El sentido de la vida' (1983), aunque la primera, una especie de grandes éxitos del grupo titulada 'Se armó la gorda' (1971), no funcionó bien. Y libros, discos –con canciones compuestas por Idle y su amigo Neil Innes–, la buena relación con el 'exbeatle' George Harrison –quien produjo algunos de sus filmes con su compañía Handmade– y espectáculos musicales.

Tras la escisión, el legado siguió vivo. No era lo mismo, ya que ganamos algunas individuales pero perdimos a un gran grupo: las fantasías tan particulares de Gilliam, los éxitos de Cleese en filmes como 'Un pez llamado Wanda' (1988) y la teleserie 'Hotel Fawlty' (1975-1979), las series documentales de Palin, las extrañas comedias de aventuras de Jones –'Eric el vikingo' (1989), protagonizada por Tim Robbins y Cleese– o la 'Autobiografía de un mentiroso' (2012), documental de animación basado en las memorias de Chapman.